En contra de la opinión de sus más importantes líderes y de la mano de su nuevo presidente, el senador Carlos Andrés Trujillo, el Partido Conservador se declaró bancada de Gobierno. Acompañarán al presidente Gustavo Petro en su agenda reformista progresista, del mismo lado del Polo Democrático, la Unión Patriótica, Comunes, Colombia Humana y hasta el Partido Comunista Colombiano.

La disonancia que causa el anuncio del partido lleva a que varios de sus líderes, que formaron sus carreras políticas a través del ideario conservador, rechazaran la determinación. Algunos calificaron la alianza con la izquierda como “corrupta” y “vergonzosa”.

A pesar de esto, con más sutileza que orgullo, la colectividad confirmó la decisión, no sin asegurar que se seguirán “preservando y salvaguardando los principios que fundamentan el espíritu conservador”.

A su vez, para calmar los ánimos dentro y fuera del partido, dijeron que seguirán defendiendo las llamadas “líneas azules” en temas como la propiedad privada, la libre empresa, la familia, el Estado social de derecho, la fuerza pública, la libre expresión y la libertad económica. En caso de que se vean comprometidas, el partido se reserva el derecho de retirar ese apoyo al Gobierno.

A pesar de que el partido es franco al recalcar la defensa de sus ideales, basta con solo una mirada al programa de gobierno del presidente Gustavo Petro para concluir que se trata de dos causas políticas antitéticas e imposibles de relacionar en lo estructural.

Mientras el presidente Petro busca la regulación de las drogas, apoya el aborto libre, la redistribución de la riqueza por medio de impuestos a los generadores de empleo, cambios sustanciales en la fuerza pública y un enfoque drástico de transición energética, los conservadores destacan por defender una visión muy distinta.

Por esto, en medio de la esperada, pero polémica decisión, se recuerdan las luchas históricas del partido fundado en 1849 por Mariano Ospina Rodríguez y José Eusebio Caro.

Ambos pensadores moderados crearon unos lineamientos a partir del catolicismo, la autoridad y el orden. Así, bajo dicho legado, se colaboró en la construcción de la República de Colombia, con un Partido Conservador vigoroso que mantuvo el poder hasta 1930.

Años más adelante, después de la hegemonía y 16 años bajo el Partido Liberal, surgieron líderes como Mariano Ospina Pérez y Laureano Gómez, ambos expresidentes de la República.

Gómez, quien llegó a ser presidente del Partido Conservador, representó la faceta más rígida y autóctona de la colectividad. En su momento, hacía parte de un conservatismo polémico y novedoso, que nunca escondió su rechazo a las ideas de izquierda.

Álvaro Gómez Hurtado, su hijo, fue el heredero de sus ideas y defensor de las luchas conservadoras. Fue un conservador en busca de cambio y el diálogo, recordado por sus calidades humanas y asesinado por sus creencias en 1995.

El declive del partido comenzó desde 1986 con la elección de Virgilio Barco, relegando a los conservadores a la oposición hasta 1998, cuando Andrés Pastrana gobernó, sucedido por Álvaro Uribe Vélez, un liberalismo popular e inesperado.

Desde ese momento, el Partido Conservador no ha tenido una oportunidad real de lograr la Presidencia de la República. En las últimas dos elecciones, no ha logrado ingresar un candidato a la contienda electoral, derrotados en consultas internas.

A pesar de esto, el partido ha sido favorable al Gobierno por más de 20 años. Ahora, con el apoyo al presidente Gustavo Petro, se reafirma la posibilidad de que se haya convertido en una colectividad transaccional, sin muchas figuras destacadas en defensa de los ideales históricos.

El 2022 fue una oportunidad de reinvención con la precandidatura presidencial del exsenador David Barguil, quien representa la defensa a los valores católicos, la familia y la libertad económica. A pesar de que no logró la candidatura del Equipo por Colombia, el partido celebró el buen resultado en las elecciones legislativas, con 40 congresistas.

La bancada apoyó a Federico Gutiérrez a la Presidencia de la República y hasta amenazó con la muerte política para quienes no obedecieran. Luego, lanzó guiños hacia el candidato Rodolfo Hernández, enfrentado con Gustavo Petro.

Después de la victoria del líder progresista, la acrobacia para acercarse al presidente fue evidente, por medio del senador Carlos Andrés Trujillo. Después del apoyo de los congresistas a la agenda legislativa del mandatario, a Omar Yepes, entonces presidente de la colectividad, no le quedó más que renunciar, como muestra de rechazo a la decisión.

Para mejorar el relacionamiento con Petro, se acordó que Trujillo se convirtiera en el nuevo presidente del partido.

De esa forma, el partido pasó del duquismo al petrismo, dándole un vuelco a su agenda legislativa y dándole una sorpresa a sus electores. La acrobacia decepcionó a varios de los líderes remanentes, como Andrés Pastrana, Juan Carlos Echeverry y el mismo David Barguil, quien les pidió que optaran por la independencia horas antes de la inevitable decisión.

Ahora, el Partido Conservador, con la cabeza gacha, se posiciona como el principal colaborador de la bancada del Pacto Histórico en el Congreso desde la elección de Carlos Hernán Rodríguez como contralor. Tienen el control del Ministerio de Transporte y podrían lograr más burocracia en lo que resta del periodo.

Sin embargo, más allá de la actualidad, lo que le preocupa a algunos es el futuro. De qué forma el partido, aliado con el progresismo, podrá volver a representar el conservatismo en las elecciones regionales, legislativas y presidenciales a venir.