El canciller Luis Gilberto Murillo está en la lista de los ministros que darían un paso al costado para hacer política el próximo año de cara a las elecciones de 2026. Esta versión no ha sido confirmada ni negada por el funcionario, pero su círculo cercano asegura que él tendría todas las intenciones de estar en la contienda presidencial.

De hecho, su nombre está siendo medido en las encuestas y la variable es que se le está encasillando en la izquierda del país, aunque en el pasado haya hecho política en el espectro del centro. En la más reciente encuesta de Guarumo-Ecoanalítica, publicada el pasado viernes por el diario El Tiempo, en la que Sergio Fajardo (14,5 %), Vicky Dávila (13,1 %) y Gustavo Bolívar (8,9 %) encabezan la intención de voto para las presidenciales, el canciller aparece con una intención de voto del 0,3 %.

También se le midió en la consulta de la izquierda y allí quedó en el séptimo lugar con un 1,4 % por debajo de Gustavo Bolívar, María José Pizarro, Carolina Corcho, Daniel Quintero, Iván Cepeda y Carlos Caicedo.

Este contexto político es importante para entender por qué desde que Murillo aceptó ser ministro de Relaciones Exteriores se le vinculó directamente con Gustavo Petro y, de paso, entró al espectro de izquierda. Su imagen tuvo un desplome si se compara con cuando adelantó funciones como embajador de Colombia en Washington. Su rosario de desaciertos es amplio y sus tibias posturas ante temas complejos, por ejemplo, como las elecciones en Venezuela y el fraude del régimen de Maduro, le estarían pasando cuenta de cobro ante la opinión pública.

En ese orden de ideas, y según fuentes de alto nivel de la Casa de Nariño, Murillo habría encontrado una “excusa” para desmarcarse de Petro cuando se hizo la designación de Daniel Mendoza como embajador de Colombia en Tailandia.

Al enterarse de que Petro hizo esta designación, de acuerdo con las facultades que tiene el presidente de la República, Murillo le habría hecho saber al mandatario su “preocupación y desacuerdo” con esa nominación al considerar que “contradice la diplomacia progresista y feminista”. Según una fuente cercana a la Cancillería y a la Casa de Nariño, esa fue la oportunidad que Murillo encontró para tener, supuestamente, una diferencia con Petro y salirse del problema, sabiendo que, incluso, el jefe de Estado podría removerlo de su cargo.

Durante los tres días de tormenta política por la designación de Mendoza, Murillo se habría encargado de enviar constantes mensajes manifestando su desacuerdo con la decisión de Petro y señaló que no firmaría el decreto del nombramiento. Esa comunicación habría llegado al presidente, quien lo citó a una reunión urgente el sábado 14 de diciembre para dialogar personalmente sobre la situación.

Personas cercanas a Murillo indicaron que él no cambiaría de posición, que le diría a Petro personalmente que no firmaría dicho decreto, y que si era necesario presentaría su carta de renuncia. Estas mismas fuentes indicaron que, supuestamente, el canciller sabía que su postura le generaría problemas con el mandatario, pero que sería el escenario perfecto para salir del Ejecutivo.

Sin embargo, todo se dañó porque el propio Daniel Mendoza publicó un video en el que declinó la posibilidad de ser diplomático y ahí terminó toda la polémica que se había generado en el país. Murillo se habría quedado sin fundamento para, dicen las fuentes, llevarle la contraria a Petro.

Sin embargo, el mandatario estuvo al tanto de todas las posturas de Murillo, por lo que se está empezando a ventilar que los días del canciller estarían contados por asumir esa postura, ya que en la Casa de Nariño se habría sentido como una especie de reto de parte del ministro.

Otra fuente cercana al canciller señaló que Murillo también quería tener esta “excusa” para desligarse de otro problema que se presentará en unos 15 días, cuando Petro decida si asistirá o no a la posesión de Nicolás Maduro. El mandatario ha dicho: “Yo veré si voy o no”, pero su círculo cercano le ha recomendado que no asista y envíe un delegado, que sería Luis Gilberto Murillo, para mantener las relaciones diplomáticas. Supuestamente, el canciller no quiere asumir ese “chicharrón”.

El canciller Luis Gilberto Murillo tendría intenciones políticas para 2026 y renunciaría a su cargo en los próximos días.

Al margen de este episodio político, del que dentro de poco se conocerá su desarrollo, lo cierto es que Murillo, un hombre con grandes proyecciones políticas, podría entrar en el ocaso de su carrera por cuenta de sus débiles posturas desde que llegó a la Cancillería.

Murillo se ha mostrado con otra cara totalmente diferente a la que conocía el país y pasó de ser un hombre de centro a un acérrimo petrista de aquellos que tanto aprecian en la Casa de Nariño.

Celebró el rompimiento de relaciones con Israel, defendió a Venezuela por las sanciones que hay en contra del régimen, no condenó la persecución contra María Corina Machado y recriminó a Estados Unidos por referirse a Nicolás y Juan Fernando Petro.

De hecho, el expresidente Juan Manuel Santos, su antiguo jefe, le recriminó su postura frente a lo que está pasando en Venezuela con la crisis poselectoral del pasado 28 de julio, cuando la dictadura proclamó como ganador a Nicolás Maduro sin mostrar las actas de votación.

“Esa posición ambivalente está saliendo cada vez más costosa. Es cuando un canciller con carácter debe imponerse, a menos de que quiera seguir de alcahueta”, dijo Santos.

Murillo es la muestra perfecta de que una perspectiva ideológica puede cambiar rápidamente. Del Murillo de centro no queda nada, ahora está la imagen del Murillo de extrema izquierda que está de acuerdo con Petro en todo, y ahora que buscaría desmarcarse, podría ser muy tarde porque los colombianos tienen muy buena memoria.