En el corregimiento de Wimpeshi, ubicado a una hora del municipio de Uribia, en La Guajira, el funeral de Yudis González por poco no se practica con todos los honores con los que se despide tradicionalmente a un wayú. La razón: falta de agua. El fallecimiento de la indígena, de 49 años, ocurrió en un momento difícil para la región por cuenta de la prolongada sequía. No llueve desde septiembre de 2023.
Además, ocurrió en medio del escándalo a causa de la compra de 40 carrotanques por la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD), hoy parqueados y expuestos al sol y al agua en una base del Ejército, mientras los pobladores se las ingenian para rebuscar el líquido y subsistir.
Carmen Victoria Granadillo, pariente de la difunta, llegó hasta la Alcaldía de Uribia el jueves 21 de marzo con una carta en la que pedía agua, pero no corrió con suerte. Ni la UNGRD ni la Triple A –empresa de acueducto, alcantarillado y aseo– pudieron ayudarla. “No hay carrotanques”, informaron tajantemente. El rostro de Granadillo era de angustia.
Al funeral asistieron más de 250 parientes y conocidos de la finada y se quedaron durante nueve días, como es costumbre. A todos los hospedó, los alimentó con chivo asado y se les suministró agua, porque la comunidad, sin más opción, recolectó dinero y compró un carrotanque con agua tras la venta de chinchorros, mochilas y un par de animales. En ocasiones, el camión abastecido alcanza los 2 millones de pesos. En otras, 900.000 pesos.
Así se ha hecho en más de una docena de funerales indígenas, pues en la península de La Guajira parece que los wayús se pusieron de acuerdo para partir a la eternidad en este verano, cuando algunos de los carrotanques que circulan por las calles de Uribia están destinados a atender zonas de la Alta Guajira y, por ende, comprometidos. La lista de espera no parece tener fin.
A la oficina de Atención de Emergencias de la Alcaldía de Uribia han llegado 2.300 solicitudes de agua potable hasta la última semana de marzo, entre ellas las de las viudas y huérfanos que exigen casi a gritos el líquido vital. Es gente desesperada de la mayoría de 3.000 comunidades indígenas reconocidas, que, desde enero de 2024, cuando surgió el escándalo por los carrotanques que compró Olmedo López, reclama sus derechos; ciudadanos que creyeron en la promesa del presidente Gustavo Petro de que el agua se garantizaría durante su gobierno y fueron engañados porque el cambió no llegó.
En Uribia, un pueblo con 8.200 kilómetros cuadrados, los pobladores creen que están rezados. O algo extraño ocurre, pues ni siquiera con Petro, de ideología de izquierda, quien ganó con más de 11.000 votos, casi 4.000 por encima de Rodolfo Hernández, les llegó la solución al agua.
El 20 de enero, en el polideportivo del pueblo, Olmedo López, con el respaldo del presidente, convocó a una gran reunión y con bombos y platillos anunció la llegada de los 40 carrotanques. El alcalde Jaime Luis Buitrago grabó un video haciendo el anuncio, porque tras la declaratoria de la emergencia –su pueblo es considerado el más afectado de Colombia por el cambio climático– fue beneficiado.
A renglón seguido, fueron trasladados de inmediato a la base militar. Solo diez volvieron a pisar el asfalto, pues hicieron algunas pruebas de funcionamiento. Uno de ellos se enterró en bahía Portete, en medio del desierto. “Estas son las consecuencias de malas y apresuradas decisiones tomadas sin planeación, sin conocer el territorio”, criticó el senador Alfredo Deluque, de La U.
Todos terminaron custodiados por la fuerza pública, casi escondidos, como la prueba de una vergüenza. Los soldados evitan que los fotografíen. Ni siquiera para testificar que las calcomanías con los rostros de Gustavo Petro y Olmedo López, estampadas en algunos de los carrotanques, fueron borradas casi a la fuerza. Ese fue uno de los pecados del rosario de inconsistencias en el millonario contrato.
SEMANA recorrió el extenso desierto de la Alta Guajira y confirmó que los carrotanques dobletroques que compró la UNGRD no podrán repartir agua en las rancherías alejadas, las más necesitadas por el líquido, aunque sí son aptos para abastecer zonas ubicadas a escasos kilómetros del casco urbano.
Transportan 16.000 litros de agua, son pesados, casi todos dobletroques, y las carreteras son trochas improvisadas.
En algunos tramos hay dunas, bancos de arena donde las motos quedan atascadas en verano. “Ni qué decir del invierno”, describe Juan Antonio, el motociclista que acompañó a SEMANA. En otros trayectos, sobre la bahía, el mar extiende su furia y baña, así sea en verano, la carretera. Deja como testigo una capa espesa de sal que impide el paso, porque desliza y sepulta lo que pase por encima. En unos más, como en los corregimientos de Taparajin y Porshina, no entra casi nadie. Las rocas sobre la vía cortan cualquier llanta, y los carrotanques antiguos para ir de un caserío a otro prefieren llegar hasta Uribia y dar la vuelta, pese a que están a menos de una hora de distancia. No hay microacueductos ni pozos. La gente consume agua verde que se resiste a desaparecer de los jagüeyes.
Los controvertidos carros pisaron Uribia sin estar listos para operar. No contaban con las mangueras, además de unos tanques requeridos y acoples. Y como si faltara poco, no tenían pólizas de aseguramiento, denunció el nuevo director de la UNGRD, Carlos Carrillo.
Aún no están asegurados y, dos meses después de llegar por primera vez al municipio, la Alcaldía no los ha recibido en comodato. También quedó en veremos la contratación de 40 conductores que seleccionó el Ejército de 1.000 hojas de vida que llegaron desde casi todas las rancherías: hombres, sin antecedentes judiciales y wayús. Fueron inscritos en la seguridad social y los capacitó Kenworth de la Montaña, la empresa que suministró los camiones al Estado, señalada de sobrecostos y que fue objeto de una inspección sorpresiva por la Procuraduría.
El personal quedó listo, pero no trabajó un solo día. Como si fuera poco, los carrotanques arribaron a Uribia con el objetivo de traer agua desde otras localidades, entre ellas Riohacha y Maicao, pues en el pueblo no hay suficiente. Sin embargo, ambos municipios pegaron el grito en el cielo y se zafaron de la responsabilidad porque, escasamente, satisfacen sus necesidades.Mohamed Dasuki, exalcalde de Maicao, le advirtió a la ministra de Vivienda, Catalina Velasco, que su acueducto no daba abasto. No le pusieron cuidado.
Sin agua en el casco urbano
En el pueblo está claro que la UNGRD compró 40 carrotanques y no garantizó su abastecimiento. Y menos cuando Uribia no suministra agua potable para sus habitantes del casco urbano. Primero, porque no hay red de acueducto para todos los barrios y, además, porque el líquido es escaso. “No tenemos la cantidad de agua para todos los ciudadanos; los más afectados son los habitantes de las zonas rurales”, reconoció el presidente del Concejo, Aldrín Gutiérrez.
La empresa Triple A programa cada semana las suspensiones del servicio y casi siempre sale agua del grifo los martes y jueves. Los lunes, miércoles y viernes el acueducto municipal se ocupa de llenar los carrotanques antiguos del Estado que llevan agua a las zonas rurales. Uribia, oficialmente, no tiene la forma para abastecer de agua a los nuevos carrotanques, cada uno de 16.000 litros. Sin embargo, en el pueblo es un secreto a voces la proliferación de aljibes o pozos clandestinos de agua dulce que venden el líquido a las comunidades más necesitadas, una especie de negocio negro que beneficia a muchos y fastidia a otros.
SEMANA encontró una decena de expendedores no legalizados. Basta una llamada y el carro está en la puerta de la casa. Un carrotanque con agua vale entre 1.200.000 pesos y hasta 200.000 pesos para el casco urbano, y alcanza para un mes. La Alcaldía de Uribia no tiene el monopolio del agua. La poca que sale del grifo no se cobra. Quien quiera abre un hueco en el patio de la casa y si corre con suerte encuentra agua. Si es dulce, hay júbilo; si es salada, es como si la búsqueda fuera infructuosa.
A juicio de algunos dirigentes políticos, Uribia es seca superficialmente, pero con agua subterránea en algunos sectores. La semana anterior, las autoridades encontraron un nuevo pozo de agua dulce a escasos metros del cabo de la Vela.
SEMANA escuchó una reunión virtual de un puesto de mando unificado, en la que la UNGRD confirmó la noticia y advirtió que, tras el escándalo de los carrotanques, no tenían suficientes medios para mover el líquido. “Solo contamos con siete vehículos, son pocos para poder trabajar. Esperamos que cada uno reparta 10.000 litros de agua sobre la paralela vía férrea en Maicao, Manaure y Uribia”, informó Walter González, de la Unidad Nacional del Riesgo. Pidió que el agua no se entregara a zonas distantes de la carretera por la escasez de vehículos.
La optimización del acueducto municipal, el mejoramiento de la energía eléctrica –los bajonazos han dañado varios electrodomésticos–, la optimización de los microacueductos rurales y plantas desalinizadoras que permitan convertir el agua del mar de La Guajira en dulce serían la solución. Entonces, ¿por qué no empezaron por ahí en lugar de adquirir 40 carros de lujo?
En Uribia las posiciones son encontradas. Algunos pobladores defienden los carrotanques. Rosa Iguarán –por ejemplo– dice que los carros, más allá del escándalo y los supuestos sobrecostos que deberá determinar la Justicia, son de los wayús. “Esos carrotanques de aquí no se van, son del pueblo wayú, no vamos a aceptar esta burla”, dijo a este medio. “Haremos paro”, anunció Iguarán.
Otros moradores creen que no es la solución definitiva y se debió empezar por comprar carrotanques sencillos, de peso liviano, como los que se mueven por trochas de la Alta Guajira y que ya están antiguos. “Debieron comprarse carrotanques de dos ejes, más sencillos, más prácticos. Al fin y al cabo, es más fácil que pasen dos llantas que cuatro”, dijo un experimentado conductor guajiro.
Mientras en Bogotá, Carlos Carrillo, director de la UNGRD, define qué hacer con la controvertida y costosa compra de los dobletroques, en las zonas más remotas de Uribia, como en Bahía Honda, siguen tomando agua verde de los jagüeyes, pues la Alcaldía aún no reanuda su contrato con los carrotanques. En otras zonas más áridas recogen dinero para pagar salvajadas a quienes tengan aljibes en las rancherías y vendan el líquido vital.
Lo lamentable es que estos camiones fueron comprados como medida provisional de tres meses por el impacto del fenómeno de El Niño, pero, como están las cosas, primero llegará La Niña, y los autos seguirán guardados mientras la Justicia investiga al desaparecido Olmedo López, el exdirector de la UNGRD, a quien se lo tragó la tierra.