La pasada concentración de la Reserva Activa (RA) puede ser el despertar de un león dormido. Ambiente de regocijo se vivió el pasado 10 de mayo de 2023 con motivo de la nutrida asistencia a la marcha, sobre todo porque esto era un sueño frustrado durante años. Este hecho es interesante, y más allá de la algarabía y los titulares, hay varios elementos a considerar.
Juntos, pero no revueltos. Pese a que por default se asume que los uniformados son un cuerpo homogéneo y esquemático, la realidad es que no lo son del todo, y en muchos casos se han hecho visibles sus diferencias, y es que aunque portaron el mismo camuflado y se tenga un pasado común, en realidad las Fuerzas (Armada, Ponal, Fac, EJC) son la representación del país (particularmente regionalizado) con diferentes ascendencias culturales y geográficas, que tras el retiro no facilitan la acción unificada nacional; así mismo, la organización por grados, cursos y especialidades, conlleva a una disposición fragmentada, nuclear, con muchos liderazgos e interlocutores.
Al final, los ejércitos son unidades jerarquizadas y por definición místicas, sin embargo, cuando se pasa al retiro se mantiene el respeto, pero no la sujeción y eso conlleva a que se creen asociaciones de soldados, suboficiales y oficiales que intentan mantener vigencia, pero que periódicamente luchan contra el desinterés heredado del retiro.
Insospechado resultado. Por lo anterior, hemos visto con relativa frecuencia a generales intentando aprovechar el aire que traen bajo la capa cuando dejan el mando y pasan a la vida civil, para incursionar en política y que se ilusionan con cautivar una nidia e inmensa masa electoral, apetecible en los números, pero difícil de consolidar. Tradicionalmente se ha estimado que, en suma, los retirados y activos pueden representar más de medio millón de personas que, aunque no voten, tienen influencia sobre sus esposas, hijos, padres, abuelos… y que en conjunto pueden representar millones de votos, lo que ha sido piedra de tropiezo para que varios uniformados terminen frustrados con pírricas votaciones.
Esta situación ha sido extensiva a la movilización, ya que ha sido difícil reunir a un grupo significativo de personas, particularmente por la fragmentación, el desinterés, la falta de un genuino liderazgo y sobre todo la inexistencia de una causa común “legitima”. El cambio está en que en la era de las comunicaciones (WhatsApp, Twitter, Zoom…) se ha diluido el problema de la coordinación y se ha disminuido la dispersión.
Homogeneidad y oportunidad. Tradicionalmente se ha asumido que todos los uniformados son de “derecha política” (si es que eso tiene algún significado concreto en el siglo XXI), y aunque es errado generalizar, es un hecho que más que unidad política existen algunos valores comunes y una válida y legítima visión sobre la sociedad, ya que más que afiliación partidista concreta, lo que los uniformados comparten es una perspectiva de la sociedad, construida y moldeada a partir de su paso por la institución y que en algunos sectores políticos se ha querido menospreciar y pormenorizar al denominarlo como “lavado de cerebro” o “adoctrinamiento” con el fin de encasillar y estigmatizar. Sin embargo, hay ingenuidad en quienes quieran desconocer un grupo tan grande y particular que en general conserva un alto nivel de respeto, gratitud y respaldo en varios sectores de la sociedad.
Cierto es que si bien mencionamos previamente la inmensa diversidad y dispersión en la organización, sí existe un espíritu de cuerpo que se manifiesta con valores comunes, como: el civilismo, la reserva de la mística, la disciplina, espíritu democrático, la columna de la familia, los símbolos, el patriotismo, el rechazo al crimen organizado, la protección de la memoria, la tradición y la camaradería, la cual se hace extensiva a los soldados activos. Es de neófitos pensar que los uniformados están amarrados a un político o un partido en concreto, realmente lo que comparten es una legítima visión de lo que debería ser la sociedad.
La marcha y la convocatoria. Así pues, sorprende la rápida y nutrida respuesta a una breve convocatoria de grupos de WhatsApp, que utilizó como medio los subgrupos de las especialidades (infantería, ingenieros, caballería, agentes de policía, armada y fuerza aérea…), y que se unió en un llamado conjunto, sin distingos particulares, bajo la consigna de soldados y policías, todo con un objetivo político pero apartidista, y pese a que hubo algunos nubarrones, en general hubo un esfuerzo por cerrar los micrófonos a los partidos y mantener el movimiento limpio de algún cacique electoral, con la consigna de resaltar el activismo de los soldados/policías como grupo de presión particular.
Pese a lo que se ha especulado, la convocatoria sí tuvo un fin concreto: el de protestar en contra del gobierno del presidente Gustavo Petro, particularmente por su manejo de la fuerza pública y su política de seguridad y defensa. Por supuesto que en las consignas y en el ambiente se sentía la indignación por los constantes atropellos que se han presentado en contra de los uniformados en ejercicio activo (inestabilidad jurídica y operacional), entre otras, por el nivel de solidaridad de cuerpo, ya que una vez soldado, soldado para toda la vida; es decir, la relación de solidaridad entre los uniformados activos y en la reserva es muy estrecha, y por empatía y solidaridad, se siente mucho el sentir de la tropa, incluso hay muchos lazos y parentesco entre los actuales y los retirados que están unidos por relaciones familiares, de compadrazgo y de solidaridad. Al final los de antes y los de ahora siguen patrullando tupidas selvas y complejos escenarios operacionales.
Organizar, consensuar y estructurar. En los últimos tiempos se ha intentado reunir a todas las organizaciones de veteranos para actuar como grupo, si bien que Acore ha sido lo mas sonado y consultado, no es la única, sino que existen el Cuerpo de Generales y Almirantes (CGA), el Colegio de Coroneles de la Policía, la Asociación de Veteranos de la Guerra de Corea, las Unidades Simbólicas de cada una de las Armas del Ejército, Acorpol, Aasofac, Interlanza, Acolsure, Fecolsure, Acolsamaye, Acomivic, entre otras, que en los últimos meses están intentando promover un proyecto denominado Fuerza Púrpura, el cual reúne cerca de 64 organizaciones que en lo inmediato plantean crear una Confederación con asiento en la Comisión Permanente de Concertación de Políticas Salariales y Laborales del MinTrabajo, y de ahí en la OIT-ONU. El tiempo nos dirá si logra consolidarse.
Inconformidad a la vista. Más allá del debate sobre las razones o su validez, es un hecho que hay gran inconformidad pública y privada en el sector; si bien hay uniformados que tienen filiación con el gobierno actual, en términos generales, hay una desmoralización palpable al interior de los cuarteles, que sumando a la zozobra propia de la guerra y el peligro evidente sobre la vida, crean mucha incertidumbre, máxime si el Gobierno no ha sido asertivo consolidando confianza. Por el contrario, ha sido errático en la comunicación y en la construcción y trasmisión de órdenes. Ahora bien, esto no debe ser llamado de confusión, ya que un asunto es la obediencia y el respeto por la cadena de mando y el superior jerárquico (en este caso el Ejecutivo) y otra es la confianza, la moral y la credibilidad que los uniformados tienen en sus jefes civiles. Es de básico comprender que un ejército desmoralizado es la cuota inicial de una catástrofe.
Ruido de sables. Particularmente, hemos sostenido conversaciones con varios líderes de la RA y ciertamente un golpe de Estado no está en la agenda de nadie, entre otras porque en el Ejército de Colombia existe una verdadera doctrina de respeto a las instituciones; sin embargo, los soldados son humanos y por ello también tienen opiniones y posiciones personales, por lo que no se puede desconocer el creciente rechazo (público y entre susurros) al Gobierno, y que el Ejecutivo no ha logrado entender y maniobrar con pericia. También es cierto que hay algunos temas particulares que generan mucho interés entre sectores de la RA, como los de la mesada 14, más atención a las víctimas de la fuerza pública y demás, pero que no son nuevos y vienen desde gobiernos anteriores, y los cuales seguramente serán parte fundamental en futuras conversaciones.
Héroes, veteranos y criminales. Pese a que se ha comprobado judicialmente la participación de algunos uniformados en actos criminales (siendo las ejecuciones extrajudiciales las más resonadas), estos casos no representan en absoluto a la inmensa cantidad de soldados/policías que han portado y portan el uniforme. Estadísticamente no llegan a ser ni el 1 % y las operaciones cuestionadas son ínfimas frente al número de acciones que ha conducido la fuerza pública en el territorio en las últimas décadas, por eso hay una extrema sensibilidad en la construcción de memorias y narrativas del conflicto, ya que se ha generalizado y estigmatizado a millones de soldados/policías honestos que sirvieron en favor de la patria y se ha querido desfigurar su rol de veteranos a criminales, es un auténtico juego de fuego con la posverdad, la memoria y la historia. Un llamado de atención a la construcción de una historia integral, ponderada, plural y analítica y no de sensacionalismo, pasiones, condicionamientos políticos/ideológicos y descontextualizada.
De manera que, el gobierno actual tiene varios caminos, el más provechoso es comprender que hay un león dormido que está superando sus históricos problemas de organización para protestar en contra de la política de gobierno y que son un grupo de presión muy grande, que conviene tener en cuenta. Craso error sería el caer en un desatinado discurso de la estigmatización o, peor aún, de la confrontación. El país requiere puentes y no muros.
Cerramos con algunos cuestionamientos esenciales: ¿será la RA capaz de organizarse más allá de los partidos políticos para ser un grupo de presión efectivo de cara a sus intereses? ¿Lograra el Gobierno entender y corregir su postura de cara a los uniformados? ¿Cuáles son las pretensiones y los mensajes de la RA al país? ¿Será la RA un nuevo punto de tensión ante la creciente polarización política?