Las víctimas del conflicto armado en Córdoba vivieron un momento agridulce cuando en el evento de entrega de 8.430 hectáreas de tierras a campesinos apareció Salvatore Mancuso, exjefe de las Autodefensas Unidas de Colombia. Para muchos es quien les quitó familiares, tierras, ganado y la autonomía de moverse por las zonas rurales de forma libre.
“Hoy es un día especial, difícil de abarcar, incluso de entender por algunos y algunas”, dijo el presidente Gustavo Petro, refiriéndose a la presencia del exparamilitar, a quien cuando era congresista rechazaba de forma vehemente.
A Mancuso se le señala de cometer crímenes como homicidio, desaparición forzada, desplazamiento masivo, despojo de tierras, reclutamiento ilícito, secuestro, terrorismo y acceso carnal violento, entre otros. De todas formas, el presidente le otorga el estatus de gestor de paz, una figura que le permite ser intermediario para lograr el desmonte de la estructura criminal a la que pertenecía.
En Montería, frente a cientos de víctimas de los actos de las AUC en el territorio, el presidente le dio un espacio a Mancuso para pronunciarse ante ellos. Necesitó un permiso especial debido a la restricción en el desplazamiento por la zona que tiene el exparamilitar por orden de la Justicia, considerando los perjuicios ocasionados a su población.
Mancuso reconoció el daño causado en Córdoba y luego tuvo un cruce de palabras con el presidente, con quien intercambió sombreros vueltiaos. El presidente le apretó el brazo, en agradecimiento.
La evidente camaradería provocó una fuerte controversia, ya que el Gobierno nacional le dio protagonismo a una figura macabra para buena parte de la población colombiana, que sufrió las atrocidades de los grupos paramilitares.
En conversación con SEMANA, líderes de varios territorios del país, así como voceros de las Fuerzas Militares, mostraron su indignación por la cercanía del presidente y Mancuso. Recordaron con dolor su sufrimiento en medio de la ola de violencia y pidieron inmediata reparación, así como la verdad sobre lo ocurrido.
La Asociación de Afrodescendientes Nelson Mandela, en el Magdalena, cree que la paz debe ser con las víctimas.
“Con este señor Mancuso no hemos visto ni siquiera el intento de reconocer el daño que nos ha causado a las víctimas, sobre todo en el corredor de la Sierra Nevada, serranía del Perijá. No podemos permitir que llegue a ser gestor de paz cuando todavía no ha reconocido lo que pasó aquí. Tenemos madres que están esperando saber dónde están sus hijos, pero él aún no lo reconoce”, manifestó un vocero, que prefirió no revelar su nombre.
Además, aseguraron que es un gesto de “pleitesía”. El grupo de víctimas discutió lo ocurrido y consideró que el intercambio del sombrero vueltiao, representativo de la región, “lastima y duele”.
“En el Magdalena necesitamos saber dónde están quienes desaparecieron”, expresó.
Carmen García, presidenta de Madres del Catatumbo por la Paz, sostuvo que es una muestra de reconciliación: “La paz no se busca con el amigo, sino con el enemigo”.
Sin embargo, resaltó su inquietud por la falta de víctimas dentro de estos escenarios convocados por el presidente.“Le decimos al señor Gustavo Petro que no olvide a las víctimas, que las víctimas necesitamos estar allí. Necesitamos ser veedoras de que va a haber verdad”, dijo.
Los uniformados de la fuerza pública también padecieron por la violencia paramilitar, en la que en escasas ocasiones han sido reconocidos como víctimas, pese a las desapariciones, mutilaciones y muertes que se registraron.
El sargento (r) Luis Orlando Lenis Ariza, presidente de la Fundación Dignidad por los Héroes de Colombia, rechazó lo ocurrido en Montería.
“Colombia no puede entregar su dignidad agachándose ante cuanto asesino salga. Ya nos agachamos ante las Farc, nos agachamos ante el M-19. Arrodillarnos a los paramilitares no tiene sentido. Este señor tiene 25.000 víctimas, ahora es gestor. No se puede reparar a las víctimas mostrando al victimario como la figura del momento”, sostuvo.
Y habló por los soldados y policías víctimas de Mancuso: “Como militares tuvimos torcidos que se vendieron por arroz chino, como algunos lo dicen. Pero también es claro que son más los militares que fueron asesinados, secuestrados y violentados. El día de hoy ni siquiera han sido reconocidos como víctimas”.
Desde El Tarra, Norte de Santander, Jacqueline del Carmen Mejía, de la Asociación de Mujeres Cabeza de Familia Madres Emprendedoras, cree en el perdón, pero cuestiona los beneficios que ha recibido Mancuso.
“Él debe restaurar a las víctimas. Debe haber reconciliación verdadera para los cientos de familias que fueron rotas. Debía haber víctimas en el escenario. No llevar a un símbolo de las masacres que sucedieron en el país, principalmente en Norte de Santander. Él debe decir dónde están los cientos de desaparecidos. Nada más en El Tarra son 160, no sabemos qué pasó con ellos. Los cientos de mujeres violadas, por las que tampoco han respondido”, reflexionó para este medio.
Rosalba María Márquez, de la Asociación de Mujeres Víctimas y Vulnerables de los Montes de María, en el municipio del Carmen de Bolívar, fuertemente impactado por estos grupos, se cobijó en sus creencias cristianas para saber perdonar, pero reconoció el dolor que causa ver a una figura como Mancuso.
“Me habría gustado que el Gobierno tuviera más en cuenta a las propias víctimas. Reparan algunas, ¿pero las demás qué? Nada. Estamos viviendo una desesperación. Queremos salir adelante, recibimos amenazas, pero confiamos en Dios. Sin embargo, merece estar un representante de familias masacradas, que sintieron el dolor. Llevar a Mancuso fue decisión del presidente”, dijo para SEMANA.
Y recordó la masacre de El Salado, que vivió como habitante del territorio: “De la finca del esposo de mi hija sacaron a un muchacho. Lo mataron, era bueno. En otra sacaron a varias personas, se las llevaron. Hasta el sol de hoy, hace más de 20 años, no se sabe nada. Uno nunca puede recuperarse”.
El presidente Gustavo Petro, ante un público que incluso llegó a abuchear a Mancuso, volvió a ventilar su idea del perdón social, que para las víctimas no debe comenzar con una exaltación de su victimario.“El perdón social no es un decreto de ningún Gobierno, no es una ley de la República; el perdón social no se da desde el púlpito. El perdón social se da desde el corazón de cada persona que integra la sociedad colombiana”, dijo el mandatario.
Reconoció que en 2004, cuando el exjefe paramilitar pronunció un discurso ante el Congreso, él fue uno de los parlamentarios que condenó su presencia: “La situación para todos aquí, para usted y para mí, es completamente diferente. La historia fluye en medio de sus contradicciones. Pero la historia siempre fluye”.Y en un acto impensado, Petro, ahora como presidente, dijo que quienes extraditaron a los jefes paramilitares para que cumplieran condena en Estados Unidos los “traicionaron”. Finalizó proponiendo terminar el proceso de paz que comenzó Álvaro Uribe Vélez. “Esta vez sin traición, esta vez sin miedo a la verdad, que creo que existía en esa época”, dijo.
El presidente Petro reactiva políticamente a un personaje que significa para muchos el dolor de la violencia más cruel que ha visto el país. Ahora Mancuso, reencauchado y con estatus de gestor, se dedica a lanzar señalamientos contra Álvaro Uribe Vélez, quien lo extraditó.