El exceso de volumen en la madrugada, el desmedido consumo de alcohol y estupefacientes, el olor nauseabundo a orines en la vía pública y las riñas con armas blancas y vidrios de botellas rotas les quitaron la tranquilidad y el sueño a los habitantes de los barrios Santa Paula y Chicó. Todo por las rumbas clandestinas en la Mansión Chicó, en el norte de Bogotá. Esa historia, que reveló SEMANA, es apenas la punta del iceberg de un problema mayúsculo que se está repitiendo por toda la ciudad. Se trata de bares y amanecederos que se están camuflando en la figura de sindicatos, para burlar las normas y continuar la rumba hasta después de las 3:00 de la mañana.
Reconocer dichos lugares a primera vista no es una tarea fácil, toda vez que, en algunos casos, pasan desapercibidos. Sin embargo, quienes los frecuentan saben perfectamente dónde quedan. Las sedes de los supuestos sindicatos no son más que pistas de música, mesas, donde hay droga y alcohol hasta la mañana del día siguiente. En otros lugares hay pasarelas, barras de pole dance, estriptis, mujeres desnudas y show privados.
Estos ‘sindicatos bares’ se están instalando en zonas residenciales, violando las normas de planeación y convirtiéndose en una pesadilla. “El tema es complejo porque hemos recorrido la ciudad hablando con las personas y escuchando sus quejas. Es curioso que la mayoría de quejas es por problemas de convivencia relacionados con establecimientos de comercio que expenden alcohol y que tienen señalamientos de ofrecer servicios sexuales pagos y explotación sexual comercial”, aseguró el concejal Julián Uscátegui, del Centro Democrático. La Policía Metropolitana de Bogotá reconoce el fenómeno.
“Es una modalidad que están utilizando algunas personas para evadir las normas. Utilizan esta figura de sindicatos para que la Policía no pueda ejercer los controles frente al consumo de alcohol en los horarios estipulados. Al presentarse como sindicatos, no tenemos facultades para hacer ningún tipo de procedimiento, porque dicha inspección le corresponde al Ministerio de Trabajo con un inspector delegado”, aseguró el coronel Óscar Landazábal, comandante operativo número uno.
“Son tres los requisitos puntuales que se deben cumplir para que un lugar pueda funcionar como un sindicato: que esté matriculado con un registro de verificado, que tenga un estatuto del sindicato donde se determine el domicilio y que se cuente con un listado de asistentes debidamente certificados. Pero para nosotros poder hacer ese control requerimos siempre de un inspector delegado, y eso requiere de unas coordinaciones supremamente especiales, que no son fáciles”, agregó el oficial.
‘Hasta perder la conciencia’
De acuerdo con la Secretaría de Gobierno, en Bogotá se tienen identificados cerca de 108 sindicatos. La mayoría realizan o permiten prácticas contrarias a la seguridad, la convivencia, la vida y el orden público. A lo largo de 2023, se realizaron más de 2.000 operativos en contra de estos establecimientos.
“Tenemos sindicatos registrados e identificados en cada una de las localidades, y hemos cerrado definitivamente cerca de unos 40 establecimientos”, afirmó el coronel Landazábal. “Nuestra investigación nos permitió conocer que de estos sindicados identificados hay 18 en Ciudad Bolívar, diez en Antonio Nariño, diez en Chapinero y ocho en Teusaquillo, entre otros”, comentó el concejal Uscátegui.
SEMANA logró conocer que hay lugares en la mira en barrios como Chapinero Central, Siete de Agosto, Galerías, Restrepo, Santa Fe, entre otros.
Uno de los lugares más críticos identificados por las autoridades por el alto número de riñas y afectaciones a la convivencia se encuentra en la calle 58 con carrera 13, en un cuarto piso. El lugar pasa desapercibido. Un poco más hacia el occidente de la ciudad, en la calle 66 con carrera 17, en Barrios Unidos, hay otro establecimiento que incluso en su fachada reconoce que es un sindicato, pero a la vez se afirma que el lugar es un salón de eventos sociales.
Otro lugar crítico está en Suba, en la carrera 101 con calle 138. En un recorrido nocturno, SEMANA logró entrar a otros establecimientos que están en la mira del Distrito por infringir todas las normas y esconderse en casas de barrio.
“Adelante, tranquilo, siga por acá”, fueron las palabras de un joven de no más de 25 años de edad, que, de manera discreta, invitó a los periodistas de este medio a ingresar a un segundo piso en una casa ubicada en la calle 66 con 14, en donde aparentemente lo que funciona es un restaurante, pero que en realidad es un prostíbulo. La señal de ingreso es un timbre que suena al comenzar a subir las escaleras.
Con el sonido, el personal es alertado de la llegada de “nuevos clientes”. Como si se tratara de una orden explícita, de inmediato las cerca de 12 mujeres deben salir a saludar y presentarse. La diminuta ropa que llevan puesta y los servicios sexuales que ofrecen son los detalles que menos importan. No hay un solo ángulo de esta casa que no esté cubierto por una cámara de seguridad.
Incluso, en la barra, el administrador del lugar tiene una pantalla en donde observa minuciosamente cada una de las imágenes del sistema de videovigilancia. Hay cuatro cámaras instaladas afuera, cada una desde una óptica diferente, que les permite detallar con claridad quién se acerca o intenta ingresar al lugar. Una clara señal de alerta en caso de que lleguen las autoridades. “Aquí abrimos de lunes a sábado, desde las cuatro de la tarde hasta que perdamos la conciencia, hasta que el cuerpo resista”, asegura el hombre de la barra.
En otro local, en la calle 65 con carrera 15, la estrategia es similar. Al lado de una tienda y dentro de una casa de barrio funciona otro burdel con al menos 25 mujeres que ofrecen servicios sexuales. En cada esquina de cada cuadra, hay un hombre que no solo sirve para atraer clientes, sino que también actúa como una especie de campanero que alerta cualquier pequeño movimiento.
“Las autoridades están maniatadas, a pesar de que en el Distrito se han buscado acercamientos con el Ministerio de Trabajo. Sabemos con franqueza cuál es la posición del Gobierno nacional frente a los sindicatos, y por supuesto, no han querido avanzar en ese control”, puntualizó Uscátegui.
Por su parte, el coronel Landazábal señaló: “Estamos desplegando todos nuestros dispositivos y capacidades, en coordinación con la Alcaldía, para ejercer control”. Por ahora, la ciudadanía es la más afectada. Las noches se han convertido en pesadillas.