Laura Sarabia nunca ha ocultado su fe. En los perfiles que se hicieron sobre ella cuando era la jefa de gabinete del gobierno de Gustavo Petro, su amor por leer la Biblia y sus principios religiosos siempre fueron primordiales. En un video conocido por SEMANA, la joven cuenta cómo llegó al grupo cristiano Alpha, que cambió su vida para bien.
“Yo soy Laura Sarabia. Tengo 20 años. Estudio Relaciones Internacionales y Ciencia Política. Entro a octavo semestre y quiero contarles cómo ha sido la experiencia Alpha en mi vida”, comienza contando.
La entonces estudiante narra que llegó allá en “un tiempo muy muy difícil en mi vida. Tenía tantas cosas de adolescencia, estaba entrando a la universidad, la situación en mi casa no era la mejor. Estaba pasando por depresión, soledad... un poco de cosas que estaban afectando mucho en mi vida”, agregó.
Llegó al grupo, sin buscarlo. Un día un amigo le dijo que la acompañara a una fiesta de jóvenes. Ella desde pequeña yo iba a una iglesia cristiana. “Pero yo no tenía esa relación con Dios, como la tengo hoy. Entonces ese día vine. No tenía nada que hacer un sábado... Desde ahí Alpha ha sido lo mejor en mi vida. Alpha para mí, desde ese punto, fue empezar a dudar todo, empezar a dudar de lo que yo sabía, de lo que yo conocía de Dios. Fue un tiempo donde empecé a chocar muchas cosas, pues Dios empezó a inquietarme tanto que que yo decía como wow todas las cosas no conocía. Fue un tiempo fue en verdad de encontrarme con Dios, de caminar con con Dios”, señala.
La joven contó con entusiasmo su experiencia y su felicidad de pertenecer a ese mundo. “Fue un antes y un después en mi vida. Ahora creo que ha sido lo mejor y la mejor decisión. Ha sido uno de los mejores regalos que me ha dado Dios. Se convirtió en mi familia. Es mi casa. Es venir aquí con personas que tal vez no te conocen mucho, pero que se convierten en eso: amigos que tú sabes que van a estar ahí, así sea para ir al cine, para un consejo cuando tú estás mal, cuando tú estás bien, van a estar siempre”.
“Es mi familia, es mi casa y es mi escape de todo”, aseguraba Sarabia.
Detalló que era su escape cuando estaba mal, cuando estaba triste, pero también cuando estaba bien. “Fue tan impactante en mi vida, que no pude dejarlo, que aquí me quede. Ya llevo tres años siendo parte del equipo y cada día yo siempre le preguntaba a Dios y siempre le decía que quería verlo visible. Yo quería verlo tangible y a veces eso es ver a Dios en cada joven, es ver a Dios en lo que haces versus grandeza y ver su amor cada sábado y cada día que ha sido lo mejor”, finalizó.
“Alpha es una herramienta que las parroquias usan para evangelizar. Miles de Iglesias católicas, en más de 65 países alrededor del mundo, la están implementando”, explica la página web de Contexto Católico.
En una entrevista con El Tiempo, Sarabia contó cómo su iglesia fue fundamental para llegar al cargo que desempeñaba. “Una persona que iba a la misma iglesia cristiana a la que yo asistía estaba haciendo un voluntariado en el Partido de la U. Me dijo que si me interesaba podía recomendarme. Como yo no estaba haciendo nada, y mentalmente ya había empezado a desesperarme, dije: bueno, puede que allá no me paguen, pero quizá conozco a alguien y de pronto consigo empleo. Empecé a trabajar en el centro de pensamiento del partido, hacía análisis de los proyectos de ley, ayudaba con conceptos a los congresistas. A lo último llegó el senador Armando Benedetti a ser presidente de La U. Y me contrataron. Benedetti estaba buscando una persona para que lo apoyara y empecé a trabajar con él directamente”, narró.
Horas de tensión en la Casa de Nariño: estas fueron las audaces y milimétricas movidas de Laura Sarabia antes de salir de su cargo
Desde la entrevista de su exniñera a SEMANA, Laura Sarabia empezó a contar las horas en el Gobierno. Aunque intentó moverse para sostenerse en el cargo, su poder se desplomó como un castillo de naipes.
Y es que en un abrir y cerrar de ojos, Laura Sarabia, la joven politóloga que se convirtió en la mujer que lideró el anillo más cercano al presidente Gustavo Petro en sus primeros diez meses de gobierno, terminó en el ojo del huracán. Días atrás, atrapó el lente de la prensa, concedió entrevistas y el país conoció quién se escondía detrás del personaje aparentemente tímido que logró romper el hielo y ganarse la confianza de un hombre frío, distante y poco conversador como el jefe de Estado.
En cuestión de horas pasó del cielo al infierno. Sarabia fue separada de su cargo este viernes por el presidente, una noticia que estaba casi cantada y que terminó por enredar al embajador de Colombia en Venezuela, Armando Benedetti, quien también quedó por fuera del Gobierno.
Una semana atrás, Sarabia empezó a vivir su propio calvario. SEMANA publicó una entrevista con Marelbys Meza, la exniñera de su hijo, quien entregó detalles del hurto de 150 millones del apartamento de su exjefa y confesó que a ella la estaban señalando como responsable. Por eso, según narró, la llevaron hasta los sótanos de un edificio al frente del Palacio de Nariño, donde la sometieron a la prueba del polígrafo.
Meza, quien fue empleada de Armando Benedetti y atendió a Gustavo Petro en la campaña presidencial, contó que la ingresaron por la puerta de atrás del palacio para burlar el control y el registro de ingreso con el objetivo de no dejar rastro. El procedimiento no contó con el visto bueno de una autoridad judicial.
Sarabia quedó atrapada en una sinsalida. Y, como si conociera el calibre del escándalo en el que terminó metida, optó por aislarse. El sábado 27 de mayo –el día de la publicación de SEMANA–, Petro viajó a San Andrés con el ministro de las TIC, Mauricio Lizcano, pero la mano derecha del presidente no apareció en las fotografías, aunque sí formó parte de la comitiva que se trasladó en el avión presidencial.
Algunos atribuyeron la ausencia de Sarabia a sus marcadas diferencias con Lizcano, pero no fue así. Optó por desaparecer de la mirada de la opinión pública en medio del viaje. Hasta ese momento, nadie olfateó sus temores.
El lunes 29 de mayo, cuando el escándalo creció como espuma, su nombre fue tendencia en Twitter y la oposición la convirtió en el flanco de críticas. Ella, quien optó por tener un perfil bajo al comienzo del gobierno, decidió pasar su carta de renuncia. Petro, quien siempre ha confiado en ella, no se la aceptó. Tampoco la rechazó.
Las horas pasaron y Sarabia fichó a un posible responsable de su escándalo: Armando Benedetti, el político que la recibió en el Partido de la U en 2018 y saltó de su mano a los brazos de Gustavo Petro en la campaña presidencial, el hombre que gritaba a los cuatro vientos que ella era la niña de sus ojos, el celestino que sirvió de testigo del amor entre ella y Andrés Parra, el abogado caleño con quien terminó casada.
La exjefa de gabinete, aprovechando el poder que le concedía su cercanía al presidente, quiso moverse con su propio estilo. Chateó y llamó a algunos periodistas y contó su versión off the record. Varios medios fueron directos y aseguraron que la mujer desconfiaba de Benedetti. En los pasillos de la Casa de Nariño, pensaron lo mismo. “Es Laura Sarabia la que está manipulando la información”, denunció el embajador en su Twitter durante la semana.
En medio de su molestia porque su cargo –el más alto alcanzado en su corta carrera profesional– amagaba con destruirse en mil pedazos, filtró información a algunos medios en la que se cuestionaba el papel de Benedetti como embajador. Uno de ellos, sus constantes desplazamientos en avión privado sin autorización del canciller, Álvaro Leyva.
Petro, quien siempre defendió a Sarabia e insistió en que ella no filtraba información, guardó prudencia en público, pero en privado tomó partido en favor de la politóloga. “No sabe usted lo que hizo. O me suspende su confrontación, o no nos volveremos a ver”, advirtió a Benedetti en medio del escándalo.
Pero ¿qué llevó a Sarabia a fijar sus ojos en el embajador de Colombia en Venezuela? SEMANA conoció que las conversaciones entre ambos fueron tensas en las últimas semanas, subieron de nivel y la confianza estaba perdida.
En una oportunidad, ella, quien quiso volar con sus propias alas por la confianza que le depositó el presidente, amenazó con dejar su cargo disponible para que el embajador lo asumiera. “Yo me voy”, le expresó con un tono de rebeldía.
Benedetti no parecía contento con su cargo en el país vecino y en varias oportunidades le pidió a Sarabia que terciara con el presidente para obtener un puesto en el Gobierno. O quizás, una embajada. Al barranquillero le gustaba Londres, aunque ya tenía dueño: Roy Barreras.
Sarabia, quien le reconoció en su momento a Benedetti que no le dio buen trato, pero tampoco ella lo recibió de su parte, buscó acomodar al diplomático, pero no lo consiguió. Al menos, así se lo dijo varias veces.
Días atrás del escándalo, ella insistió en que en la embajada del Reino Unido –la apetecida por Benedetti– exigían el inglés. Él –con su estilo costeño– preguntó si, acaso, Alfonso Prada, nuevo embajador de Colombia en Francia, sabía hablar francés. Puso de ejemplo a Consuelo Araújo y Noemí Sanín cuando fueron embajadora y canciller.
Benedetti sintió que lo querían anular y le pidió a Sarabia ser garante con el Gobierno, el mismo al que él la había llevado. Ella –quien ya desconfiaba de él– le pidió viajar desde Caracas a Bogotá para hablar con el presidente de sus aspiraciones. “No voy a pelear más. No me interesa. Yo no estoy engañando a nadie”, le dijo.
SEMANA conoció que aún, en medio de la desconfianza, Sarabia acudió hasta última hora a Benedetti para que le sirviera de puente con el Gobierno de Venezuela. Por lo menos, cuando Gustavo Petro quería hablar vía telefónica con Nicolás Maduro. Él siempre lo conseguía.
Días antes de la crisis en el Gobierno, la exjefa de gabinete le confesó a Benedetti que Petro quería que él organizara el mapa político del Pacto Histórico y preparara las elecciones regionales de octubre.
Al fin y al cabo, la coalición petrista no tiene un norte y carece de buenos candidatos a alcaldías y gobernaciones. Además, no es secreto que el presidente reconoce al embajador como el hombre que le dio orden y estructura a su campaña presidencial. Eso, aclaró Sarabia, le implicaba renunciar a la embajada de Colombia en Venezuela.
En realidad, desde la entrevista con SEMANA, la exjefa de gabinete sabía que tenía los días contados en la Casa de Nariño. El lunes 29 de mayo, cuando el presidente viajó a Brasil para encontrarse con su homólogo, Luiz Inácio Lula da Silva, Sarabia optó otra vez por el perfil bajo.
No lució, como siempre lo hacía, al lado del presidente. Caminó a metros del jefe de Estado y estuvo al tanto del viaje al vecino país sin llamar la atención. Al descender del avión presidencial, Petro bajó primero y seguidamente lo hizo el canciller. Ella lo hizo por la puerta de atrás.
Sarabia, la poderosa, la mujer fuerte y aguerrida que le hablaba al oído al líder del Pacto Histórico, se fue reduciendo, pues en ese momento su objetivo era otro: controlar una bola de fuego que crecía en Colombia.
De regreso a Bogotá el miércoles pasado, a la exjefa de gabinete la esperaba un nuevo escándalo: su niñera y su empleada doméstica fueron víctimas de chuzadas, al parecer, ilegales. Las hicieron pasar como integrantes del Clan del Golfo para rastrear sus comunicaciones. “¿Qué otra persona del Gobierno podría tener interés en las empleadas de Laura Sarabia?”, se preguntaron en voz baja en el Palacio de Nariño. Esa inquietud también la planteó la oposición y los organismos de seguridad.
El foco de la opinión pública miró a Sarabia, la mujer poderosa del palacio presidencial, quien, ante la magnitud del escándalo, no tuvo otra alternativa que aceptar que su corto paso por el Gobierno se había esfumado. Y lo peor, con el lastre de la Fiscalía y la Procuraduría, que no prometen dejarla quieta, al menos, hasta que investiguen si fue responsable de los señalamientos en su contra. Las movidas de Laura no surtieron efecto, salió del Gobierno, aunque con un pleno respaldo del presidente Petro, quien aceptó su renuncia por la presión.