Las cosas no salieron como el presidente Gustavo Petro planeaba al citar al expresidente Álvaro Uribe a la Casa de Nariño para hablar sobre la reforma a la salud. El nuevo intento de un acuerdo nacional no convence lo suficiente.
Petro, que defendía la imposición de cambios en el país bajo la excusa de un mandato popular, se quedó sin el apoyo en las recientes elecciones regionales. Ese voto castigo se ha revelado en el Congreso, que se encuentra paralizado porque el Gobierno insiste en sacar adelante una reforma a la salud que causa pánico entre la gente y los expertos.
Esta falta de respaldo obligó a Petro a hablar con sectores con los que tiene múltiples diferencias y a quienes ha maltratado en sus redes sociales, como los empresarios más importantes del país, gremios y oposición. Una de las principales acciones fue invitar al expresidente Uribe a un “tinto”, el pasado miércoles en la tarde.
Petro buscó la voz de Uribe para dialogar sobre un proyecto que pretende cambiar casi que por completo el sistema de salud colombiano y que ha generado múltiples reacciones.
Por ejemplo, el Centro Democrático estima que no se debe hacer una reforma, dado que los cambios que requiere el sistema se pueden hacer mediante la implementación de leyes que ya existen. Por otro lado, Cambio Radical cree que se debe reformar el modelo, razón por la cual han radicado contrarreformas para cambiarlo sin destruir el avance de 30 años.
Los sectores alternativos que se han opuesto fuertemente al proyecto, que piden reunión con el presidente para concertar, son más diversos y con menos distancia a lo que plantea el Gobierno. Congresistas como Jennifer Pedraza opinan que, si bien es una mala reforma, se les deben quitar los recursos a las EPS.
Catherine Juvinao, a quien tampoco le gusta la iniciativa, considera que el giro directo de la Administradora de los Recursos del Sistema General de Seguridad Social en Salud (Adres) a los proveedores se debe implementar.
También fue un error producir expectativa ante una reunión que nunca iba a generar consensos. El representante David Racero, presente en el encuentro, dijo que la idea era construir conjuntamente la mejor alternativa para el país y que el mandatario iba a “modular el pensamiento e intentar llegar a acuerdos”. Uribe reiteró en varias ocasiones que no fue un diálogo, sino un debate sobre la reforma. El presidente tampoco se movió de su posición.
La reunión no significó ningún avance, pero tampoco un retroceso, pues dejó la reforma en la misma incertidumbre y estancamiento. No hubo compromiso de cambios y tampoco se agendó un nuevo encuentro.
El tercer error, que sí perjudicó la reforma, lo cometió el ministro de Salud, Guillermo Alfonso Jaramillo, a la salida de la reunión. Se refirió a las opositoras más visibles del proyecto con displicencia, sugiriendo que la Alianza Verde debe respaldar la iniciativa porque “disfrutan” de representación en el Gobierno.
Al día siguiente, en la discusión de la reforma en la Cámara de Representantes, los 15 congresistas de la Alianza Verde fueron recusados por posibles acuerdos burocráticos a cambio del voto favorable. Indignados, la gran mayoría de parlamentarios del partido se retiraron del recinto mientras se intentaban votar artículos neurálgicos en bloque y sin discusión previa.
El Gobierno se quedó sin quorum y sin quién confíe en su palabra, ya que Andrés Calle, presidente de la Cámara de Representantes, prometió que no se iba a votar en bloque en este tramo complejo de la discusión.
La reforma quedó igual en términos del articulado, pero el Gobierno se encuentra en una posición peor a la hora de conseguir las mayorías.
La Alianza Verde está al borde de la independencia, el Centro Democrático seguirá rompiendo el quorum, Cambio Radical se siente excluido y solo quedan los acuerdos al menudeo, que parecen ser efímeros. El presidente Petro debe entender que, más allá del diálogo, un acuerdo nacional se debe traducir en un cambio de postura de su parte.