“Estaba sentada, yo decía, ‘ella se está colocando muy blanca’, empecé a ponerle alcohol y cosas así, pero empezó a emitir unos sonidos extraños. Pensé que estaba respirando mal, entonces llamaron a la ambulancia, pero no contestaron. Yo saqué mi cabeza por la ventana de la casa y llamé a los escoltas para llevarla a la clínica más cercana. Me bajé de la ambulancia, casi sin detenerse, tumbé esa puerta de la clínica, grité pidiendo ayuda y los médicos dicen que, cuando la acostaron en la camilla, ya había fallecido. Ellos le hicieron los masajes para revivirla, pero informaron que no había nada qué hacer. Pedí que le pusieran oxígeno, pero no”.
Así recuerda Natalia Castro, hija de Piedad Córdoba, los minutos finales al lado de su madre. En entrevista con SEMANA, Natalia contó lo que ocurrió ese sábado 20 de enero en el apartamento de su mamá en Medellín.
“Yo le decía a mi mamá que me mirara, le pegaba en la carita, le decía, ‘mamá, yo estoy acá, cómo me haces esto’, le pedía que por favor se quedara”, contó Natalia.
Asimismo, recordó lo que ocurrió ese día. “Esa mañana (sábado 20 de enero), me levanté tarde. Me cuentan que ella, con la alegría que la caracterizaba, llamó a uno de sus escoltas bromeando. Le puso un mensaje en su teléfono celular. “Mi adorado Manuel, sube por favor, y me ayudas a hacer el desayuno”. Efectivamente, él subió y le preparó unos huevos revueltos. Él la apreciaba mucho. Después, él fue a comprarle unos buñuelos porque ella le pidió el favor. Mi mamá preguntó si había llegado la empleada y él le respondió que no porque eran las 7:00 a. m. Ella subió a su cuarto. Cuando me levanté vi que mi mamá estaba durmiendo, al rato se despertó, me dijo que iba a mirar una receta y preguntó qué hacíamos de almuerzo. Yo le respondí que usáramos el arroz que había quedado del día anterior que estaba tan rico, papas bravas, carne asada y ensalada, pero como a ella le gustaba que quedara todo de buen sabor, me dijo: ‘¿Cómo harás la carne si no está bien sazonada?’.
Me puse a hablar con la muchacha del servicio, le dije que hiciéramos unos camarones al ajillo. Y volví a donde mi mamá y le mostré otra receta. Subió a su cuarto mi hermano Camilo, ella habló con él, nos reímos; yo me bajé, él también y me fui a hacer el almuerzo. Ella quedó superbién. Al rato, cuando subí de nuevo y fui al baño, mi mamá estaba desgonzada. La escena fue muy fuerte, todo en cuestión de segundos, no sé qué pasó”.
Natalia cuenta que su mamá estaba estresada en los últimos días, principalmente luego de que su hermano Álvaro Córdoba admitiera cargos por narcotráfico en Estados Unidos. “Estresada con todo lo que le montaron en este país, la persecución, ¿quién no se va a estresar? Ella demostrando su inocencia y cada vez le salían más cosas. Ella tenía sus achaques, pero normal, el estrés”.
“Es que es familia, familia es familia y a uno le duelen los problemas de la familia, a uno le duele que un hermano tenga problemas y que uno no sepa qué hacer. Ella no sabía que él se iba a declarar culpable. Nosotros no teníamos la más mínima idea. Claro, obvio, era su hermano, con el que hacía política. A uno le duele porque uno confiando y de un momento a otro que él diga que es culpable y mi mamá sin saber. Mi mamá siempre confió en su inocencia, pero pues a todos nos sorprendió”, contó Natalia.