María Micaela Bohórquez es la madre del cabo tercero Juan Mateo Benavides Bohórquez, uno de los nueve militares asesinados por el ELN en zona rural del municipio de El Carmen, en el Catatumbo. Mientras dormían, los militares fueron atacados con explosivos y ráfagas de fusil por esa organización criminal.

En los últimos días, la mujer le hizo un fuerte reclamo al ministro de Defensa, Iván Velásquez, en Bogotá. “Hagan algo, porque así vamos mal, los que cayeron allá fueron niños, de 20 años, de 23 años, que salen de su colegio...”, sostuvo. “Terrible, esas pobres mamás, las familias, ¿a son de qué están peleando todos estos muchachos?, ¿a son de qué? Una paz que ¿en dónde está?”, le dijo.

En medio del llanto, y en referencia a su hijo asesinado por el ELN, la mujer le dice al ministro Velásquez: “Usted me lo entrega en un cajón”.

En el diálogo, el ministro le dice a la mujer sobre la paz: “Se hace el intento por lograrla, pero con todos estos resultados...”. La mujer le responde: “Horrible”.

El ministro señala: “Muy doloroso (...). Todos sentimos, no como sienten las madres, no como sienten las familias porque ese es un dolor que solamente quien tiene directamente (...) lo siente. En los demás, la solidaridad. En situaciones de estas no hay palabras para decir frente a todo lo que ustedes sienten. ¿Cómo lograr la confianza en Dios, la esperanza, que ayuda por lo menos a soportar dolores de estos? Pero sólo quien lo siente sabe cómo es”.

SEMANA llegó hasta el lugar donde el ELN masacró a nueve militares en el Catatumbo. Las huellas de lo ocurrido son aterradoras

En El Carmen, Norte de Santander, no hay tranquilidad, ni paz, y mucho menos esperanza. En ese municipio del Catatumbo abunda una sensación de que todo puede ser peor, de que mañana u hoy mismo puede haber otro hecho violento como el que acabó con la vida de nueve militares en la vereda Villa Nueva. El ELN es un enemigo silencioso que parece estar en todas partes; por eso nadie habla de más, ni ve, ni escucha. Son zombis secuestrados por el miedo.

Siete de los nueve militares masacrados por el ELN estaban prestando su servicio militar. Tenían entre 19 y 21 años de edad. Este viernes fueron sepultados.

SEMANA llegó hasta ese territorio golpeado por la oleada de violencia más crítica de los últimos años. Desde antes de la madrugada del 29 de marzo, cuando el ELN lanzó artefactos explosivos sobre soldados que dormían, ya había un entorno enrarecido, cuentan algunas voces tímidas.

“Estábamos ante un escenario extraño”, reconocen. “Esta situación es preocupante porque estamos viviendo en zozobra, con intranquilidad por este ataque a los uniformados. Esperamos que las medidas que tome el Gobierno sirvan no solamente para prevenir futuras eventualidades como estas, sino también para darles tranquilidad a estos pueblos que bastante han sido maltratados por la violencia”, dijo una comerciante, obviamente, desde el anonimato.

Los militares masacrados por el ELN fueron el cabo segundo Brayan Gómez Gamboa, el cabo tercero Juan Benavides Bohórquez, los soldados Johan Gómez Gélvez, Rafael Jiménez, Herzel Fernández Bonivento, José Pushaina Epiayú, Jaime Redondo Uriana, Kevin Acevedo Osorio y Fabio Epinayí Ipuana. Estos últimos eran jovencitos de entre 18 y 21 años que estaban prestando su servicio militar.

En la vereda Villa Nueva, donde ocurrió la masacre, la situación es similar: el miedo es evidente y la ansiedad es un factor común. Al más mínimo ruido las puertas de las casas se cierran apresuradas, todos corren en búsqueda de refugio; ya no se descarta nada, porque luego de lo que pasó con los militares no hay garantías para nadie.

“Yo estaba dormida y en ese momento escuché un estruendo muy grande, pensé que estaba tronando, pegué un brinco de la cama, porque sentí que se me estremecía la casa y todo. Grité: ¡Virgen santísima!, ¿qué está pasando?”, relató Virgelina Galvis Guevara, una de las residentes de la vereda. Recuerda que el estruendo fue a las tres de la madrugada.

Desde estos cañones lanzaron artefactos explosivos que acabaron con la vida de los nueve soldados y dejaron heridos a nueve más.

Lo trae a colación porque ante la primera detonación vio el reloj de pared en su cuarto. Pensó, ingenuamente, que se trataba de otro atentado contra el oleoducto Caño Limón-Coveñas, pues días antes volaron parte de esta estructura, por eso, los soldados llegaron hasta ese lugar.

“La verdad, uno en un momento como esos no sabe lo que está pasando ni nada, no sabe ni qué hacer, no estamos seguros de nada. Yo anoche (29 de marzo) me acosté con nervios porque no se sabe qué más hay por la zona”, expresó Virgelina.

Por su parte, Olider Carrascal, residente de la zona, también le reveló a SEMANA los momentos de angustia que vivió cuando fueron atacados los soldados con artefactos explosivos improvisados y ráfagas de fusil.

“Cuando sentí los cuatro bombazos me desperté y dije: ¡ay, Dios mío!, ¿qué pasó?, sentí miedo y pesar de los soldados que estaban por ahí porque son seres humanos. La verdad nunca pensé que algo así iba a ocurrir, porque desde que yo me crie por esta zona no había pasado algo como esto”, dijo.

Además, Olider contó que ante esta situación ha pensado en irse de la zona por temor a otro ataque, por lo que no se siente seguro viviendo en esta vereda. Pide al Gobierno nacional garantías de seguridad para los pobladores de este territorio.

Lo cierto es que para una situación de orden público como esta, en la que otros nueve militares resultaron heridos, el municipio no se encuentra acondicionado en temas sanitarios, apenas hay implementos básicos.

Sin equipos

Así las cosas, en el ESE Hospital Regional Noroccidental IPS El Carmen solo hay cuatro médicos, dos de ellos son rurales al servicio de la comunidad. Hay dos ambulancias, pero una de ellas está en mal estado.

Esta región se encuentra entre el olvido del Gobierno nacional y departamental, las vías de acceso a El Carmen son una trocha. En el tramo se pueden observar grafitis alusivos a las Farc-EP frente 41, que es la otra estructura que siembra el terror en el Catatumbo.

En medio del ataque a los soldados fueron pocas las personas que salieron a auxiliar a los que, heridos, suplicaban ayuda. Tras el lanzamiento de los artefactos explosivos hubo silencio, luego gritos, correrías, llegadas de helicópteros y, posteriormente, salió el sol.

De lo que pasó entre las tres y seis de la mañana los habitantes de Villa Nueva saben poco, pues, por experiencias en este tipo de hechos, es mejor no salir. Resguardarse y no comentar nada, porque entre los que llegan con falsas intenciones de socorrer, siempre hay manos de los victimarios, en este caso, el ELN.

Uno de los videos más fuertes fue grabado por uno de los soldados sobrevivientes del ataque, quien, con celular en mano, recorre el devastado lugar donde solo se ven cuerpos tirados en el piso y bañados en sangre. Paso a paso, entre la maleza, ve a cada uno de sus compañeros.

El soldado que graba, con la voz cortada, le da ánimo: “Carroloco, no te vayas, marica, que de esta salimos, no te muevas, no te muevas, quédate quieto, no respires así”.

En seguida viene una imagen desgarradora, al lado del cuerpo del soldado moribundo, apenas a unos cuatro pasos, hay otro militar, muy joven, su rostro es el de un niño, pero él sí está muerto. La parte de atrás de la cabeza está destrozada.

Ni los niños se salvan En medio de este coctel de miedo, angustia, violencia y ansiedad, los más perjudicados son los niños, que, tras el ataque a los soldados, no han vuelto a pisar la Institución Educativa Enrique Pardo Farelo, único centro de educación primaria y bachillerato de la zona.

Nadie quiere enviar sus hijos a la escuela porque temen, con mucha razón, que se encuentren con rezagos de explosivos en la carretera o, en un escenario más catastrófico, con tropas del ELN y disidencias de las Farc, que hacen pescas milagrosas en la zona para llevarse a los menores que puedan sostener un arma e instalar explosivos contra la fuerza pública.

El Carmen no tiene paz. Dicen que no la han tenido nunca, pero que ahora no solo no cuentan con ella, sino que también les quitaron la esperanza. En ese municipio no hay tiempo para vivir, la cuestión siempre será cómo sobrevivir.