El procurador Alejandro Ordóñez se levanta hacia las 4 de la mañana y hace sagradamente sus oraciones; el catolicismo y la moral guían su camino. Por su parte, el alcalde Gustavo Petro, quien desde pequeño devoraba todos los libros ‘rojos’ que se cruzaban en su camino, se ha declararado en etapas de su vida marxista y maoísta. El uno pertenece a un selecto círculo conocido como la ‘Orden de la Legitimidad Proscrita’, un grupo que mezcla religión y política y termina siendo expresión de la más refinada derecha. El otro, cuando tenía 17 años, ingresó al M-19 en un acto, entonces, de creyente de la lucha armada. El hoy procurador fue un acérrimo defensor del expresidente Álvaro Uribe e incluso se pronunció a favor del referendo reeleccionista que habría permitido un tercer periodo de Uribe. El otro, Petro, no desaprovechaba ninguna oportunidad para denunciar a Uribe. Son célebres sus debates sobre las ‘chuzadas’ del DAS y las Convivir, entre otros. Ordóñez ha mantenido una cruzada a lo largo de su vida pública contra causas como el derecho a abortar, el reconocimiento de los derechos de los homosexuales y la despenalización de las drogas. Petro no sólo se declara a favor de los derechos de las minorías y del aborto, sino que propuso hace unos días una zona franca para que el Estado cuide de los drogodependientes. Lo llamativo es que a pesar de que Colombia es un país donde los polos opuestos están predeterminados a ser enemigos declarados, el procurador y el alcalde sorprenden porque entre los ires y venires de sus gestiones, ser acercan y se distancian, de acuerdo con las circunstancias. Curioso para algunos, sospechoso para otros, ya hay capítulos para contar. Uno, de agua y aceite, es el episodio que llevó a los dos a expresarse a su manera sobre la propuesta del mandatario de la capital de crear una zona de tolerancia para los drogadictos. “El alcalde se la fumó verde”, aseguró días atrás el procurador general, en un mensaje con discutible sentido del humor. Petro respondió escueto, “Simple, yo no fumo”. Minutos después, el humorista Daniel Samper Ospina envió un gracioso trino que condensa la relación entre estos dos personajes: “Cuando #PetroSeLaFumoVerde fue cuando votó por Ordóñez para procurador”. En cambio, otro de mucha cercanía es en el que los dos, Gustavo Petro y Alejandro Ordóñez, se cruzaron ese 11 de diciembre del 2008, cuando el segundo de ellos fue elegido como jefe de la Procuraduría General por la plenaria del Senado. A pesar de que el nuevo procurador ganó con 81 votos, la lupa se posó sobre el entonces congresista Gustavo Petro, quien como miembro del Polo votó a favor de Ordóñez. Desde ese momento todo tipo de críticas se le hicieron al por entonces senador, quien se defendió diciendo que había votado por Ordóñez “porque ha cumplido con lo que se comprometió, ser firme en los procesos contra políticos que se aliaron con las mafias y aseveró que nadie puede ser juzgado por sus convicciones religiosas porque se atentaría contra el principio de pluralidad”. Sin embargo, cuando las críticas aumentaron, Petro aseguró que una vez le tocó su turno de votar, Ordóñez ya tenía la mayoría asegurada. Finalmente, y tres años después, en el 2011, el hoy alcalde de la capital terminó pidiendo perdón por esta acción. Pero ahí no terminó todo. El periodista Daniel Coronell escribió en una columna de Semana titulada ‘Retrato de un oportunista’, que la votación de Petro se explicaba porque el senador lo que buscaba era una cuota burocrática, la de Diego Bravo Borda.Con Ordóñez ya como procurador, Borda fue elegido en el 2009 Procurador Segundo Delegado ante el Consejo de Estado. Dos años después, el amigo de Petro renunció a ese cargo para asumir desde enero del 2012 como gerente del Acueducto de Bogotá. Al final, el alcalde rechazó la denuncia sobre una supuesta maniobra clientelista.Y también hubo 'quìmica' entre los dos el pasado 24 de julio, cuando Petro tenía que responder en audiencia por el proceso que se cursa en su contra, debido a una demanda realizada por el concejal de Bogotá Orlando Parada ante el Consejo de Estado, que pide se le retire su investidura como senador, y declararle la muerte política, ya que supuestamente habría sido condenado por un delito común en 1985 durante su militancia en el Movimiento guerrillero M-19. La Procuraduría se manifestó entonces y le solicitó al Consejo de Estado que se le mantuviera la investidura al alcalde de Bogotá. Pero el pasado 16 de julio sucedió un sobresalto. Ese día se conoció que la Procuraduría podría investigar al alcalde por haber posesionado a Guillermo Asprilla como director de la Unidad Administrativa Especial de Servicios Públicos (UAESP) y secretario de Gobierno, a pesar de que este estaba inhabilitado para ocupar estos cargos, por lo que podría haber incurrido en una falta disciplinaria. Muchas voces aseguraron que se trataba de una jugada para no dejar gobernar a Petro. Lo cierto es que quien tiene este proceso es el procurador segundo distrital, Óscar Rodríguez, un funcionario independiente de Ordóñez. Como van las cosas, con la posibilidad de que Alejandro Ordóñez continúe como jefe máximo de la Procuraduría por cuatro años más y Gustavo Petro al frente de los destinos de Bogotá en tres años y poco más, no cabe duda de que el destino de ambos volverá a cruzarse. Por ahora, nadie puede aventurar con qué consecuencias, o en otras palabras, si tan lejos o tan cerca.