Desde Caracas, el delegado del gobierno en la mesa de diálogo con el ELN, José Félix Lafaurie, le respondió al exjefe negociador de paz con las Farc, Humberto de la Calle, un mensaje que el hoy senador escribió en su contra en Twitter hace dos semanas.
De la Calle se preguntó: “¿por qué tan calladito José Félix Lafaurie con el cese al fuego ficticio con el ELN, suspensión de las órdenes de captura de Chiquito Malo y demás? Pesan más sus compromisos gremiales de compra de tierras? ¿O se le fue la candela pa’ dentro?”.
Lafaurié, en una columna de opinión que divulga a través de la página web Contexto Ganadero, le respondió: “En un trino, mezquino como el que más, Humberto de la Calle me acusa de quedarme ‘calladito’ frente a las solicitudes del Gobierno de levantar órdenes de capturas, porque, según él, protejo los intereses de compra de tierras”.
Anunció que “seguiré calladito, porque me comprometí a la prudencia como miembro de la delegación gubernamental en las negociaciones con el ELN…, y voy a cumplir, sin dejarme retar por quienes ayer me descalificaron como ‘enemigo de la paz’ y hoy me descalifican, por lo contrario, en una especie de venganza porque no participé en un proyecto que traicionó lo ofrecido, y hoy lo hago con un Gobierno que, a pesar de mis diferencias, está cumpliendo lo ofrecido”.
El presidente de Fedegán recordó que la prudencia es la que hace verdaderos sabios, un tema esencial, según él, en unas negociaciones tan sensibles como las del ELN. “En lugar de confrontarnos y seguir dividiendo al país entre amigos y enemigos de la paz, esta mesa debe unir esfuerzos para entusiasmar a los colombianos con una paz real y realizable”, destacó.
“Una de las grandes dificultades de avanzar es, precisamente, hacerlo en medio de un país escéptico o totalmente descreído, con apenas una rayita de esperanza, porque si el proverbio no miente y ‘es lo último que se pierde’, pero con alta indiferencia derivada del escepticismo y la incredulidad, de la realidad de violencia”, escribió el ganadero.
“¿Qué ha faltado, si la paz es anhelo nacional, el dogma que debería movilizar al país, el centro de ese “acuerdo sobre lo fundamental que sigue pendiente?”, se preguntó.
“No me resigno a pensar que el país se haya acostumbrado a la violencia -nadie lo hace- pero sí se acostumbró a que, gobierno tras gobierno, la paz se negoció, se frustró, se volvió a negociar, se firmó, está en leyes, en decretos fast track, en acuerdos que reclaman haberla alcanzado estable y duradera; está en comisiones, instituciones y hasta en museos, pero no está en las calles de las ciudades, no está en los campos, no está en la vida de las personas”, respondió.
“Devolverle la confianza a Colombia a partir de la prudencia como práctica de negociación y de la buena fe como conducta personal y colectiva de las dos delegaciones, es una responsabilidad de la mesa, para mostrar resultados tempranos donde la gente necesita verlos: en las calles y en los campos de Arauca, Catatumbo, Nariño y esa media Colombia profunda y violenta”, añadió.
Resaltó que la prudencia y la buena fe son clave para fortalecer la confianza entre los negociadores, “no tanto para evitar malentendidos entre las partes, sino para evitarlos con el país, que no quiere perder su última rayita de esperanza”.