La vida es sólo una. Y suele ser corta para cumplir los sueños que cada persona se forja. Muchos de los secuestrados que están en manos de las Farc han dejado enterrados en la selva sus mejores años. Militares que quedaron cautivos a los 21 años, y están a punto de cumplir 30. Que sencillamente perdieron allí el preciado tesoro de la juventud. Decenas de niños que prácticamente no conocen a sus padres, y algunos, a sus madres. Que apenas habían aprendido a hablar cuando ya sabían el significado de frases como "prueba de supervivencia, intercambio humanitario, o despeje". Mujeres enamoradas que han pasado más años luchando por la liberación de sus maridos, que los que pasaron junto a ellos. Líderes políticos que han dejado suspendidos decenas de proyectos colectivos, que, posiblemente, les habrían traído bienestar a sus comunidades. Carreras truncadas. ¿Cuánto ha perdido el país con estos secuestros? ¿Cuánto liderazgo y capital humano desperdiciado?La liberación de estos secuestrados no debe depender de una consulta popular. El costo humano de este prolongado cautiverio no tiene parangón. Ni el del grupo de personas que esperan el intercambio humanitario, ni el de las 3.000 víctimas de secuestro extorsivo que son burdamente trocadas por dinero. Esa es una razón humanitaria suficiente para que las Farc recuperen algo del 'honor de la guerra' y los liberen. Y para que el gobierno no escatime esfuerzos en lograr el acuerdo del que están dependiendo tantas vidas.