El miércoles en la tarde, un grupo de 600 hombres de la guardia indígena fue visto aproximándose a la plaza de Bolívar. Varios iban vestidos de negro, con pañoletas o tapabocas cubriéndoles casi todo el rostro y con garrotes en sus manos, que en la comunidad son llamados bastones de mando. La guardia es un organismo de seguridad ancestral con el que defienden el territorio. El bastón, que muchos consideran inofensivo por ser símbolo de autoridad, es un objeto que usan para combatir a sus agresores.
A pesar de que el bastón debe representar el paisaje de los resguardos con los colores de sus cintas, a muchos se les vio con bolillos negros, portados horizontalmente como rifles a la hora de formarse. Incluso, algunos, que tenían detalles en las puntas similares a una mira delantera, estaban construidos para parecer armas de fuego.
Los indígenas caminaron en fila, como si fuera una fuerza militar, hacia el Congreso de la República, donde se debatía el Plan Nacional de Desarrollo. Se instalaron justo en frente y quienes frecuentan la zona, atemorizados, llegaron a pensar que se trataba de un posible ataque de un grupo armado. Luego, organizados en hileras, gritaron sus consignas, entre ellas varias a favor de las iniciativas del Gobierno: “Que viva la guardia indígena, que viva la reforma a la salud”.
El jueves, día que se aprobó el Plan Nacional de Desarrollo, los indígenas volvieron a instalarse frente al Capitolio. Celebraron que uno de los artículos de interés, el que permite la compra de tierras por oferta voluntaria, fuera incluido en el texto final. Algunos, como el senador Efraín Cepeda, advierten que puede existir una figura de expropiación en caso de que los propietarios no accedan a vender.
La guardia indígena se encuentra en Bogotá desde el primero de mayo, día en el que atendieron al llamado del presidente Gustavo Petro de asistir a su discurso en la plaza de Armas de la Casa de Nariño. Ahora, acatando lo que dijo el mandatario, salieron a defender las reformas, exigiéndole al Congreso que las apruebe.
En marzo, miembros de un grupo afín a la guardia indígena, la llamada guardia campesina, atacaron de forma violenta las instalaciones de la petrolera Emerald Energy, en San Vicente del Caguán, Caquetá. Además, secuestraron a 79 policías y, en medio del altercado, uno de ellos fue asesinado con arma cortopunzante. En abril, la guardia indígena en el Cauca secuestró a 17 militares que realizaban un operativo contra las disidencias de las Farc.
Un antecedente de los bastones de mando es la manifestación de los indígenas emberas en el centro de Bogotá a finales de octubre del año pasado. Con los palos simbólicos, los miembros de la comunidad retuvieron a los trabajadores del edificio Avianca y atacaron sin piedad a los agentes del Esmad. Varios policías resultaron heridos y hubo destrucción del espacio público.
SEMANA conversó con líderes de la protesta indígena, quienes aseguran que cuentan con el respaldo de congresistas del Pacto Histórico y dicen estar preparados para la “revolución” a la que llamó el presidente en caso de que no se aprueben las reformas.
“Somos 1.000 miembros de la guardia indígena en Bogotá. Las circunstancias dirán por cuánto hay que mantenerse, si hay que extenderse en las regiones. Tenemos diálogo con los congresistas, el Mais es nuestro brazo político y tenemos cerca de diez congresistas.
Si se hunden las reformas, debemos analizar la coyuntura, pero estamos listos para movilizarnos. Se debe ampliar a otros sectores de la población, a los campesinos, a los sindicalistas, a los movimientos sociales y a los estudiantes”, manifestó Gerardo Jumí, consejero de la Organización Nacional Indígena de Colombia (Onic) Edwin Capaz, vocero del Consejo Regional Indígena del Cauca (Cric), asegura que, en caso de que no pasen las reformas, las organizaciones sociales deberán consolidarse como un conjunto: “Estamos en discusión permanente con ellos, siempre hemos tratado de salir juntos y lo vamos a seguir intentando”.
Una presión clara
En los últimos discursos, en Zarzal, Valle del Cauca, y en el Día del Trabajo, el presidente Gustavo Petro se despachó contra el Congreso. Sugirió que el Parlamento quiere “guerra”, que no ha sido capaz de “aprobar unos simples artículos” y que sus integrantes son presionados por los grupos “más poderosos y privilegiados”. De esa forma, pidió que las comunidades salgan a exigir los cambios en las calles, diciendo que si no se aprueban podría desatarse una “revolución”.
Las advertencias, que muchos interpretaron como una incitación a la violencia y presiones a la Rama Legislativa, resultaron en que la guardia indígena exigiera la aprobación del Plan Nacional de Desarrollo.
José Jaime Uscátegui, representante del Centro Democrático, sostiene que es una forma en la que el presidente presiona al Legislativo: “Son personas que intimidan haciendo formaciones militares y con arengas amenazantes no solo contra los congresistas, sino en general contra todas las instituciones”.
El congresista Juan Espinal aseguró que el discurso del primero de mayo fue “una amenaza desafortunada del presidente”.
“Respetamos profundamente a la guardia indígena, pero es una especie de amenaza y de presión al Congreso de la República con respecto a aprobar el Plan Nacional de Desarrollo”, manifestó.
El senador Miguel Uribe también opinó sobre los mensajes del presidente: “Aquí lo que estamos viendo es cómo este Gobierno empieza a mostrar vicios de amenazas a quienes no estamos de acuerdo con él. Es completamente antidemocrático, nosotros votamos de acuerdo con nuestro análisis, no como nos presione ni la guardia indígena ni nadie”.
Por otro lado, la representante Catherine Juvinao dijo que no ve nada de malo en la movilización de la guardia indígena, pero sí advirtió que el presidente lanzó frases “desconociendo las instituciones, que son las que al final toman las decisiones en representación de los colombianos. El Congreso es la representación del pueblo en su pluralidad”.
El discurso del presidente no es el único que despertaría la movilización en contra de un sector del Congreso. La vicepresidenta Francia Márquez, al decir “viva la primera línea” en su declaración por el Día del Trabajo, despertó a los escudos azules del grupo manifestante.
“Seguimos y seguiremos confrontando y golpeando al fascismo, a los poderosos y al uribismo si pretende perpetuar su estela de muerte y destrucción”, se lee en una publicación del grupo en redes, amenazando al Centro Democrático.
En medio de la polémica y desde su visita oficial a España, el presidente Gustavo Petro defendió a la guardia indígena y el uso de los bastones de mando, argumentando que “es un símbolo del poder ancestral, no es un arma de fuego”. Los congresistas del Pacto Histórico, por su parte, saludaron con megáfonos a los manifestantes, agradeciendo su presencia y respaldo al Plan Nacional de Desarrollo.
Por otro lado, el Congreso, en medio de los debates determinantes para el futuro del país, es presionado por grupos externos que, respondiendo al llamado del presidente, buscan forzar la aprobación de las reformas. Muchos temen que el discurso amenazante del presidente Petro con la Rama Legislativa transgreda la división de poderes, lo cual podría restarle la independencia al órgano.
Por ahora, el presidente, con una coalición rota y bajas probabilidades de llevar sus reformas sociales a buen término, ejecuta su nueva estrategia: movilizar grupos sociales para que, bajo la advertencia de una revolución, se acceda a los cambios que plantea su agenda programática.