VICKY DÁVILA: Usted participó en 1985 en el operativo en el que el hoy presidente Gustavo Petro resultó capturado en Zipaquirá cuando pertenecía al M-19. Es la primera vez que habla sobre el tema.
CÉSAR DE LA CRUZ (C.C.): No sé qué riesgo me pueda traer esta conversación porque no estamos ante una persona buena. Pero es para decir que, desde mis años muy tempranos en la vida militar, hacia 1984 y 1985, cuando tenía 20 años, vi cómo en una comunidad se atemorizaba a un grupo de personas buenas y a todo su entorno para lograr el objetivo de dominar ese municipio. No era convencerlo, sino dominarlo. Cuarenta años después, es lo que estamos viendo en Colombia. Aquí no estamos ante una persona que esté tratando de convencer y unir. Nos está tratando de dominar. Como decía Carlos Andrés Pérez, presidente de Venezuela, “no estamos ante cualquier persona, estamos ante un vengador que al que se le atraviese lo destruye o lo aparta, pero no concilia”.
V.D.: ¿Por qué decide contar esto que pasó hace tantos años?
C.C.: Quiero contarle al país muchos eventos que tal vez pueden dar una idea de por qué estamos así, por qué nos gobiernan de esta forma, y cuál es la idiosincrasia, la formación y los objetivos de la persona que nos gobierna. Me he puesto a analizar que eso que nos está pasando sucedía por aquellos años en Zipaquirá, donde un concejal elegido bajo unas banderas tenía que ejecutar su voluntad y sus deseos a como diera lugar y a costa de lo que fuera. Es una persona que está cumpliendo lo que se trazó, a todo riesgo, para una sociedad que hoy en día está sufriendo consecuencias de esas decisiones y de eso que esa persona se labró hace mucho tiempo.
V.D.: ¿Cómo empezó su historia con Petro en Zipaquirá?
C.C.: El M-19 estaba en un proceso de paz, en un cese por orden del presidente Belisario Betancur. En ese momento, no podíamos ingresar al lugar donde se encontraba esa estructura del M-19 en Zipaquirá. Cuando eso pasa, llegamos allá y, a la semana de haber llegado, empezamos a sentir hostigamientos armados. Ese colegio de soldados bachilleres lo convertimos en base militar con trincheras, con costales.
V.D.: ¿Quién los hostigaba?
C.C.: Nada más y nada menos que desde el barrio Bolívar 83, donde había una estructura del M-19. Todas las mañanas izaban una bandera de ese grupo y en la noche la bajaban, con gente armada. Quien mandaba era supuestamente un concejal de Zipaquirá.
V.D.: ¿Quién?
C.C.: A través de inteligencia, nos dimos cuenta de que era Petro. Ahí fue cuando él empezó a ser importante desde el punto de vista militar, porque era el comandante de una célula del M-19 que se amparaba en hostigarnos para tratar de que el Ejército se fuera por los hostigamientos nocturnos, cosa que no consiguió. Al hacer inteligencia y demás, encontramos que en ese barrio, al estilo de Pablo Escobar, se hacían casas muy pequeñas de invasión y hechas por ese concejal. ¿Cómo conseguía la plata? Ese barrio estaba en la parte alta de Zipaquirá, a la salida de Pacho (Cundinamarca). Allí, a través de una obra buena, como lo hacía Escobar en Envigado, haciendo casas, se planeaban cosas malas.
V.D.: ¿Como cuáles?
C.C.: Por ejemplo, ahí se hizo todo el planeamiento para la toma del Palacio de Justicia. Fue en Zipaquirá, muy cerca de Bogotá. Pero el sofisma era el adoctrinamiento, el acercamiento del M-19 a la población y hacer casas, supuestamente para la gente pobre, pero ahí iba el veneno, se trataba del planeamiento de la toma del Palacio de Justicia. De eso nos enteramos mucho después.
Estando en Zipaquirá, sin poder entrar porque era la orden presidencial, hacia julio y agosto de 1985, el capitán Suárez Bustamante y el capitán Gabriel Díaz Ortiz eran los de inteligencia de la Escuela de Infantería. Después fueron generales. Ellos entraron al barrio Bolívar 83. Ese sí fue un atrevimiento, una falta de precaución, pero por hacer inteligencia, con un soldado bachiller y un Renault 9, fueron atacados. El carro fue incinerado, el capitán Suárez alcanzó a huir, porque iba sin refuerzo con el soldado. El capitán Díaz Ortiz cayó en esa turba. El jefe era Gustavo Petro. Al capitán Díaz Ortiz lo intentó matar con su pistola, le intentó disparar, pero el arma, por fortuna, no funcionó. Pero sí le dieron con la cacha de la pistola en la cara. Él (que luego llegó a general) quedó con su cara un poco desfigurada, porque está llena de platinos a raíz de esos golpes que se le dieron en ese barrio Bolívar.
V.D.: ¿Pero quién le pegó al entonces capitán?
C.C.: Fue el comandante de la célula del Bolívar 83, que era Petro. Hace unos días estuvo aquí el general Ricardo Díaz y habló de la pistola, que todavía la tenía Petro con la que casi matan a un general. Esa es la famosa pistola del señor capitán Díaz cuando entró al Bolívar 83. Esa es la real historia de eso.
V.D.: ¿Y qué pasó en ese momento con Díaz? ¿Cómo se salvó?
C.C.: A Díaz lo entregaron moribundo, lo trajeron muy mal, lo dejaron ahí, fuimos y lo recogimos y se lo llevaron para el Hospital Militar. Ahí estuvo como tres meses y le reconstruyeron su cara, pero esa fue una acción directa de Petro.
V.D.: El 23 de octubre de 1985, el comandante del Ejército de la época, el general Rafael Samudio, sufrió un atentado y eso cambió las cosas. Los militares pudieron entrar al barrio Bolívar de Zipaquirá. ¿Qué pasó ese día con Petro?
C.C.: Atentan contra mi general Samudio y, en la tarde, ese mismo día, se dio la orden de entrar a los objetivos de cualquier célula terrorista y unidad subversiva. Nosotros teníamos la información de que (en el barrio Bolívar 83 de Zipaquirá) estaba el M-19. Teníamos ocho meses en la base, en la acción psicológica, pero también en inteligencia, y nos metimos al barrio Bolívar 83. Ahí sí fue con permiso porque se acabó el tal cese al fuego. Pedimos refuerzos a la Escuela de Infantería, llegaron unos camiones, tanques y fue allí donde en un bar de cerveza, escondido, encontramos a Petro, con otras seis personas, debidamente armadas. Ahí está en el informe que le entregué, Vicky, está la orden de operaciones o el informe del ejecutivo de la Escuela de Infantería, diciendo lo que se le encontró a él y a los demás.
Ellos, como detenidos, estuvieron unos dos o tres días en Zipaquirá, luego los trajimos a Bogotá, y se entregaron como tenía que ser. En ese momento, la ley permitía que la Justicia Penal Militar juzgara a los terroristas. Eso no fue por voluntad ni porque prefirieron mandarlo allá. Así como hoy existe la JEP, existía la Justicia Penal Militar para los terroristas y fue allá donde se le juzgó y se le condenó por porte ilegal de armas y terrorismo, eso desafortunadamente hoy no aparece.
V.D.: Detengámonos en la operación de la captura. ¿Dónde encontraron a Petro?
C.C.: En una cantina, al lado de una casa. Ahí lo encontramos con más personas. En el informe están las otras personas detenidas.
V.D.: ¿Es decir, en una fiesta o parranda?
C.C.: Yo creo que más bien fue una fachada, encubriéndolo a él.
V.D.: ¿Se acuerda del tipo de arma que le encontraron?
C.C.: Eran dos armas cortas, propaganda del M-19 y algunos explosivos.
V.D.: ¿A dónde llevaron a Petro tras ser capturado?
C.C.: A la base militar donde estábamos nosotros. Allí yo tenía un capitán como comandante de compañía. Luego, a los dos días, se ordenó el desplazamiento a Bogotá.
V.D.: ¿Qué pasó en esos dos días en los que Petro permaneció en ese batallón?
C.C.: Mientras él estuvo allá, se le interrogó y se le preguntó. Él es una persona totalmente fría, calculadora, no decía absolutamente nada y, al cumplirse los tiempos de ley, tenía que ser trasladado a un juez, por eso se trasladó hacia allá. Cuando Petro habla del Ejército asesino, que lo dice a los cuatro vientos, que irrespeta, que mata jóvenes y demás, yo sí le quiero recordar a él que la prueba fehaciente de que el Ejército respeta los derechos humanos es que él está vivo. En ese momento en que se capturó, tranquilamente el Ejército hubiera podido tomar otra decisión con él y no se tomó, porque se respetaban los derechos humanos.
V.D.: Petro siempre dice que lo torturaron cuando fue capturado. ¿A él lo torturaron en ese batallón?
C.C.: No sé si cuando se le preguntaba y se le insistía, él se sentía torturado. Pero lo cierto es que estábamos hablando con un terrorista y con un tipo que nos hostigaba todas las noches y que nos puso en riesgo. Es más, él, en una situación especial, me confesó que me había tirado dos granadas cuando iba en una volqueta con cemento. Me lo dijo personalmente.
V.D.: Ahora me cuenta cómo fue ese encuentro suyo años después con Petro. Sigamos en la captura. ¿Lo torturaron mientras lo interrogaban?
C.C.: Le preguntamos con fuerza y con insistencia y claro que no durmió y claro que se le trató fuerte para que nos indicara cuáles eran sus intenciones.
V.D.: ¿Qué trato fuerte le dieron a Petro?
C.C.: El trato fuerte fue gritarlo, no dejarlo dormir, tenerlo en un lugar frío. Esos son los tratos fuertes, incomunicarlo. La ley lo permitía.
V.D.: ¿Petro en ese momento confesó algo? Máxime cuando usted asegura que en el barrio Bolívar de Zipaquirá se planeó la toma del Palacio de Justicia.
C.C.: El bandido Pablo Escobar y Rodríguez Gacha habían dado la plata para la toma del Palacio de Justicia, que iba a ser el 17 de diciembre cuando fuera la vacancia judicial. Pero se adelantó, porque Escobar se enteró, y los otros narcotraficantes, de que posiblemente (Petro) iba a hablar sobre esa toma del Palacio y por eso la adelantaron y se hizo pocos días después. En el M-19 ya estaban comprometidos con la mafia. Él fue capturado el 25 de octubre en la noche y la toma del Palacio de Justicia fue el 5 de noviembre, sin Petro, pero le aseguro que Petro iba a estar en la toma del Palacio de Justicia. No estuvo porque estaba detenido.
V.D.: ¿Pero tuvo algo que ver en la planeación?
C.C.: No lo dude. Ahí se planeó la toma del Palacio de Justicia.
V.D.: O sea, ¿Petro participó en la planeación de la toma del Palacio de Justicia?
C.C.: Claro que sí. Él planeó, él estuvo en el planeamiento con los otros bandidos del M-19 de la toma del Palacio y la toma del Palacio se adelantó por la captura de Petro.
V.D.: Pero, perdóneme, ¿Petro sabía de la entrega de dineros de Pablo Escobar y de Rodríguez Gacha al M-19 para la toma del Palacio de Justicia?
C.C.: ¿Con qué plata hacía las casas del barrio Bolívar 83? Mientras yo podía hacer una casa, recogiendo entre la gente, las cementeras, las ladrilleras y demás, él hacía seis o siete. Eso no se lo daba el municipio de Zipaquirá, eso no se lo daba la gente con la que él tenía intimidad en Zipaquirá.
V.D.: ¿Quién se lo daba?
C.C.: Pues el narcotráfico. Por eso estoy dando la indicación de dónde estaba el barrio Bolívar 83. Estaba estratégicamente a la salida de Zipaquirá, en la entrada de Pacho (Cundinamarca), entraba la plata tranquilamente.
V.D.: Cuando dice que Petro hacía las casas con plata del narcotráfico, ¿a quiénes se refiere?
C.C.: Pues a Pablo Escobar y a Rodríguez Gacha.
V.D.: ¿Pero usted trasladó a Petro capturado de Zipaquirá a Bogotá?
C.C.: A él lo traemos de Zipaquirá con escoltas y algunos tanques de la Escuela de Infantería y fue llevado a la Escuela de Infantería en el Cantón Norte. ¿Quién era el comandante de la Escuela de Infantería? Mi general Mora. Entonces, hasta ahí le puedo decir, yo apenas era subteniente y estaba en comisión o destacado en Zipaquirá.
V.D.: ¿Se acuerda qué dijo Petro al ser capturado?
C.C.: Era un tipo bastante callado, controlado y poco comunicativo, como lo es hoy en día. Igualito.
V.D.: ¿Templado?
C.C.: Entrenado, digo yo.
V.D.: ¿Cómo así?
C.C.: Entrenado psicológicamente para aguantar, para no hablar, para mantenerse.
V.D.: ¿Para la guerra?
C.C.: Para la guerra urbana, no rural, para el terrorismo urbano. Esa es la diferencia. Por eso es que en el M-19 no hablan de que él fue un gran combatiente. No. Él era urbano y sus hechos son urbanos y su adiestramiento psicológico es para la guerra urbana. Ese es el presidente que tenemos.
V.D.: ¿Qué pasó con ese proceso de la Justicia Penal Militar sobre Petro y la condena de la que usted habla?
C.C.: Ese es uno de los motivos por los que Petro, en forma displicente, se refirió al señor general Jesús Armando Arias Cabrales hace unos días. Dijo: “Yo soy presidente y él está detenido”. Ese es un sentimiento de retaliación de cuando mi general Arias tuvo que condenarlo por porte ilegal de armas y terrorismo. No le busquen más.
V.D.: ¿Pero dónde está esa condena?
C.C.: Yo quisiera saber porque la Constitución dice que el que está condenado, a excepción de los delitos políticos, no puede tener un cargo público o de elección popular. Eso le impediría completamente hacerlo, pero esa condena no se encuentra.
V.D.: Exacto. Entonces, van a decir que es mentira.
C.C.: Claro. Él no estuvo preso en una unidad militar. Él quedó preso en una cárcel normal, porque estaba condenado. Acuérdese, en esa época los consejos verbales de guerra o los juicios en la Justicia Penal Militar eran absolutamente rápidos y la condena salía muy rápido, eso no era como ahora que se demoran tres, cuatro, cinco años hasta que lo condenen o no. Eso era muy rápido.
No estaba en calidad de detenido, estaba en calidad de condenado. Es que era la ley. Acuérdese que Belisario Betancur le recibió el mandato a Julio César Turbay Ayala y había un estatuto de seguridad y ese estatuto ordenaba eso. Eso no fue por arbitrariedad que lo juzgaron los militares, era la ley. Así como hoy hay un poco de militares en la JEP, no en la justicia ordinaria, pues eso pasaba en ese momento, había una justicia especial e imparcial para el tema de terrorismo.
V.D.: Usted llegó a ser coronel y enfrentó la retoma de la zona de distensión en el gobierno de Pastrana, además dirigió el Batallón Cazadores. Así mismo, estuvo en el chicharrón de la fuga de Pablo Escobar, en fin, en operaciones muy importantes. ¿Qué pasó y cuándo se encontró con Petro, siendo usted un militar retirado, y él un político?
C.C.: Me lo encontré en un evento social en Montería. Resultamos hablando del tema y era también muy controlado en su hablar. Pero algo que sí me dejó perplejo fue cuando me dijo que me había tirado una o dos granadas cuando yo iba en un carro en donde llevaba cemento para hacer casas en Zipaquirá.
V.D.: ¿Y eso sí ocurrió?
C.C.: Eso sí me pasó, claro.
V.D.: ¿Cómo fue?
C.C.: Con el teniente Mejía íbamos bajando de una ladrillera, cerca al barrio Bolívar 83, y nos tiraron las granadas. Mire Vicky, estos eventos, que muy seguramente este señor referencia, él los minimiza y los cuenta como una anécdota, como algo que pasó, son los medios que él justifica para conseguir sus objetivos. Pero no hay que minimizarlos, porque todo lo hace en forma casi que burlesca, irónica, como que no le da importancia. Él no le da importancia a nadie. Pero estamos ante una persona que tiene esa formación y hoy en día es el presidente.
V.D.: ¿Y él lo reconoció el día en que se reencontraron?
C.C.: No sé si me haya reconocido, pero lo cierto es que hablamos del tema y al día siguiente también. Porque fueron dos eventos.
V.D.: ¿Usted le dijo: ‘Yo lo capturé a usted’?
C.C.: Claro, eso sí, yo fui el que lo capturó a usted. Le dije que yo soy tal persona. Se paró y me dijo: ‘¿coronel, cómo está?’. Le dije: ‘yo lo capturé a usted en Zipaquirá’. El tipo primero se asombró. La señora de él estaba al lado.
V.D.: ¿Verónica Alcocer?
C.C.: Sí, ella. Y después me dijo: ‘Es que yo era un romántico de la guerra’. Y le dije: ‘Pues más que romántico era muy malo’. Así se lo dije.
V.D.: ¿Le dijo que ‘era muy malo’?
C.C.: Sí, así se lo dije.
V.D.: ¿Y él qué cara hizo? ¿Qué le dijo?
C.C.: Le dio igual. Me dijo: ‘A usted le tiré las dos granadas’. Le dije: ‘Sí, claro, por eso es que después lo capturé’. Esas fueron mis palabras.
V.D.: ¿Y pasó algo más?
C.C.: No. Después de ahí no lo volví a ver, ni me interesó verlo ni nada más. No me dan mis principios para estar al lado de una persona así, viendo lo que está ocurriendo en este momento. Él ve muy normal esto que está haciendo con su famosa ‘paz total’. Él no ve, así como minimiza el hecho de tirarle una granada a un oficial, así minimiza los crímenes, las tomas, los atentados que cometen el ELN y las Farc a la tropa y a la población civil, porque él ve eso normal. Es muy difícil cuando usted trata de decirle a una persona lo que está mal, pero él está convencido de que está bien.
Por ahí no es el camino, de tratar de que él entienda, no, él ve esa situación como normal. Mire que hay alguien que dice, en este país los hechos malos hay que combatirlos y llevarlos a la justicia, pero no hay que legalizarlos y es lo que nos está pasando, están legalizando los hechos malos. Pues un día nos dijo qué pasaría si los delitos los dejamos de volver delitos y creamos una legislación para que no lo sean y así haya menos delitos. Esa es la concepción de este señor.
V.D.: ¿Y eso qué significa en este momento?
C.C.: Eso es para que todos pensemos en Colombia hacia dónde vamos y ellos no dejan de pensar. La gente de ese tipo no descansa la mente, siempre están tratando de llegar a los objetivos. Nosotros, la gente buena, descansamos un sábado, un domingo, una fiesta, unas vacaciones, ellos no. Y ante ese peligro nos estamos exponiendo, no es solamente él, son los que lo rodean, son las personas que lo siguen y los que están en el círculo más cercano. No sé qué consecuencias irá a tener esta entrevista, muy seguramente amenazas y todo, pues tomaremos las medidas del caso con mi familia, pero tengo que tener el valor civil porque soy militar en retiro para poder decir que tenemos una perfecta amenaza. Una amenaza en la que o cogen esta nación y la voltean o nos unimos los buenos y no dejamos que esto pase. ¿Cómo nos unimos? Pues a través de lo que nos brinda la ley. Es mi conclusión o mi mensaje.
V.D.: Coronel, ¿cuántos años tiene hoy?
C.C.: 59 años.
V.D.: ¿Y en esa época tenía cuántos, en 1985?
C.C.: Unos 20 años.
V.D.: Era un jovencito.
C.C.: Sí, señora.
V.D.: ¿Esta es la primera vez en que usted sale, da la cara y dice ‘Yo capturé a Gustavo Petro’?
C.C.: Sí, es la primera vez.
V.D.: ¿Hubo una denuncia del general Díaz contra el M-19 y Petro por lo que le hicieron cuando era capitán?
C.C.: No, él no lo ha hecho. Un día lo llamé y le dije: ‘Oiga, mi general, usted por qué no dice esto que le pasó’.
V.D.: ¿Qué le dijo?
C.C.: Que no, que no lo hacía.
V.D.: ¿Por qué?
C.C.: Yo creo que por temor.
V.D.: ¿Qué testigos hay de esta historia que me ha contado?
C.C.: Mi general (Jorge Enrique) Mora, quien a veces me toma el pelo con esto.
V.D.: ¿Qué le dice?
C.C.: Me toma el pelo y me bromea. Me dice: ‘¿Sí ve lo que pasó?’ No más.
V.D.: Arias Cabrales también fue testigo de eso en ese momento porque fue quien condenó a Petro en la Justicia Penal Militar…
C.C.: Mi general Arias era el comandante de la brigada. Yo apenas era un comandante de pelotón. Mis compañeros de curso lo saben también, pero pienso que se obró de acuerdo a la ley en ese momento, y como fue así, este presidente está vivo. Si hubiéramos hecho lo que no se debería hacer, como lo hemos visto a través del tiempo, con muchos enemigos, pues otra sería la cosa.
V.D.: ¿Qué pensó el día en que Gustavo Petro fue perdonado por el Estado en el proceso de paz?
C.C.: No sé en qué circunstancias salió, si fue amnistiado, no sé realmente, no me interesa saber. Lo que sí sé es que salió. Pero pues para mí es una inconsistencia que alguien que está por porte ilegal de armas y terrorismo haya sido amnistiado. Creo que los amnistiados eran por delitos de rebelión.
V.D.: Cuando Petro era candidato me dijo que “el M-19 era un grupo de jóvenes rebeldes”. ¿Usted lo ve así?
C.C.: Pues si usted ve a un grupo de muchachos y jóvenes rebeldes, que encuentran a unos soldados bachilleres, de buenos colegios en Bogotá, prestando un servicio a la patria y están haciendo una labor psicológica, de acercamiento a la población, y los agarra a bala todas las noches, amparándose en un cese bilateral, porque sabía que nosotros como Ejército teníamos que respetar lo que mandara el Gobierno y el presidente, pues no le veo nada de rebelde a eso.
Mire Vicky, teníamos que asegurar algunos campos por Zipaquirá, cuando un señor de apellido Gutiérrez que le decían el ‘papero’, no era un delincuente, a ese señor lo iba a secuestrar Petro. Fíjese las ironías de la vida, ese ‘papero’ es el papá de un concuñado de él, de ese que anda por ahí todo cuestionado, un Gutiérrez. Ellos tenían que ir escoltados o los llevaban al colegio en helicóptero, porque Petro y el M-19 lo iban a secuestrar. A ese señor Gutiérrez por ahí lo tienen en situaciones con Alex Saab y con unas vacas y no sé qué, está casado con una hermana de la señora (Verónica) Alcocer, son hermanas. Mire cómo da vueltas la vida, han dicho que él le ayudó en las campañas a Petro. El papá de ese señor era secuestrable por Petro, era una persona que teníamos que ir nosotros a asegurarle su aterrizaje para que revisara las fincas porque no podía ir.
V.D.: ¿Es cierto que la célula del M-19 en la que estaba Petro en Zipaquirá robaba los carros de leche?
C.C.: Sí, eso fue en Zipaquirá, pero también en Cali, en varios sitios. Petro siempre estuvo ejecutando lo que a él le parecía, no seguía directrices, una persona sola que tiene que ejecutar lo que él quiera, lo que él se propone tiene que hacerse a costa de lo que sea, no sé si eso sea admirable o no, pero para hacer el mal es muy peligroso. Estamos ante un gran riesgo y ese es mi análisis personal con referencia al Petro que conocí hace casi 40 años y el que sigo viendo hoy.
V.D.: ¿No ha cambiado?
C.C.: No, no ha cambiado.
V.D.: ¿A pesar de que hizo la paz?
C.C.: Es que él no ha hecho la paz, ¿cuál paz, si es que él sigue armado?
V.D.: ¿Cómo así?
C.C.: Hoy él sigue armado en su espíritu. Él sigue armado contra quien lo contradice, él sigue armado contra quien no piensa como él, por él votaron unas 10 millones de personas. ¿Y qué pasa con el resto de 40 millones de este país que no pensamos como él? Somos sus enemigos. Él hace lo que quiere y está entrenado para eso, desafortunadamente. Y hay que cuidarse mucho.