Estás sentado con otras nueve personas en la cocina del escritor norteamericano Tom Spanbauer en Portland, Oregon, y no tienes idea de cómo iniciar un relato. No sabes cómo poner en práctica el método de la autoindagación. El taller se llama “Escritura Peligrosa”, y después de la explicación de unos conceptos y un par de lecturas, el maestro Spanbauer te asigna la tarea de escribir la primera línea o frase de un cuento, para decidir si vale la pena o no. Y tú estás en blanco, a pesar de haber estudiado historias como The Harvest de Amy Hempel, Strays de Mark Richard, y Sala de emergencias de Denis Johnson. Pero esos relatos, con su afilado estilo minimalista, en vez de inspirarte, te hicieron sentir miedo al fracaso. A no tener creatividad. A nunca poder escribir así de bien. Y ese miedo precisamente es lo que trata de evocar Tom Spanbauer en su taller de escritura. “¿Qué es lo que más te duele?”, te preguntará, recordándote el método de la autoindagación, “¿qué es lo que más te avergüenza? ¿Qué le escribirías a una audiencia si estuvieras a punto de morir?”. Spanbauer explica que para él la enseñanza se basa en una sensación. Que él es un alumno también, porque cuando se estudia la escritura, se estudia la vida. Así que su tarea es crear un “ambiente seguro” en el que no sea tan aterrador sacar del clóset la vida interior y leérsela en voz alta a un grupo. Respeta al alumno en relación con su corazón roto, su rabia, su vergüenza, y el miedo que está escondido dentro de las palabras, y de acuerdo con eso, actúa. “Al principio debo permitir que lo hagan mal. Si una nota incorrecta se toca lo suficiente, la disonancia puede convertirse en el lenguaje de los ángeles”. Y luego, cuando se ha adquirido esa confianza, Spanbauer adopta los roles de abogado del diablo, policía corrupto, tonto irreverente y provocador, con el fin de enseñar autoconfianza y autodisciplina. Es lo que le inculcó su maestro, el editor Gordon Lish, gran impulsor del movimiento minimalista norteamericano de los años ochenta, y que formó a escritores reconocidos como Raymond Carver, Barry Hannah, Joy Williams, entre otros, impulsándolos a encontrar su estilo propio –una voz narrativa suficientemente fuerte– y provocándolos con frases como: “Te vuelves un dios en tu trabajo diciéndole ‘no’ a la cultura”, o: “si puedes ver el mundo como nadie más lo ha visto, entonces tienes material”, o: “cuando la voz no es tu propia voz, es la voz de la muerte”. Para Spanbauer la voz propia no se encuentra hasta dejar el miedo a lo que uno es. Según él, desapegarse del yo es el único camino para que cada uno hable su verdad honestamente. Por eso llama Peligrosa a su escritura, porque implica investigar a fondo el lugar que más te duele, y esto, cuando se hace desde el corazón, se notará en tus frases, y “casi como si fuera magia, el lector experimentará contigo el viaje, porque te has movido de un lugar de no saber, a un lugar de saber”. Sin embargo, cualquiera que haya leído las novelas de Tom Spanbauer sabe que él enseña a escribir, pero que escribir como él es imposible. En su novela más conocida, El hombre que se enamoró de la luna, el narrador nos hace partícipes de un viaje mítico en el que estamos completamente involucrados a nivel emocional. Diez años después, Spanbauer publica La ciudad de los cazadores tímidos y dice que escribir ese libro casi lo mata… pero que además le salvó la vida. En esta novela el narrador encuentra su divinidad mientras busca sin éxito el amor en la Nueva York de los ochenta. Lugares remotos fue su primera novela, narrada por un adolescente de trece años que presencia un asesinato y su padre lo obliga a permanecer en silencio. Esta relación entre padre e hijo se experimenta también en su cuarta y más reciente novela Ahora es el momento (publicada por Mondadori), en la que el narrador tiene que abandonar a su madre y a su familia porque ya se les había acabado la magia “de la misma manera en que a un auto se le acaba la gasolina”. Todas las ideas de Spanbauer sobre escritura peligrosa se pueden apreciar en sus cuatro novelas publicadas, todas están escritas en primera persona, con una intimidad que te invita a ser el personaje y tratan temas pesados, como tabúes culturales. Actualmente, Spanbauer prepara un libro sobre cómo escribir junto a su alumno más famoso, Chuck Palahniuk (escritor de la novela en la que se basó la película El club de la pelea). De hecho, Palahniuk fue el primero en dar a conocer algunos de los conceptos del taller de Escritura Peligrosa en su ensayo “No perseguir a Amy”, publicado originalmente en The L.A. Weekly, sobre la también-alumna-de-Gordon-Lish Amy Hempel, cuyo cuento The Harvest se desglosa en el taller de Spanbauer, y que para él, es el ejemplo perfecto de escritura minimalista. El ensayo menciona cuatro conceptos claves. El primero es el de “los caballos”. La metáfora que utiliza es que si realizas un viaje en carroza de una ciudad a otra, todo el camino se usarán los mismos caballos. Con caballos se refiere a “ideas repetidas”, el minimalismo presenta personajes, imágenes y detalles que, aunque no lo parezca a simple vista, siempre muestran un aspecto del tema central de la historia. Como una sinfonía, que aunque crece y crece, nunca pierde su línea melódica original. El segundo concepto es la “lengua quemada”, que es una forma de decir algo de manera incorrecta, retorciéndolo para que el lector vaya más despacio, para que preste más atención, evitando imágenes abstractas, adverbios y clichés. Un ejemplo es la primera frase de La ciudad de los cazadores tímidos: “Las cosas empiezan donde no sabes y terminan donde sabes”. El tercero es el “registro de ángel” que significa narrar sin hacer juicios. No describir algo como “horrible”, “alegre” o “simpático”, sino solamente las acciones y apariencias para que sea la mente del lector la que saque sus propias conclusiones. Y, finalmente, el concepto de “ir hacia el cuerpo” significa darle al lector una experiencia física, involucrarlo a un nivel visceral. No hacer que se trague a la fuerza toda la cháchara que se nos ocurrió, sino ofrecerle detalles gustosos, olorosos y táctiles. Capturar sus sentidos. Un ejemplo de este último concepto es cuando el narrador de El hombre que se enamoró de la luna, dice: “Plantado en medio del río, tus pies y tus piernas aullarían de dolor, la sangre te subiría tan rápido como pudiera subir la sangre, poniendo tanta distancia entre ella y el río como la sangre pudiera poner”. Spanbauer también enfatiza que el minimalismo es lenguaje hablado, no escrito, una metodología que promueve una fuerte voz narrativa que “busca al lector, lo agarra de la garganta y le dice: ‘ven conmigo o te arrepentirás’”. Y en la Escritura Peligrosa, cada alumno busca su propia voz. No hay fórmulas preestablecidas, e incluso Spanbauer te pide que olvides lo que has aprendido en tus clases de escritura creativa, y salgas con algo propio. “La gente habla como piensa. Hay que crear la música narrativa, encontrar la forma de hablar del personaje, su voz. Cuando la tienes, ya está hecho el noventa por ciento”. Y tú empiezas a escribir. Acabas la primera frase, y mientras sigues explorando esa parte oculta en tu corazón, empiezas a llorar. Y el maestro Spanbauer, en vez de consolarte, te anima a seguir escribiendo, mientras por un momento te desprendes del yo, y escribes tu primera buena historia, comprendiendo en la honestidad de tus palabras que el taller de Escritura Peligrosa, más que enseñarte a escribir, te ha liberado.