El Gobierno del presidente Gustavo Petro salió de un exmilitante del M-19: Dagoberto Quiroga, porque renunció sorpresivamente a la Superintendencia de Servicios Públicos. Aunque no es oficial, cada vez crecen más los rumores que apuntan a un posible descontento del jefe de Estado con algunas labores que venía adelantando el dirigente huilense en el Gobierno nacional.
Sin embargo, horas después de conocerse la dimisión de Quiroga se conocía el aterrizaje de otro excomandante de esa guerrilla en la Casa de Nariño. Se trata de Fabio Alejandro Mariño, el nuevo embajador de Colombia en Panamá.
La hoja de vida de este hombre, que fue excomandante del M-19, fue publicada este miércoles 25 de septiembre en la página oficial de la Casa de Nariño, lo que confirma que —si nada extraordinario ocurre— se posesionará ante el canciller Luis Gilberto Murillo la semana entrante.
A Mariño lo llamaban con el alias de ‘Hipólito’ en la desaparecida guerrilla y se conoce desde esa época con el presidente Gustavo Petro.
Es profesional en estudios políticos y resolución de conflictos de la Universidad del Valle, es especialista en administración pública contemporánea de la Escuela Superior de Administración Pública (Esap), especialista en alta dirección del Estado de la misma universidad, y magíster en estudios latinoamericanos de la Universidad Andina Simón Bolívar de Ecuador.
Cuando Gustavo Petro fue alcalde de Bogotá, Fabio Alejandro Mariño fue contratista y se desempeñó como subsecretario de la Secretaría de Salud del Distrito. Antes había laborado como contratista en la Caja de Vivienda Popular (CVP).
Mariño reemplaza a Mauricio Baquero, el exembajador de Panamá que nombró el Gobierno el 21 de octubre de 2023, quien salió del cargo después de conocerse una denuncia por supuesto acoso sexual por parte de una funcionaria de carrera diplomática.
Volviendo al nuevo embajador Fabio Alejandro Mariño, él escribió un libro en 2018 que llamó: Y después de todo, el perdón.
En el libro publicado por la editorial Bolívar Impresos, Mariño cuenta que cuando comprendió que su vida pendía de un hilo, que no tenía otra alternativa para seguir luchando y defender la causa en la cual estaba comprometido, asumió que la muerte sería su mejor compañera y que lo ayudaría a resguardar la información y preservar su dignidad para no llegar a la lamentable delación. Incluso, al tomar la decisión de suicidarse y pensar una y otra vez en hacerlo, calmaba el padecimiento diario.
“Es más fácil perdonar que pedir perdón”, dice Fabio Mariño Vargas, luego de recordar los días de tortura por los que pasó en Cantón Norte de Bogotá en sus épocas del M-19. Interrogatorios con golpes, amenazas, choques eléctricos, plantones, fusilamientos simulados, colgadas de los brazos, el submarino, el ahogamiento con bolsas plásticas amarradas al cuello, las agujas penetrando las uñas de las manos, el golpetear los dientes hasta quebrarlos, la incómoda penumbra con los ojos casi siempre vendados; y siempre esposado, el frío y la desnudez que como nunca en ningún otro momento de la vida, es señal de ofensa, de indefensión y de temor, narró en su libro.