A primera vista el tema podría sonar un tanto baladí. Sin embargo, encierra un tema de fondo: ¿cómo compaginar los gustos personales con una convivencia sana con los vecinos? Eso es lo que este 7 de diciembre se deberá resolver en la Inspección de Policía de Chapinero, en Bogotá, cuando los propietarios del edificio Parquesol le exijan a la Contralora General de la Nación, Sandra Morelli, "el respeto absoluto por la sana convivencia entre los vecinos". En palabras de una residente, que en la mañana de este jueves estuvo en los micrófonos de La W, no se trata de atentar contra el libre derecho de cualquier persona a expresar su amor por los animales "sino que estos deben tenerse educados para no generar molestias a las otras personas". La cuestión es que la Contralora y su familia viven en una casa de un piso en la zona del Virrey, un sector tradicional de la capital que en los últimos años ha sufrido una metamorfosis enorme pues las viviendas unifamiliares han sido demolidas para dar paso a los edificios. Las casas que aún se mantienen intactas pueden contarse con los dedos de la mano. Ese es el caso de la vivienda de la funcionaria, una de las más aguerridas luchadoras en contra de la corrupción. Allí conviven, entre cuidadas plantas, sus cinco perros y una guacamaya. Hasta hace muy poco tiempo tenía otros animales silvestres. En el techo de la edificación, ella hizo una remodelación para poner una pequeña cancha de fútbol en donde su niño suele jugar con los escoltas. Para los partidos nocturnos le puso un sistema de iluminación. "El ruido que genera el niño es constante y muy molesto", dijo la vecina en el diálogo que sostuvo con la emisora. Ella contó que los residentes viven amargados todo el día, situación que no se compadece con el estrato del barrio considerado como exclusivo. Este tema de la convivencia con los vecinos es un verdadero dolor de cabeza para los habitantes de las grandes ciudades del país pues a pesar de que la norma es clara –en los códigos de Policía- que precisan qué está permitido y que no, las sanciones son casi inexistentes. Por ejemplo, la propia alta consejera para Bogotá, Gina Parody, ha debido llamar en ocasiones a la Policía para que le llame la atención a un vecino que tiene la costumbre de hacer fiestas con música a todo volumen. Las rumbas son cotidianas. Como en la mayoría de los casos, tan pronto la autoridad se va, él vuelve y le sube a la música. Por eso, el hecho de que haya trascendido el caso de la Contralora puede servir de coyuntura para que se fijen unas directrices claras respecto con sanciones ejemplares para que todos los integrantes de la comunidad vivan en convivencia.