SEMANA: Si usted siguiera en la Policía, ¿qué grado tendría?
ÁNYELO PALACIOS: Mis compañeros están siendo llamados para hacer curso a teniente coronel, y si Dios permite y se hace justicia, yo me reintegro con ellos a hacer ese curso.
SEMANA: Ya hablaremos de eso. Lanzó un libro recientemente donde cuenta toda su historia, ¿por qué?
A.P.: Llegó el momento de hablar con la verdad, de no sentir temor y no sentir pena porque es importante que todo el mundo sepa quién es Ányelo Palacios, la persona que enfrentó una red en la Policía. Quiero contar mi historia, y desde acá (Estados Unidos) tuve el impulso de romper el miedo para contar mi propia historia y no escucharla por boca de los demás.
SEMANA: Se habla de unas 300 víctimas por la denominada ‘comunidad del anillo’ y desde que usted denunció se han conocido varios hechos. ¿Qué ha pasado en este tiempo?
A.P.: Estos hechos ocurrieron en 2004, y no fui la única víctima; hubo muchas personas más que fueron víctimas como yo. Decido contar todo porque, cuando usted pertenece a una institución tan respetada y admirada como la Policía Nacional, le duele a uno que internamente se manejen muchas cosas que para los demás serían increíbles. Empezaron los acosos, las persecuciones. Cuando tú te presentabas a una dependencia a trabajar, notabas que el trato hacia ti era diferente, haciendo mención sobre lo que viví en ese momento. Yo ya estaba cansado y enfermo porque en 2014 me dio un derrame cerebral por todo este acoso y persecución. Entonces, le conté a mi madre y mi hermano lo que me había pasado, y llegó el momento de denunciar. Ahí fue donde yo tomé la decisión, me llené de fortaleza e hice las respectivas denuncias.
SEMANA: Cuando usted denunció, pocas personas le creyeron…
A.P.: Yo nunca he atacado a la Policía Nacional porque la amo y la llevo en mi corazón. He denunciado a algunas personas que fueron las que me hicieron daño internamente. Al principio, fueron difíciles los señalamientos y agresiones por parte de familiares, oficiales activos y retirados, pero siempre en mi corazón hubo una tranquilidad porque estaba haciendo las cosas bien. Es difícil porque era Ányelo Palacios contra el Estado y contra la Policía. Enfrentarlos no fue fácil, pero siempre tuve la ayuda de Dios. Toda mi familia me acompañó en este proceso y creyó en mí. Muchas víctimas fueron calladas, ya no están en este mundo, pero tuve los pantalones para enfrentar la corrupción en la Policía que afectó a jóvenes que hacían parte de la institución.
SEMANA: Dice que muchas víctimas ya no están. ¿En algún momento pensó que correría la misma suerte?
A.P.: Lo pienso todavía, tengo temor de que me quieran callar. Y eso me preocupa mucho, sobre todo, por mi familia, ya que en muchos escenarios le he pedido al presidente de la República y al director de la Policía protección para ellos, pero me siento abandonado.
SEMANA: ¿Por qué?
A.P.: Por ejemplo, mi casa en Cúcuta la han intentado robar en tres ocasiones y he pedido ayuda de la Policía, pero la respuesta es que en esa ciudad se están metiendo en todas las casas. El problema es que esas veces que han entrado no se han llevado nada, es decir, no son robos. Es como si estuvieran buscando algo específico. Por eso me preocupo, porque yo estoy en Estados Unidos, pero mi familia está en Colombia. Estoy preocupado por mi familia.
SEMANA: Cuando usted dice que ha hecho peticiones, ¿han sido directamente a Gustavo Petro y al general Salamanca?
A.P.: A través de los medios de comunicación, y aprovecho esta entrevista para hacer el llamado al presidente Gustavo Petro y al general William Salamanca para que haya resultados y se le brinde seguridad a mi familia. Si eso no es viable, ayúdenme a traer a mi familia a Estados Unidos.
SEMANA: ¿Tiene temor de que atenten contra su familia?
A.P.: Siempre he tenido ese temor, sobre todo, cuando ocurren hechos como los que mencioné.
SEMANA: ¿Por qué lo destituyeron de la Policía?
A.P.: Yo era comandante de la Policía de Florencia, Caquetá. Después de las denuncias, ellos buscaron la forma de hacerme daño y desprestigiar mi nombre para que las denuncias que había hecho no fueran creíbles. Eso lo lograron cuando ubicaron a una persona e hicieron un complot donde supuestamente yo extorsionaba a los comerciantes. Llamaron a declarar unos 30 comerciantes y ninguno me acusó. Los supuestos tres millones de la extorsión me los enviaron con dos policías que nunca ubicaron. Fueron fantasmas los que declararon, porque nunca nadie comprobó nada. Le dieron crédito al testimonio de una mujer que nunca fue corroborado. Entonces, me sancionaron y me sacaron en tiempo récord de la institución por las denuncias que hice. Quisieron verme fuera de la Policía, e inventaron presuntos delitos que tampoco comprobaron. La Fiscalía Penal Militar, en un fallo de 80 páginas, demostró que nunca cometí delitos y que era inocente. En este momento, con mis abogados, acudimos a la demanda por nulidad y restablecimiento del derecho para volver a la Policía Nacional, y estoy a la espera de eso. Una vez se haga justicia, créame que mañana mismo me voy para Colombia y me pongo el uniforme con mucho orgullo hasta que Dios me dé la potestad de estar en mi hermosa institución.
SEMANA: ¿Se sentiría tranquilo si vuelve a la Policía?
A.P.: Pienso que es como encerrar mil ratones y tirar un pedacito de queso, pero a mí no me importa, sobre todo, si es por salvar la vida de más personas que han sido víctimas de algunos superiores. Quiero alzar la voz por aquellos a los que les da miedo hablar y denunciar, por lo que nos ha pasado a los que hemos denunciado, por lo que ha pasado con los que han callado con la muerte.
SEMANA: Usted dice que les ayudaría a quienes siguen siendo víctimas. ¿'La comunidad del anillo’ sigue existiendo?
A.P.: Yo llevo casi dos años fuera de Colombia, pero hasta cuando estuve en el país, sí, y no solamente en la Policía, sino en muchas entidades. Para nadie es un secreto que hay muchas personas que todavía hacen parte de otras instituciones y que les da miedo denunciar por lo que me pasó a mí. ‘La comunidad del anillo’ sigue existiendo.
SEMANA: Ya nos contó que está en Estados Unidos. ¿Por qué se fue para allá?
A.P.: Por muchos episodios que estaban ocurriendo en Colombia, cansado de verdad de todo este nivel de riesgo que tenía, cansado también de estos juzgamientos en escenarios públicos, cansado de tocar las puertas de la justicia para que me prestaran protección. Hice el trámite para tener mi visa, pero me la negaron, así que decidí cruzar por el llamado hueco, y viví esa experiencia tan dura que no se la deseo a nadie. Y más cuando a ti te roban en tu país, una de tus supuestas amigas, te roba la plata para que te reciban en México, y en México te secuestran otra vez para pagar la misma cantidad de dinero.
SEMANA: Es decir, usted le pagó a una amiga para llegar a México y pasar a Estados Unidos…
A.P.: Sí, según ella, ya estaba todo pago para pasar, y me vendió la idea de que era fácil. Por eso hago el llamado a quienes quieren viajar para que tengan cuidado porque yo corrí con suerte. Esta mujer me sacó casi 30 millones de pesos para encargarse de todo en México y Estados Unidos.
SEMANA: ¿Y qué pasó con ella?
A.P.: Se perdió y me robó a mí y a otras personas. El mismo día que yo salí del aeropuerto de Rionegro, se desconectó totalmente. Cuando llego a México, me agarra un grupo delincuencial porque me pidieron otros 30 millones para dejarme ir, eso es secuestro. Entonces ahí empieza otro capítulo de mi libro, porque llegar fue muy difícil.
SEMANA: Llegó a México, lo secuestraron, ¿y qué más pasó?
A.P.: Allá estuve casi cuatro o cinco días privado de mi libertad. Hasta que mi mamá consiguió la plata para enviársela a ellos.
SEMANA: Esos cuatro días tuvieron que ser un infierno…
A.P.: Claro, conviví con más de 25 personas en un cuarto. Tuve que escuchar cosas desgarradoras, y creáme que vivir eso es un infierno.
SEMANA: ¿Cómo lo soltaron?
A.P.: A uno no lo sueltan, uno sale con ellos y lo pasan por el hueco. Pasamos como cien personas, donde se ven niños, mujeres embarazadas y personas de la tercera edad. Cada quien lucha por pasar. Llegamos a Texas y allá nos entregamos al Ejército, y ya empieza el protocolo en Estados Unidos. Algunos salen al otro día, otros salen el mismo día, pero a mí me tocó estar casi diez días. Pasaron los días y pensé que ya iba a salir. Pude hablar con mi familia, pero me enviaron a la cárcel por más de dos meses y medio.
SEMANA: ¿Por qué lo metieron a la cárcel?
A.P.: A la cárcel vamos todos; los que deportan es por disponibilidad de vuelos, pero al entrar de ilegal se comete un delito y uno va a la cárcel. En un par de ocasiones me preguntaron por mi caso en Colombia y no sé cómo se enteraron, aunque tienen unas bases de datos increíbles.
SEMANA: ¿Qué le decían?
A.P.: Me pedían información, me hacían propuestas, pero yo decidí hacer el proceso normal con mis compañeros de celda y esperar lo que tuviera que esperar para hacer el paso legalmente. Con la experiencia que tuve en mi país, yo ya no volví a creer más en nadie.
SEMANA: ¿Cómo fueron esos dos meses y medio en la cárcel?
A.P.: Estar en una celda con más de cien personas de otros países y que no conoce es muy difícil. Pero lo más difícil es que había unos policías retirados y me reconocieron. Eso me impresionó mucho porque ellos contaron quién era yo, y tuve problemas porque me tocó defenderme. En el baño tuve una pelea porque eran tres y tuve que responder a los golpes. Si en la cárcel uno no se defiende, pues nadie lo respeta. Por esta pelea me tuvieron aislado, pero me sirvió para ganar un poco de respeto, y de ahí los colombianos nos unimos para protegernos. Ha sido la peor experiencia de mi vida, pero ahí inició la idea de mi libro.
SEMANA: ¿Y cuál es su estatus en Estados Unidos en este momento?
A.P.: Solicité asilo, estoy en ese proceso migratorio, pero estoy legalmente acá. He tenido que hacer esfuerzos para pagar a mi abogado, pagar lo que tenga que pagar para vivir y trabajar en lo que sea.
SEMANA: ¿En qué está trabajando?
A.P.: Empecé reciclando, pintando, instalando pisos, de mesero y haciendo de todo. Me dedico a lo que salga porque acá no se puede perder el tiempo. La vida en Estados Unidos es muy costosa, y aprendí a valorar eso. Al principio, me tocó dormir en el piso porque no había para el hospedaje.
SEMANA: Después de todo lo que ha tenido que pasar, ¿qué piensa de quienes usted denunció?
A.P.: Yo soy una persona creyente y todos los días ofrezco lo que pase a Dios; en su momento llegará la justicia divina. Yo oro por esas personas todos los días, oro por las familias de esas personas y les pido perdón, pero no un perdón de arrepentirme de haber denunciado, eso jamás. El perdón es porque no tienen la culpa de tener dentro de su familia a personas que nos hicieron daño y nos destruyeron la vida.
SEMANA: Pero si le destruyeron la vida, ¿no le da temor volver a la Policía?
A.P.: Si se hace justicia, se actúa en derecho. Yo no necesito que me tengan lástima ni consideración. Lo que pido es que se falle correctamente, porque el sueño más grande que tengo es uniformarme de nuevo para trabajar por Colombia.
SEMANA: Han pasado muchos años y seguramente la gente joven no recuerda esto. ¿Qué fue ‘la comunidad del anillo’?
A.P.: Una experiencia muy dura porque éramos jóvenes en ese momento de 16 o 17 años, y que desafortunadamente fuimos víctimas, no de la institución, sino de algunas personas que hicieron parte de ella y que nos hicieron daño en todo sentido.