El 29 de octubre de 2023 será recordado como el día del plebiscito a Gustavo Petro. Desde que la campaña empezó a tomar forma, diferentes sectores se dieron cuenta de que ese era un término que calaría en los electores y lograron convencerlos.
Sin quererlo, el presidente Petro resultó validando esa estrategia política cuando habló de un plebiscito desde China para modificar la construcción del metro en Bogotá, y los ciudadanos le demostraron en las urnas que sí querían hacer uso de ese mecanismo, pero en su contra.
Estas elecciones regionales se convirtieron en un pulso para medir el respaldo popular de Gustavo Petro y de su proyecto político, pero ambos salieron bastante golpeados. Quedó claro que, a través del voto, hubo un rechazo mayoritario a las políticas adoptadas durante los primeros 15 meses de gobierno y a los partidos que integran el Pacto Histórico. Sin embargo, a través de tres trinos, uno de ellos eliminado, el presidente Petro ha querido mostrar que la coalición de gobierno ganó nueve gobernaciones, pero la realidad es que es una mezcla de coavales donde se cruzan la izquierda y el centro, por lo que la victoria es compartida.
No hay duda de que a partir de este cambio regional se avecina un panorama oscuro y difícil para los sectores cercanos al Gobierno, porque perdieron en las principales regiones del país, las cuales dieron un giro al centro, tal vez, cansadas de esperar el cambio prometido en la campaña presidencial.
El gran perdedor del plebiscito electoral no solo en Bogotá, sino en Colombia, es el presidente Petro y el sector político que lo acompaña. Los candidatos del Pacto Histórico y las coaliciones en las que hubo alguna huella del petrismo recibieron una derrota en las principales alcaldías y gobernaciones del país.
Una publicación de The Economist fue la estocada final porque hizo una cruda radiografía sobre el Gobierno Petro. Recordó la impopularidad del mandatario, los problemas en el gabinete, los escándalos de Laura Sarabia, Armando Benedetti y Nicolás Petro, y para rematar puso en duda la capacidad del mandatario para liderar las reformas en el Congreso.
Pero la cuenta de cobro incluye a Petro, a su gobierno y al círculo más cercano. Como nadie es profeta en su tierra, Francia Márquez no logró impulsar la candidatura de Nasly Lucumí para la Alcaldía de Suárez (Cauca), quien quedó en segundo lugar con 3.800 votos. Hace unas semanas se daba por descontado que Francia lograría esta victoria política, pero en las urnas le respondieron con un rotundo no.
Verónica Alcocer tampoco logró que su primo Mario Fernández Alcocer se quedara con la Gobernación de Sucre y fue derrotado por Lucy Inés García, quien ganó con 221.000 votos y le sacó más de 21.000 de diferencia. De nada valieron los esfuerzos de Fernández para usar la Casa de Nariño en su campaña y mucho menos hablar de su relación familiar con la primera dama. La historia con Gustavo Bolívar ya es conocida, pero allí quedó claro que los representantes David Racero, María Fernanda Carrascal, Alirio Uribe, Heráclito Landinez, Gabriel Becerra, Tamara Argote y María del Mar Pizarro no cuentan con una estructura política y que a punta de trinos y redes no se pone un alcalde en Colombia. Aunque Bolívar fue derrotado por Carlos Fernando Galán y Juan Daniel Oviedo, quedó claro que los votos son de él y también que sin respaldo del pueblo no hay paraíso.
El sectarismo de Cielo Rusinque también cayó mal. Incluso dentro del mismo Pacto sus ácidos comentarios resultaron haciendo daño al Gobierno.
Sergio Fajardo fue otro derrotado de la jornada. Su candidato Jorge Enrique Robledo, por Dignidad y Compromiso, un hombre con una trayectoria política amplia y respetable, no logró despertar pasiones y obtuvo tan solo 34.600 votos. Cifras totalmente alejadas de las que logró en varias ocasiones para llegar al Senado de la República. Fajardo lo avaló, pero poco lo acompañó en las correrías y el excongresista luchó contra la corriente.
Además de estos actores políticos, quedó claro que en las elecciones territoriales de 2023 perdieron los extremos políticos porque la ciudadanía optó por candidatos de centro que ofrecieron cambios a mediano plazo. El discurso de odio no fue aceptado y se demostró que los votantes no comen cuento. Los violentos también perdieron porque los colombianos arroparon a las Fuerzas Militares y rechazaron los intentos de los criminales por entorpecer el proceso electoral.
Daniel Mendoza, creador de Matarife, es la prueba perfecta para mostrar que los extremos no sirven en la política, y se quemó. Pastor Alape, excomandante de las extintas Farc-EP, es otra muestra de que los colombianos no han perdonado toda la sangre que derramaron y quedó en quinto lugar con 1.500 votos para la Alcaldía de Puerto Berrío (Antioquia).
¿Quiénes ganaron?
No hay duda de que ganaron los colombianos que se expresaron libremente en las urnas. Más de 23 millones de ciudadanos sufragaron y fortalecieron la democracia, de paso, cambiaron el mapa electoral, que deja por fuera el mal llamado ‘progresismo’ y evidencia que se quieren soluciones reales.
Además, los jóvenes cada vez se interesan más por los procesos electorales y nuevamente los primivotantes fueron noticia porque acudieron masivamente. Otro factor fundamental es que las instituciones salieron fortalecidas porque cumplieron su papel, de acuerdo con las competencias de la Constitución. A pesar de las críticas y dardos que les lanzaron, la Fiscalía General, la Procuraduría, la Defensoría del Pueblo, el Consejo Nacional Electoral y la Registraduría estuvieron a la altura y respondieron a los colombianos, obviando los comentarios en contra que se hicieron desde la Casa de Nariño y el Pacto Histórico. Cada institución atendió y advirtió los riesgos durante el proceso.
En lo electoral, el centro y la centroderecha retomaron el rumbo de las gobernaciones y alcaldías que estaban en poder de la izquierda. Con un discurso moderado convencieron a los electores e hicieron promesas de seguridad, económicas y de inversión social, que deben materializar para evitar que les pase lo mismo que al ‘progresismo’.
El gran triunfador fue Álvaro Uribe Vélez, quien una vez más demostró que es un monstruo político, se echó al hombro al Centro Democrático y recorrió el país durante meses para impulsar sus candidatos. La colectividad tomó el control nuevamente del departamento de Antioquia. Desde que nació este partido es la primera vez que triunfa en esta región y ganó con Andrés Julián Rendón para la Gobernación y con Fico Gutiérrez en la Alcaldía de Medellín.
Sin duda, un espaldarazo para Uribe y el Centro Democrático, que también se quedaron con la Gobernación de Arauca y con coaval en las de San Andrés, Tolima, Sucre, Meta y Santander. Unas elecciones regionales que son el derrotero para las presidenciales de 2026 y que dejan mal parada a la izquierda, que no ha podido consolidar los cambios que tanto prometió.