En la víspera del 20 de julio, un dato estadístico y frío ―como todos los números― advertía que la sesión del Congreso del día patrio de 2022 sería histórica. La oficina de prensa de la saliente administración aprobó 540 acreditaciones para igual número de periodistas que justificaron su presencia en el Capitolio.
El miércoles festivo, día en que los congresistas son de los pocos “infortunados” que debieron levantarse a trabajar ―por ley―, solo 300 respondieron a la expectativa.
Los habituales reporteros de los medios de comunicación tradicionales estaban repartidos entre reuniones previas y las tres sesiones plenarias del día, en las que saldrían numerosos titulares para ser despachados de manera inmediata.
También había un entusiasmado grupo de redactores y fotógrafos de agencias internacionales o medios del extranjero, conscientes que en un día festivo tuvieron que trabajar para ser testigos de un hecho que partiría la historia, al menos la del Congreso colombiano.
Y una mayoría de periodistas de medios alternativos, casi todos debutantes en uno de los edificios más emblemáticos del centro de Bogotá, el único con gárgolas apostadas sobre su techo.
Más allá de la cifra, la primera sesión de instalación de una legislatura que inició con una hora y 44 minutos de retraso advertía que la jornada sería inédita. “Desde el desayuno se sabe cómo es el almuerzo”, pregonan las abuelas colombianas.
Además de tener todos los elementos previos para serlo, todo lo sucedido, en el salón elíptico sobre todo, terminó por convertir la del 20 de julio de 2022 en la sesión plenaria “de las primeras veces”.
“Corraleja”
Si los medios internacionales venían advirtiendo que este sería el primer Congreso con oposición de derecha, y no de izquierda, como hasta ahora; que sería el primero en el que las mujeres ocupan más del 30 % de las curules; o hasta el primer Congreso en que un senador puede sacar pecho de representar a 10 millones de electores ―como es el caso del ingeniero Rodolfo Hernández, primíparo a sus 77 años―, todo eso quedó confirmado, pues estaba previsto de antemano.
Lo que sorprendió a los más experimentados reporteros de la política nacional fue tener que dar reporte de la sesión con más elementos novedosos e inusuales de los que hayan tenido que registrar hasta entonces.
Aunque Colombia no es precisamente ejemplo mundial de puntualidad, la instalación del Congreso dio inicio formal a las 4:42 p. m. ―cuando estaba anunciada para las 3:00 p. m.―, hora en que el presidente Iván Duque, junto a la primera dama y los ministros del gabinete, atravesaron la alfombra roja desde la Casa de Nariño para pronunciar el último discurso de su mandato en el Capitolio.
Esta vez, el cielo de Bogotá estaba despejado y el clima soleado, muy diferente al casi negro y de tormenta con que se posesionó el 7 de agosto de 2018, día en que los acontecimientos también resultarían premonitorios.
Debió ser la primera vez que un discurso presidencial, que desde hace más de un siglo es todo un acto ceremonial, se convirtió en una batalla por alcanzar las mayorías en el aplausómetro o más decibelios en un sonómetro.
Que cada párrafo que pronunciara un mandatario fuera interrumpido por rechiflas u ovaciones desbordantes debe ser la primera vez que ocurriera en el Salón Elíptico.
Y es que también fue la primera vez que, hasta los más experimentados periodistas, pasaron afugias para definir quién era oposición y quién era gobierno; un vacío producto de que este 20 de julio los que se posesionaron como coalición del nuevo gobierno eran la oposición del gobierno saliente. Quizás por eso llegaron con ánimos tan caldeados, con carteles preparados y con ganas de revancha, o al menos de ganar en el último minuto.
Fueron 62 minutos lo que duró el presidente Duque, algunos alzando la voz cada vez que el guirigay pretendía silenciar la suya, en los que el Capitolio parecía una gallera, o un parque antioqueño eufórico en un mano a mano de trovadores.
Rodolfo Hernández, quien probablemente pudo haberlo visto todo en la vida, o casi todo, nunca imaginó que “una corraleja tuviera más orden que una sesión de apertura del Senado”, como escribió en su Twitter, a las 6:00 de la tarde. De quien algunos esperaban un debut con polémica, terminó siendo el más aterrado, estrenando su curul. “Pobre país” y un emoji de corazón roto fue la manera en la que finalizó su trino.
Nunca antes un presidente de la República en ejercicio había tenido que regresar a la Casa de Nariño por un camino diferente por el que entró, atravesando la Plaza de Armas del palacio presidencial y la plaza Rafael Núñez.
Duque, aconsejado por sus edecanes, salió del Elíptico por la puerta lateral, secreta para los menos habituales, detrás del atril principal, y que conduce a la plaza Tomás Cipriano de Mosquera, o general “mascachochas” en la jerga de los veteranos periodistas, la misma que se ve tras las famosas columnas a manera del Partenón griego, desde la plaza de Bolívar, a la espalda de la estatua del libertador.
El camino más largo posible hacia la Casa de Nariño desde el Capitolio, a pie por la carrera Séptima, una cuadra hacia el sur, para volver a llegar a la Plaza de Armas del palacio, cuando, perfectamente, pudo haberla cruzado un cuarto de hora antes.
“Corbatas”
Cuando un par de minutos de receso tuvieron que decretarse para bajar los decibeles de pasión, como siempre que suena la campana tras un asalto de ‘toma y daca’ en el boxeo, lo que sucedió a continuación de la instalación tampoco tiene antecedentes, sobre todo, desde el punto de vista del reglamento, y hasta del protocolo.
Porque nunca antes se había visto tanta gente de pie, cubriendo a los nuevos congresistas, a punto de jurar ante la Constitución. Muchos, incluso, hombres sin corbata y camisa abierta, cuando uno de los mitos del Elíptico precisamente era que solo podrían estar adentro quienes tuvieran anudada esa prenda en el cuello.
En los años 80, Pablo Escobar tuvo que pedir una corbata a uno de sus acompañantes, o de sus escoltas, o que mandó a comprar frente del almacén Tía, donde hoy queda el Éxito de la Plaza de Bolívar. Al menos eso cuenta la leyenda, con nuevos elementos, cada vez que se trae a colación.
Intentando enfocar entre cabezas que nada tenían que hacer ahí, con o sin corbata, decenas de congresistas primíparos se alistaron para responder “sí juro”, cuando se leyó el inciso en que se invoca a Dios para comprometerse a respetar la Constitución.
El “VAR”
Fueron los instantes más esperados por la mayoría que intentó verlo desde la propia alfombra del Elíptico, o en sus barras, antes que desde las pantallas de los televisores instalados en los pasillos del Capitolio.
Los primíparos llegaron al recinto acompañados por numerosas comitivas, cuando solo dos familiares tenían derecho a tarjeta de invitación. Si casi nunca se había visto un alcalde de Bogotá en la instalación de una nueva legislatura, la presencia de Claudia López bien pudo obedecer a tener derecho a una de las dos invitaciones de esposa, la reelecta senadora Angélica Lozano (Alianza Verde).
El juramento fue reclamado por el conservador Juan Diego Gómez, (saliente) presidente del Senado. Jennifer Arias, su homóloga en la Cámara, sin ningún antecedente y aprovechando la confusión, lo proclamó presidente de la “Junta Preparatoria”, la que según el reglamento (ley 5 de 1992), en su artículo 17, es la encargada de posesionar a los nuevos congresistas.
Tras el “sí juro” y los primeros aplausos sin silbidos, Gregorio Eljach, secretario del Congreso, el hombre que más emolumentos percibe entre cuantos servidores públicos estaban allí reunidos, incluidos magistrados (uno de ellos con la carta de renuncia a su cargo), certificó su nueva condición de congresistas por cuatro años.
Héctor Riveros, cercano al Partido Liberal de César Gaviria y actual columnista de La Silla Vacía, advirtió en su cuenta de Twitter que lo que había provocado la alegría unánime de la tarde estaría presuntamente viciado:
Pocos habrán atendido a ese mensaje en Twitter, dentro de un recinto donde la señal de datos móviles y la señal de wifi tiene tantos vacíos de cobertura, como en muchos rincones del país.
Minutos después, Julián Galló (Antonio Lozada, su alias en las Farc), como vocero de la oposición, reclamó un intento de saboteo contra su réplica al discurso del presidente Duque; un reclamo injustificable cuando en la señal oficial de televisión se escuchaba a la perfección cada una de sus insistencias de “sonido, sonido” a los operarios.
“Primiparada”
El único reclamo justificado, en apariencia, fue el de Clara López, pero porque no pudo dar con el mecanismo para activar su micrófono y que iluminara su bombillo rojo.
Falla previsible, en criterio del comentarista de la transmisión del canal institucional. En un día de primíparos y de primeras veces como nunca, era lógico cualquier traspié de esa índole.
Lo que no parecía lógico era que la experimentada exalcaldesa de Bogotá y exministra de Trabajo, curtida superviviente de la UP y expresidenta del Polo Democrático, apenas se hubiera estrenado como congresista este 20 de julio.
Juan Diego Gómez, en lo que se calificó como una decisión apresurada, levantó la sesión del Congreso en pleno, para que Senado y Cámara se fueran a elegir, o mejor, proclamar a sus nuevas mesas directivas. La última vez del antioqueño pareció como si fuera la primera vez de un recién posesionado. Le faltaba tramitar la renuncia del magistrado del Consejo Nacional Electoral, Jaime Luis Lacouture Peñaloza, quien rondaba a la espera, confundido entre nuevos congresistas.
Al revisar el reglamento, y tras confirmar el error, solo el Senado pudo sesionar después. La plenaria inaugural de la Cámara de representantes, por primera vez, no tuvo lugar un 20 de julio, como pasará a la historia la de este 2022.
“Arrollador Barreras”
Para Roy Barreras, seguramente, pocas cosas eran novedad. La primera vez que fue elegido presidente del Senado hace 10 años, para el periodo 2012-2013, lo hizo con 79 votos a favor.
Esta, la segunda vez, parecía la primera, a la luz de su gesto sonriente desde que llegó al Capitolio, donde puso orden e hizo tertulia con sus nuevos “compañeros”: uno, de corazón como lo confesó, Iván Cepeda, al que un policía casi saca del recinto; el otro, el propio Gallo, quien probablemente había sido elegido de manera calculada para que cantara antes del amanecer para despedir a Iván Duque.
Aunque la escrutadora de la elección, Angélica Lozano, dijo estar en modo Alexander Vega, registrador nacional y a lo mejor para distender al plenario, tras 25 minutos de la votación y el preconteo se declaró “sorprendida” por el veredicto de la única urna instalada.
Barreras, en cambio, nunca se mostró sorprendido cuando de los 105 votos depositados, de los 108 senadores que este miércoles festivo han debido posesionarse, 92 respaldaron su nombre, cabeza de una sola plancha, completada por otros cuatro, un senador liberal, otro del Centro Democrático, y el secretario general, del partido de la U, y el subsecretario, del Partido Conservador.
Mesa directiva que investirá a Gustavo Petro en la sesión del Congreso en pleno del próximo 7 de agosto, festivo por ley, pero coincidente en domingo.
Tras un discurso de posesión que no se prolongó más de 30 minutos, cuando en otras épocas podría prolongarse hasta robar pantalla en algún directo de noticiero de la noche, y una de las ovaciones más cerradas que se recuerden, Roy Barreras no perdió tiempo e impartió la orden de ponerse a trabajar. Hasta al propio Petro y su gabinete, a quienes reclamó las reformas el 7 de agosto, “no en septiembre ni en octubre”.
Mientras se quitaba el saco azul marino ―con la paloma de la paz de Santos en la solapa― y quedaba en mangas de camisa, dieron play a un video, proyectado en la pantalla y en la transmisión de televisión pública, sobre la vida y obra de Barreras, que el propio presidente del Senado dio la orden de interrumpir, porque se estaba alargando más de la cuenta.
Lo hizo, eso sí, solo cuando todos habían oído lo poquito que necesitaba que escucharan. Prometió publicarlo completo en las redes sociales. Nunca antes un discurso de posesión de un 20 de julio había terminado con más de un minuto de ‘shampoo’ en la pantalla y con un video previamente producido.
“Voto secretos, ¿sapos tragados?”
Los que esperaban que en la urna se traicionaran los acuerdos, debieron sumar una nueva decepción con la aplanadora que Barreras montó en torno a su nombre. La misma que pasó por encima de quien, hace apenas cuatro años, fue el único senador que se hizo elegir en la Colombia Humana que impulsó Gustavo Petro, su tocayo y único escudero Gustavo Bolívar.
Precisamente, la incógnita de la tarde fue saber el voto de Bolívar, pues los editores de las páginas políticas estaban ansiosos por corroborar si el “escudero natural” votaría contra la instrucción de Petro.
Tras el triunfo de Barreras, “confesó” en la red social que “no” había votado por el senador vallecaucano, aunque todo el país lo sabía desde el día en que Petro lo postuló.
Lo dijo a pesar de que a Roy se le debe que el nuevo presidente empiece su mandato con 25 votos más para su coalición, los de la U, garantizados con la foto entre el hoy presidente electo y Dilian Francisca Toro, 24 horas antes de la instalación.
La misma excongresista que cuando cayó en desgracia, tras pasar por la presidencia del Senado, Bolívar dio fuera de combate (K.O), aunque lamentó que le dieran casa por cárcel.
Así lo escribió en su Twitter, a las 11:02 minutos de la mañana del 24 de julio de 2012, cuatro días después la primera elección de Barreras, aquel entonces por el partido de la U, el mismo que Dilian representó cuando fue presidenta del Congreso, en el 2016, cuando le impuso la banda presidencial a Uribe. Al revés, en un error de “primera vez”.
Si no votó por Barreras, en un “tarjetón” en el que no había “candidato opositor”, Bolívar solo dispuso de tres opciones para evitar hacerlo por el candidato aclamado por el resto de la plenaria.
En consecuencia, el de Bolívar pudo ser uno de los 11 votos en blanco, o uno de los dos votos anulados. No se puede descartar que haya sido uno de los tres “votos ausentes”, pues se depositaron 105 votos de 108 senadores.
Las sospechas radican en que solo dos nombres fueron identificados a plenitud en la lista de ausentistas: Piedad Córdoba, del Pacto Histórico, y Mario Castaño, del Partido Liberal; paradójicamente de los partidos del presidente y el vicepresidente del Senado, respectivamente. De llegar a comprobarse que Bolívar no depositó su voto, estando al interior del recinto, podría estar expuesto a una demanda disciplinaria, si algún “enemigo” llegó a pescarlo en esas.
“Trabajar, trabajar, trabajar”
Sin perder tiempo, Barreras posesionó al vicepresidente Miguel Ángel Pinto; al segundo vicepresidente, Honorio Henríquez, y al secretario Gregorio Eljach y al subsecretario Saúl Cruz.
Cómo no hacer una nueva comparación con el congresista Frank Underwood, coordinador de las mayorías en el Capitolio gringo, en serie de ficción House Of Cards, la más vista de Netflix en 2013, precisamente el año en que Roy Barreras por primera vez despachó desde la presidencia del Senado.
La imagen de Underwood, sin saco, poniendo a trabajar sin descanso a sus asesores, o buscando votos para sacar los proyectos de su gobierno, fue reeditada este 20 de julio por Barreras, casi que incurriendo en los pecados de un spoiler.
Convocó al Congreso en pleno para resolver la renuncia del magistrado, que ya se había ido del Capitolio a esas alturas de la noche, para que “destrabe” la plenaria de la Cámara de Representantes, donde otro de los elegidos por el Pacto Histórico, David Racero, será presidente.
Sin embargo, no será la primera vez que un mismo partido ostente las presidencias de Senado y Cámara, en un mismo periodo legislativo. Ya lo había tenido la U, con el paisa Augusto Posada, en 2012, la primera vez que Roy Barreras fue elegido presidente del Senado.
Luego, según lo anunció, las siete comisiones constitucionales del Senado debían ser instaladas, pero el secretario Eljach le hizo rectificar al mostrarle que, según el reglamento, podrán convocarse para la próxima semana.
Tras la aclaración, Barreras concedió la palabra a Julián Gallo, senador de Comunes, elegido vocero de la que hasta este 20 de julio fue oposición, para dar réplica al presidente Duque.
El que probablemente fue el discurso de la fecha, como el de Ernesto Macías el 7 de agosto de hace cuatro años, y el que pudo ser el más ‘veintejuliero’ en el aniversario 212 de la independencia nacional, le sacó la cuenta de cobro de todas las que tenía apuntadas desde que presentó el proyecto de objeciones de la Jurisdicción Especial para la Paz.
Necesitó de tres minutos más que el tiempo que el reglamento le establecía, tiempo de adición que Barreras concedió sin ninguna oposición, como si quisiera demostrar garantías a quien cuatro años antes, en teoría, era oposición al partido de la U, aliado del gobierno Duque. “Chao, Duque”, con evidente rabia, le dijo el exguerrillero, tras reconocer el único logro que tuvo en su gobierno: “pavimentar el camino por el cual la oposición transitó para convertirse en gobierno”.
La sesión plenaria de las primeras veces terminó también de manera inédita, con unas sinceras palabras del reelegido Gregorio Eljach: “muchas gracias a todo quienes nos apoyaron, a Saúl y a mí. Reconocimiento eterno”.
También podrá recordarse como la primera en que una senadora, Martha Isabel Peralta Epieyú, intervino en wayuunaiki, lengua materna de los indígenas wayuu. O que otra mujer, la senadora Esmeralda Hernández (Pacto Histórico), estuviera acompañada por su mascota, y Cometa, el primer canino en presenciar una instalación del Congreso.
Casi 300 periodistas reportando, de los 540 que fueron acreditados, seguramente tendrán algo para contar. Muchos, en su primera vez en el Capitolio. Primera vez que resultó para la historia.