SEMANA: ¿Por qué tomó la decisión de denunciar las supuestas ayudas que le pidieron cercanos a Rodolfo Hernández en un proceso laboral que usted llevaba en contra del excandidato presidencial?

RUBÉN MORALES: Yo no lo denuncié. Tuve un proceso laboral ordinario, no me he metido con ellos, con ninguno. Solo puse en conocimiento de las autoridades porque tengo que cuidarme y decir lo que está pasando. Él tiene sus procesos, yo no. Yo investigué un proceso laboral de un señor que tenía una pensión casi que ganada. Le faltaban cinco años de cotización, duramos seis años esperando que llegara el aporte de los cinco añitos que le faltaba al señor y no llegaron. En vista de que se presentó el caso en temporada política me presionaron para que aplazara la diligencia judicial, es decir, que el escándalo no cayera ni en junio ni en julio de este año (en plena campaña presidencial), sino que dejáramos eso para ahora en septiembre, como hizo la Fiscalía con otros procesos de él. Yo no podía aplazar. Hicieron miles de ofrecimientos, miles de cosas para que yo aplazara el asunto y de paso se calmara todo.

SEMANA: ¿Quién le hizo el ofrecimiento?

R.M.: De todas las llamadas, yo tengo una del doctor Eduardo Pilonieta, se supone, una alta eminencia, yo no le he quitado la amistad, pero parece que ya no existe. Él me pidió que aplazara la diligencia, que se iba a armar un mierdero para julio. Que yo aplazara la diligencia. Y, cuando se dio la diligencia, le ofreció una plata al demandante con el objeto de conciliar. Todo eso está grabado.

SEMANA: ¿A usted le ofrecieron plata para aplazar la diligencia?

R.M.: Sí señor, se llama en el lenguaje coloquial ‘los melones’ y que no fuera a ser pendejo y a no recibir. Yo aplazaba la diligencia con una sola llamada. A mí no me tocaba sino llamar a mi secretaria y decirle, pero respondí que no. Yo no tenía conciencia para eso, tengo necesidades económicas, pero mi conciencia no se presta para eso.

SEMANA: ¿Rodolfo Hernández le hizo un ofrecimiento directamente?

R.M.: A mí nada. El abogado fue quien habló conmigo, está grabado, si abren YouTube ahí hay 70 grabaciones de eso, está el proceso, los datos.

SEMANA: Es decir, ¿ a usted Rodolfo Hernández nunca le hizo un ofrecimiento?

R.M.: No, Eduardo Pilonieta sí, y los calanchines que mandaron. Uno con un ofrecimiento muy sutil: que no fuera pendejo. Entonces, yo dije: al siguiente que me venga a ofrecer yo lo grabo. Y lo grabé.

SEMANA: ¿Dónde están esas grabaciones?

R.M.: En YouTube. Hay 11 videos.

SEMANA: ¿Quiénes eran los ‘calanchines’ que, según usted, lo visitaron?

R.M.: Eso es básicamente lo que puedo decir por ahora. En su momento se pondrá (en conocimiento). Yo, para decirle directamente al hombre que tiene el hombre y el gatillo, no lo voy a decir.

SEMANA: ¿Cómo así el gatillo?

R.M.: Porque es gente de baja ralea, gente que conocí cuando fui negociador del Magdalena Medio, cuando estuve en San Vicente del Caguán. No sé qué interés tengan ni la procedencia y venían solo a decir “aplace esa vaina”, “quite esa vaina y nos la arreglamos bien”.

SEMANA: ¿A quiénes se refiere?

R.M.: ¿Cómo le explico yo? Todos los que componen las fuerzas políticas, las que manejan el Magdalena Medio, las que trabajan en San Vicente. Yo trabajé por allá 7 años y conozco con quién se trabajaba (...).

SEMANA: ¿Usted me está diciendo que le enviaron a algún grupo armado?

R.M.: Pues hombre, son de esa línea, uno ya los conoce, sabe de dónde vienen. Bien vestiditos, bien arregladitos.

SEMANA: ¿Y ellos qué le dijeron a usted?

R.C.: Lo que le estoy diciendo: “Aplace la diligencia porque estamos en un problema político y hay que arreglarlo aplazándola, porque será un escándalo”. Los términos de los dos emisarios, uno telefónico y el otro directo, fueron diferentes.

SEMANA: ¿Y cuántas personas eran las del supuesto grupo armado?

R.C.: Una sola persona. Sencillamente hubo una llamada, que nos tomáramos un tinto, eso era todo.

SEMANA: ¿Cuántos “melones”, como los llama usted, le ofreció el abogado de Rodolfo Hernández? ¿Hubo ese tipo de ofrecimiento?

R.C.: A mí nada, a mí no me ha ofrecido nada. A mí me mandaron emisarios, calanchines para que hablaran conmigo. Yo los conozco, sé quienes son (...) La charla con el doctor Eduardo vino después, conversamos una hora, él es muy elegante, somos amigos, me dijo que me iba a ir bien, que aplazara y aplazara y le respondí que no podía. No la aplacé.

SEMANA: Concluyamos: ¿ni Rodolfo Hernández ni el abogado Eduardo Pilonieta le ofrecieron dinero?

R.C.: No. A Rodolfo lo conozco en la audiencia, el abogado me dijo que me iba a ir muy bien.

SEMANA: ¿Usted cree que Rodolfo Hernández le envió “calanchines”, como usted los llama, a pedirle que aplazaran la audiencia?

R.C.: No me ponga palabras, no he dicho que me mandó gente. Ellos llegaron a pedir que aplazaran la audiencia. No me dijeron que venían de parte de Rodolfo Hernández. Me expresaron: “mire que hay una platica, hágase a la platica, quédese ‘cayetano’ y aplace la diligencia”. No la aplacé ni la aplazaría jamás por ningún dinero.

SEMANA: Por último, ¿usted por qué se disfrazó de inquisidor en el juzgado?

R.C.: Porque hay formas de decir las cosas cuando a uno no lo escuchan. Yo tengo un sindicato, cuatro grupos de trabajo, cuando usted empieza a hablar con solemnidad, con corbata, no lo miran. Entonces, me vestí simbólicamente. El disfraz es algo hermoso, de un cura que fundó el Cristo Petrolero, yo vivía con él y le ayudaba en la iglesia; era amigo.