Este domingo 2 de octubre es la primera vuelta presidencial en Brasil, en la que 156 millones de electores deberán decidir entre dos visiones de país diametralmente distintas. En concreto, la disputa por el poder se concentra en dos candidatos: el actual mandatario Jair Bolsonaro, de derecha dura, y Luiz Inácio Lula da Silva, expresidente de izquierda.
Como en el resto del continente, se trata de una elección altamente polarizada y que divide a la sociedad en dos. A su vez, las últimas encuestas de cara a la elección confirman la tendencia sudamericana: Lula da Silva ganaría con la mitad más uno de los votos, saltándose el balotaje y dando un golpe contundente al Gobierno de Bolsonaro. La principal expectativa de la derecha oficialista es lograr llegar a la segunda vuelta.
Latinoamérica tiene los ojos puestos en la elección brasileña, dado que esta determinaría cómo se desarrollará la agenda regional entre mandatarios de los países del continente. Nueve países latinoamericanos son gobernados por la izquierda, corriente política que arrasó con cuatro de las cinco elecciones celebradas en los últimos 12 meses.
En el sur del continente, la derecha solo gobierna en Brasil, Uruguay, Paraguay y Ecuador, cuyos mandatarios quedan excluidos de la amistad regional que se forja con la elección de Gustavo Petro, presidente de Colombia y posible líder de la corriente.
Sin lugar a dudas, el sueño de Gustavo Petro y el progresismo colombiano es consolidar un “bloque latinoamericano” de izquierda para accionar una colaboración internacional sin precedentes. El mandatario es un optimista de la región, después de varios años de hostilidad y unión en contra del régimen venezolano. Propone el regreso de Venezuela al juego diplomático y propuso que, junto a Chile, se reintegrara a la Comunidad Andina.
Además de las motivaciones económicas, el presidente colombiano también quiere una unión en bloque para replantear la lucha contra las drogas y cambiar el modelo energético de una región predominantemente extractivista, idea que incluso iría en contra de Lula da Silva, quien ha resaltado la importancia del petróleo para la economía brasileña. En su primer gobierno, ese modelo económico lo ayudó a llevar a Brasil a ser la sexta economía mundial.
Acorde a lo que el mandatario dijo en la Asamblea General de Naciones Unidas, también quiere una lucha conjunta contra el cambio climático y la destrucción de la selva amazónica, la cual también comparte con Brasil.
Petro también ha hablado sobre un fortalecimiento de la Comunidad de Estados Americanos y Caribeños (CELAC), la cual promueve el desarrollo e integración de los países de la región. En el gobierno de Bolsonaro, Brasil se retiró porque la institución “le daba protagonismo a regímenes no democráticos”.
Sin lugar a dudas, la relación entre Colombia y Brasil podría ser una poderosa alianza con la victoria de Lula da Silva, quien no es ajeno a Gustavo Petro y su vicepresidenta Francia Márquez.
Antes de la posesión, la líder ambiental hizo una gira regional en la que se encontró con varios mandatarios de la región. En su llegada a Brasil no hubo reunión con el Gobierno, pero sí con Lula. En esa oportunidad, el candidato presidencial expresó “su amor por Colombia y su deseo de apoyarnos en el logro de la paz y el bienestar del pueblo colombiano”.
Si se da la victoria de Lula, se uniría a Andrés Manuel López Obrador, de México; Daniel Ortega, de Nicaragua; Miguel Díaz Canel, de Cuba; Nicolás Maduro, en Venezuela; Pedro Castillo, en Perú; Luis Arce, en Bolivia; Gabriel Boric, en Chile, y Alberto Fernández, en Argentina. Por supuesto, Gustavo Petro de Colombia.
El resultado de hoy y de un eventual balotaje podría determinar el ritmo de la relación regional como “bloque latinoamericano” que busca Gustavo Petro, acompañado de otros líderes de izquierda.