SEMANA: ¿Por qué cree que hay tanto descontento con Sebastián Piñera? Michelle Bachelet también subió el precio del pasaje del Metro y no hubo protestas... MARÍA BELÉN LARRONDA: Es un descontento acumulado. No son los treinta pesos del pasaje, sino los treinta años de una democracia que no supo cerrar las heridas de los chilenos. Tenemos incluso la Constitución que dejó la dictadura. El problema acá ha sido el manejo político, histórico y actual. Sebastián Piñera se ha negado a tener una discusión seria con la gente, en cambio saca a los militares a las calles para que apabullen con su represión. Pero eso no es todo, las protestas tienen que ver también con los proyectos de ley. Durante este año y medio este Gobierno se ha dedicado a privatizar y lucrar a los empresarios. Le aprieta las tuercas a la educación pública y a la salud, que son cada vez más precarias.

SEMANA: Pero el presidente pidió disculpas e incluso despidió a casi todo su gabinete, ¿no cree que ese es un gesto de reconciliación? M.B.L.: Es un gesto bastante vacío, la verdad. Porque mientras lo hizo le permitió a los militares seguir en las calles. Ninguno de ellos ha sido sancionado por los más de 20 muertos durante las protestas, por las 100 personas que se quedaron sin ojos por los perdigones, por los niños heridos, por las violaciones a mujeres y la detención en centros clandestinos. Las protestas se han crecido mucho, ahora salimos para defender los derechos humanos, para evitar que los fantasmas del pasado se queden en Chile. “Las desigualdades internas son enormes. no protestamos por el pasaje del metro, Lo hacemos por años de necesidades irresueltas." SEMANA: Es como si la sociedad chilena se hubiera guardado esa inconformidad desde hace muchos años, como si apenas ahora estuvieran sacando los dolores que les dejó la dictadura… M.B.L.: De acuerdo. Ese sentimiento existe, pero también está el sentimiento de que, por ejemplo, los gobiernos que llegaron después no fueron capaces de hacerse cargo de los delitos de entonces ¿Y sabe por qué? porque ellos mismos fueron parte de la dictadura y porque las familias que mandaban entonces son las que mandan ahora. Porque creyeron que los chilenos nos olvidaríamos de los cómplices de Pinochet. Y no fue así, los recordamos claramente. De hecho, una de las caras más cuestionadas en este momento es la del exministro del Interior Andrés Chadwick, al que gracias a la presión popular acaban de acusar constitucionalmente por violación a los derechos humanos. Entonces, claro, existe el miedo de que regrese la dictadura, pero también existe un sentimiento de rabia e indignación. No es cierto que estas son las primeras protestas en años, los chilenos llevan protestando casi semanalmente por diferentes temas sociales desde hace más de una década.

SEMANA: Muchos insisten en que a pesar de que Chile es el país más próspero de América Latina, tiene enormes desigualdades internas, ¿está eso detrás del inconformismo también? M.B.L.: Claro que sí. Entendemos nuestra situación dentro del continente y nunca la hemos negado. Pero con lo que no estamos de acuerdo es con que nos digan que ese crecimiento no ha sido a costa de los más pobres. Las diferencias entre el norte y el centro de Chile son abismales, las deudas por el sistema privado de pensiones absurdas, el precio de la matrícula en las universidades desproporcionado. Podría seguir enumerando los problemas de nuestro sistema. Yo creo que la crítica más grande hacia el Gobierno es que pertenece a esa clase poderosa, a esa clase adinerada dueña de las empresas, que probablemente son las que muestran hacia afuera la prosperidad del país, pero dejan de lado a muchos chilenos que no pueden aspirar a esa prosperidad nunca.

SEMANA: En ese sentido, algunos diputados de oposición proponen una constituyente para borrar parte del legado dictatorial. ¿Cree que eso sería una salida a la crisis? M.B.L.: A largo plazo sí. Somos conscientes de que reformar la Constitución es un proceso largo, que tomaría varios años, pero sin duda nos devolvería la esperanza. Ahora, en el corto plazo creemos que si bien la renuncia de Piñera puede ayudar a calmar las cosas, no resolverá los problemas estructurales. Entonces, proponemos una agenda que responda a las necesidades más inmediatas de la gente (educación, salud y pensiones), una mesa nacional para conversar y la desmilitarización de Santiago.

SEMANA: ¿Y en todo esto qué rol cumplen las asociaciones de estudiantes, los colectivos feministas y los demás conglomerados?¿Hay líderes visibles en las protestas? M.B.L.: No. Los conglomerados cumplen un rol fundamental. Sin embargo, las protestas no son lideradas por alguien en particular ni pertenecen a un grupo. Nacen de la ciudadanía totalmente. Desde la Confederación de Estudiantes de Chile lo que hemos hecho es ayudar a convocar gente y proponer soluciones reales, para que no se queden solo en las arengas de la calle. También han sido claves los cabildos o juntas, en donde todos pueden opinar sobre la situación. Estoy convencida de que las propuestas políticas tienen que ir de la mano con salir a la calle, aunque incomoden, aunque molesten.

Varios usuarios de las redes sociales mostraron videos con cientos de personas cantando alrededor de la casa del presidente Sebastián Piñera.  SEMANA: Sociólogos señalan que las juventudes latinoamericanas le tienen menos miedo al poder y a la represión, pues no vivieron las dictaduras de finales de siglo. Las redes sociales les permiten agruparse rápidamente y a su vez mostrar lo que los medios tradicionales no muestran, ¿cómo interpreta usted eso en Chile? M.B.L.: No cabe duda de que los medios no se han comportado bien, mientras que en las redes sociales la gente sí ha encontrado un refugio. Durante los primeros días de la protesta la televisión chilena invisibilizó completamente la situación, pero el estallido por redes fue incontenible. No se pudieron hacer los ciegos. Creo que con estas marchas los medios se dieron cuenta de que ya no estamos en el año 73, por tanto ya no dependemos de ellos para que nos informen, y de que si no hacen su trabajo, la ciudadanía lo va a hacer y le va a mostrar al mundo los delitos que se cometen en Chile. Me extraña que el periodismo nacional no le tenga miedo a la represión y a la dictadura, cuando ellos fueron los primeros censurados durante el Golpe. Pero no, ellos prefieren, por ejemplo, mostrar los saqueos e incendios de unos cuantos, en vez del millón de chilenos que salieron a marchar pacíficamente. Estas protestas nos están dejando lecciones a todos.