SEMANA: Hace 22 años, usted piloteaba el avión de Aires en el que las Farc secuestraron al entonces senador Jorge Eduardo Géchem. ¿Ya superó ese episodio?
DORIAN OSPINA: Lo superé. Después del secuestro seguí volando por 15 años más con la misma empresa, por las mismas pistas y territorios, y luego pasé a otros. La consecuencia fue a corto plazo.
SEMANA: ¿Cómo fue?
D.O.: Las rutas de la compañía no se suspendieron, continuaron, toda la tripulación, conformada por dos pilotos y dos auxiliares de vuelo, fue suspendida temporalmente de las actividades aéreas tras el secuestro. Tuvimos entrevistas con psicólogos y psiquiatras. Nos evaluaron las secuelas inmediatas y, después de 40 días, volvimos.
SEMANA: ¿Y cómo logró superar el episodio?
D.O.: Estaba más prevenida, trataba de hacer despegues y ascensos más pronunciados del avión. El riesgo era mayor en ese momento porque se habían acabado los diálogos de paz entre Andrés Pastrana y las Farc, volaba prevenida, evitaba incidentes o ataques desde tierra por parte de la guerrilla. Al principio, ante cualquier ruido que escuchaba en el avión, la apertura de la puerta del baño, inmediatamente volteaba a mirar y pensaba si se volvería a repetir el secuestro.
SEMANA: ¿Cómo logró vivir para contar la historia?
D.O.: Fue un acto terrorista que implicó un gran riesgo para el avión, pero las horas de vuelo le dan a uno mucha experticia y conocimiento. Más que pensar que no lográramos aterrizar la aeronave, pensaba en otros temas: había un arma en la cabina, temía que el secuestrador disparara, eso era estresante. Además, pensaba que, tras el aterrizaje, estaría en el monte bajo condiciones inhumanas. Como si fuera poco, el secuestrador nos dijo que había una bomba a bordo en el avión. Nos informó que teníamos diez minutos para aterrizar o la aeronave estallaba.
SEMANA: ¿Perdonó a las Farc?
D.O.: Creo que sí. Si uno no perdona, vive con ese rencor. Fueron 12 minutos de mucho riesgo, adrenalina y peligro. Mientras la tripulación quedó libre, hubo un secuestro que duró años (Géchem permaneció secuestrado durante seis años). Personalmente, no voy a saludar a los secuestradores con una palmada en el hombro, obviamente, no los voy a abrazar, es más la indiferencia que pueda tener con ellos.
SEMANA: ¿Por qué no los abrazaría?
D.O.: De todas maneras fue un acto de terrorismo, pusieron en riesgo la vida de 30 personas, eso no está bien.
SEMANA: Si tuviera al frente al secuestrador del avión, ¿qué le diría?
D.O.: Le preguntaría por qué lo hizo, qué sentía, qué pensaba si puso en riesgo su propia vida, qué tenía en la cabeza y quién se lo ordenó. Aunque yo creo que esta gente tiene tanta violencia en su mente que no tienen conciencia de nada. Ese guerrillero debió estar más asustado que yo. No imaginó, cuando se subió al avión que tenía que secuestrar, que había una mujer como piloto. Seguro pensó en qué se metió y dijo: “Esa no es capaz”.
SEMANA: ¿Le gustaría verse con él?
D.O.: Me gustaría verlo, no lo recuerdo porque, mientras piloteaba el avión, evitaba mirarlo para no tener que reconocerlo después. Además, tenía la atención completamente puesta en el avión. Tengo los audios del secuestro. Cuando los escucho se me pone la piel de gallina, trato de volver al momento, muy difícil, me recorre un temblor por todo el cuerpo.
SEMANA: ¿Hubo alguna indemnización del Estado?
D.O.: No. Una vez llevé en un vuelo al expresidente Andrés Pastrana, quien me elogió. La Aeronáutica Civil, en la época de Álvaro Uribe, me entregó una medalla al mérito aeronáutico. Económicamente no recibí reparación del Estado, la empresa sí me hizo un reconocimiento de tipo monetario porque no se perdió el avión, digo yo.
SEMANA: Cuando Petro habla de la paz total, ¿qué piensa?
D.O.: La paz total no es posible, ya se firmó un acuerdo de paz, una mayoría de colombianos votamos “No” al plebiscito y no se nos hizo caso. Y vea, estamos peor que antes. No tengo fe en eso. Petro ya lleva dos años insistiendo en los diálogos de paz y no hay absolutamente nada. Los señores del ELN son los mismos de siempre, los de las disidencias son quienes les voltearon la espalda a los diálogos del expresidente Santos. ¿Entonces? El presidente tiene que fortalecer nuevamente las Fuerzas Militares, no hay otra manera. Infortunadamente, no veo un buen panorama.
SEMANA: ¿Puede recordar los momentos de pánico del secuestro?
D.O.: Durante el abordaje del avión podía ver a los pasajeros y me llamó la atención la presencia de dos mujeres jóvenes que iban con blusas de tiras y faldas cortas. Dije: ‘Ve, van para Bogotá con esos atuendos, ¿no les dará frío?’ Alternaba la operación de la aeronave con el copiloto, se la había dado a él inicialmente, despegamos, anuncié el ascenso positivo, tan pronto solté la palanca del tren oí un ruido muy fuerte. Era la puerta de acceso a la cabina, escuché gritos. Inmediatamente vi la puerta abierta. Tomé el control de la aeronave, el secuestrador ingresó, nos quitó los audífonos, los pisó, los destruyó y nos dejó sin comunicación con la torre. Me dijo: “Somos de las Farc, esto es un secuestro, devuélvase para Florencia”. Seguía con mi actitud positiva de ascenso, pero el guerrillero, de repente, me cogió la cabrilla y me gritó: “No suba más y devuélvase para Florencia”. Nivelé el avión muy a ras del piso, no es normal para una aeronave comercial, hice el viraje y empezó a sonar la alarma.
SEMANA: ¿Qué vino después?
D.O.: Estaba tan petrificada, pensando qué iba a hacer y a dónde íbamos a terminar. El copiloto subió una palanca del avión para subirlo, pero el guerrillero le tocó el brazo con el revólver y le preguntó qué estaba haciendo. Yo le dije: “Déjelo, se tiene que hacer para que se quite la alarma”. Pidió mantener bajito el avión y luego nos anunció que no íbamos hacia Florencia, sino a un sitio donde nos estaban esperando. Pensé que aterrizaríamos en un potrero, mientras él miraba sin parpadear el frente. Nos dijo, en medio de la fuerte tensión, que él no iba por nosotros, sino por un personal que volaba en el avión. Después afirmó que nos estaban esperando en una carretera. Dijo que había una valla y mucho humo. El copiloto le dijo que íbamos por la represa de Betania y, finalmente, vio la fogata que había hecho las Farc.
SEMANA: ¿Cómo logró aterrizar en una carretera angosta y corta en Hobo, Huila?
D.O.: Vi la valla en la carretera. Alguien me decía que la expresión que hice fue de sorpresa cuando le pregunté: “¿Ahí aterrizaremos?” Tenía estrés, nervios. Empecé a ordenar la configuración del avión, le bajé todo a la aeronave de una vez, se le puso mucha potencia al motor, no voló por el aire pasando a través del perfil, sino que estaba sostenido por la potencia de los motores. Pasamos por encima de un árbol muy alto en la carretera. Cuando sentí que estaba sobre la vía, le quité toda la potencia; el avión, sostenido por los motores, perdió sustentación inmediatamente. Cuando quedamos en el asfalto, me pegué a los frenos, le puse todo el reversible al motor y rápidamente apagué el avión. Los guerrilleros habían cortado los árboles que estaban a los lados de la carretera Hobo-Gigante, pero no lo suficiente, las ruedas cabían, pero los planos (las alas) sobresalían de la pista. Les pegamos a todos los árboles que nos encontramos. Nos pegaron durísimo. En una grabación se escucha durísimo cuando les pegamos a los árboles. Ya, sobre la tierra, fui la última que bajé con el copiloto, supongo que con los guerrilleros, vi por los lados a mucha gente armada. Les pregunté a los pasajeros si estaban bien y me respondieron que sí y escuché que la guerrilla había secuestrado a uno. Estaba en shock, como en las nubes. Aun así, cerré la aeronave y vi que empezaron a pasar carros y mucha gente tomaba fotos, era un avión estacionado en la carretera, pero teníamos una fuga de combustible por el ala izquierda. Quedé con la garganta seca de gritar que por favor pasaran rápido porque se estaba regando el combustible.
SEMANA: ¿Las Farc deben ofrecer perdón por el secuestro aéreo?
D.O.: Sí, sería lo mínimo. No estoy muy convencida de la JEP, pero tendrían que pedir perdón no solo por ese acto. A los comandantes guerrilleros no les alcanzará la vida para ofrecer perdón a sus víctimas. Sería un acto de contrición.