Abordó un pequeño avión privado en Bogotá. Lucio Gutiérrez retornaba a Ecuador, el viernes 14 de octubre del 2005, acompañado de su hermano Gilmar, el coronel Fausto Cobo, que había sido su secretario, sus abogados y tres reporteros. Renunciaba al asilo político que le otorgó Colombia tras recorrer países amigos en busca de apoyos. Aunque sabía que lo detendrían en cuanto pisara tierra, estaba decidido a recuperar el poder.

Durante el vuelo permaneció tranquilo, consciente del arriesgado paso que daba.

Aterrizamos en el aeropuerto de Manta, la ciudad costera de la provincia de Manabí, en una noche desapacible. Nada más descender de la escalerilla de la aeronave, unos policías apresaron al presidente -destituido por el Congreso el 20 de abril de ese año y acusado de atentar contra la seguridad interna-, a Gilmar y a Cobo. No tuvimos tiempo de hablar con ellos. Los subieron a un helicóptero Superpuma del Ejército para trasladarlos a Quito y encerrarlos en el vetusto García Moreno.

Lucio Gutiérrez, expresidente de Ecuador. | Foto: Foto: Revista Semana / Daniell Reina Romero y Twitter/ @LucioGutierrez3

Ese mismo domingo logré colarme al pabellón de máxima seguridad del penal, situado a poca distancia del palacio de Carondelet, sede presidencial. Un espantoso lugar de paredes desconchadas, ennegrecidas, rejas oxidadas, suciedad y abandono por todas partes.

“La esencia de mi derrocamiento y la encarcelación es que intenté hacer transformaciones profundas que afectaban a los dueños tradicionales del país que siempre han controlado los tribunales, las empresas estatales”, me dijo en un patio diminuto, al lado de peligrosos presos comunes.

“Es una oligarquía política que ha hecho trizas la institucionalidad, que utilizan la Justicia para perseguir a la gente. Cuando un gobierno intenta cambiar eso, lo botan”, agregó. Omitió que fue una revuelta ciudadana, bautizada la “Rebelión de los forajidos”, los que finalmente lo tumbaron.

Edmundo González desafiará a Nicolás Maduro y buscará pisar territorio venezolano. Lo acompañará el expresidente Andrés Pastrana. | Foto: Semana

Tenían una ducha para 60 reclusos y solo una hora de agua al día.

En esos sesenta minutos Lucio Gutiérrez, un militar que alcanzó el grado de coronel antes de lanzarse a la arena política, debía hacer acopio de líquido para el sanitario de su celda, en la que también estaba Cobo, y racionarlo para toda la jornada. A las 7 de la noche los encerraban con candado y les abrían la puerta a las 7 de la mañana.

Además de no contar con el respaldo de la OEA, confesó aquel día que no había recibido ninguna llamada de los líderes extranjeros que conocía, ni siquiera a título personal. “Parte de la confusión internacional es que piensan que me aplicaron la misma medicina, pero olvidan que yo no derroqué a Jamil Mahuad en el golpe cívico-militar del 2000. Los militares no quisimos reprimir al pueblo y nos pusimos a su lado. En esta ocasión hubo un golpe de Estado”.

Salud Hernández Mora compara lo ocurrido con el expresidente Luis Gutiérrez y Edmundo González. | Foto: Captura de pantalla

Gutiérrez permaneció preso hasta marzo del 2006 y después de recuperar la libertad gracias a que la Corte Superior de Quito lo absolvió, aspiró, sin éxito, a la presidencia en cuatro ocasiones más.

Aunque se trata de dos personajes completamente distintos, uno sin respaldo popular ni del mundo libre, y el otro con los votos de la mayoría de sus compatriotas y el apoyo de la comunidad internacional democrática, la experiencia puede anticipar lo que le ocurrirá al presidente electo de Venezuela.

En caso de que las autoridades chavistas aceptaran el plan de vuelo de la aeronave que lo transporte, Edmundo González tendría que estar preparado para ser arrestado y conducido a la cárcel. Y saber que, salvo que exista un plan para tumbar a la tiranía chavista, podría pasar una larga temporada tras las rejas. Al resto de pasajeros los mandarán enseguida de vuelta para no encartarse con ellos.