Aquí, sin embargo, lo titánico está en las notorias letras que, en la entrada, destacan el nombre del lugar, así como en las exuberantes porciones de los platos. En cuanto a su línea culinaria, este nuevo restaurante de la Zona G de Bogotá es una oda a la comida china de Szechuan, conocida por su característica mixtura de sabores dulces, agrios, salados, picantes y amargos. Mientras tanto, su costado estético es un homenaje a Hong Kong y la modernidad que supo evadir al comunismo chino. Lo cierto es que Bogotá había conocido la comida china por destellos: lugares con delivery y restaurantes con lineamientos orientales, pero no chinos de cepa ni de alto perfil. Mauricio Mancini, gestor del proyecto, y Nicolás de Zubiría, chef ejecutivo, notaron esta ausencia e idearon un lugar chic, con atmósfera de bella excentricidad y comida poderosa. Ellos conocían inevitablemente la comida de Szechuan a través de íconos como El Gran Chef, en Barranquilla, y El Dragón de la Marina, en Cartagena. Esos sabores fueron transferidos a la capital en un espacio cuya decoración es una experiencia sensorial: la planta baja es un bar con luces azuladas y sillas que bien pueden pasar por flores, abanicos o algas, todo lo cual suma elementos posmodernos, kitsch y artísticos. Arriba, en el comedor, penden sobre el techo 100 jaulas de pájaros vacías, iluminadas en el centro por bombillos amarillos. Sobre las paredes se ven siluetas de aves voladoras. Una idea que se parece más a la instalación que a una tendencia de interiores. De entrada se puede iniciar con una confortable sopa de wontones ($12.200) y unas lumpias chocantes ($12.900). La ventaja del menú es que la mayoría de los platos son para compartir, lo que abre la opción de ‘pasear’ por el muestrario. Otro recomendado, viable para tres personas, es el pato wurshu, un filete sin hueso, con piel crocante y jugosa, bañado en salsa de ostras y cubierto con polvo de almendras ($49.900). Tampoco se puede perder los tallarines Lo-Mein con langostinos ($45.900), el lomo de cerdo tempura ($28.900) impregnado en salsa agridulce tradicional y el arroz de vegetales ($21.900) para armonizar todos los sabores, que pueden ser ordenados en medias porciones y combinarse entre sí. Y el gran recomendado: el pato Pekín, para cuatro personas ($180.000). Éste debe reservarse con un anticipo de dos días y se presenta como una especie de ritual. Primero, se sirve la piel crocante, envuelta en crepes con salsa de ciruelas; le sigue la carne magra del pato fileteada acompañada con arroz blanco y vegetales calientes; y para terminar, un caldo de esta ave para añadir un toque de sutileza. El rito es un símbolo de lo que caracteriza a Kong: milenarios sabores que son modernizados y servidos en una atmósfera hedonista.