En la era digital, el teléfono móvil se ha convertido en una extensión inseparable de la vida de millones de personas. Sin embargo, pese a los beneficios que ofrece la conectividad constante, ha surgido un fenómeno preocupante: la adicción a este tipo de dispositivos. En otras palabras, la obsesión compulsiva por utilizar el celular para llamar, chatear, jugar o navegar por las redes sociales ya se convirtiendo en un problema de salud.
La médica psiquiatra colombiana Laura Villamil señala que las personas buscan constantemente razones para justificar el uso de sus teléfonos móviles y evitar el juicio social. “En muchos casos, incluso prefieren establecer relaciones a través de sus dispositivos en lugar de hacerlo en persona. Esta dependencia del teléfono móvil puede estar impulsada por diversos factores, como conflictos subyacentes, el temor a la soledad, la necesidad de satisfacer una dependencia inconsciente o incluso para enmendar sentimientos hostiles hacia seres queridos”.
Diversos estudios demuestran que ciertos rasgos de la personalidad, como la falta de sociabilidad, la timidez, el bajo autocontrol, la falta de empatía, la falta de cooperación y la confianza, también pueden favorecer el uso excesivo del teléfono móvil.
Además, se observa una diferencia en cuanto al género: las mujeres tienden a emplear más tiempo en redes sociales, como Instagram, WhatsApp y Facebook, mientras que los hombres dedican más tiempo a los juegos en línea.
Manipulación de las redes sociales
Las aplicaciones y los programas no escapan de la ‘responsabilidad’ en la adicción al teléfono móvil. La especialista asegura que las empresas de redes sociales, en particular, están interesadas en diseñar formatos que mantengan a los usuarios enganchados y prolonguen más su tiempo en línea, fomentando así la adicción. Así, a medida que un usuario pasa más tiempo en línea, inevitablemente revela información personal valiosa y rentable para estas grandes “tecnológicas”.
En ese sentido, ¿qué tienen en común las aplicaciones de redes sociales, como Twitter, Instagram, Facebook y TikTok, con la reproducción automática de videos en YouTube o Netflix? Villamil explica que los desarrolladores utilizan técnicas psicológicas basadas en el condicionamiento conductual humano, como el estado de fluidez.
“Este estado subjetivo de concentración total en una actividad hace que las personas pierdan la noción del tiempo y del entorno. La mayoría de las aplicaciones permiten a los usuarios deslizar y desplazar la pantalla sin llegar a un final concreto, lo que promueve interacciones prolongadas y aparentemente infinitas”, asevera.
Por otro lado, afirma que los desarrolladores también explotan el efecto de posesión y exposición, comunes en los juegos en línea. “Por eso, al descargar un juego, las personas comienzan a sentir que les pertenece y lo valoran más, ya que invierten tiempo y esfuerzo en él. Las aplicaciones de redes sociales y los juegos utilizan este efecto para generar un apego emocional en los usuarios, ofreciendo una experiencia inicial gratuita y luego cobrando por características adicionales o niveles superiores”.
La habituación y la exposición también desempeñan un papel relevante en la adicción al teléfono móvil. Un estímulo que inicialmente no genera mucho interés puede volverse atractivo con el tiempo. “Además, cuanto más nos exponemos a una aplicación, más positiva nos parece, lo que lleva a un ciclo adictivo”, apunta Laura Villamil. El poder de la recompensa y la presión social.
Villamil afirma que las aplicaciones de redes sociales, como Instagram, utilizan el mecanismo de recompensa para generar adicción. “La validación social se convierte en una necesidad para muchas personas, ya que recibir “me gusta” en una publicación estimula la liberación de dopamina en el cerebro, generando una sensación de gratificación y aumentando la autoestima; mientras que la falta de interacción positiva puede generar decepción y ansiedad”.
Además, la presión social juega un papel importante en la adicción al teléfono móvil. Por ejemplo, las marcas de verificación “mensaje enviado” y “mensaje leído” en aplicaciones de mensajería, como WhatsApp, ejercen presión sobre las personas para que respondan rápidamente, creando una sensación de obligación constante.
La médica concluye que la adicción al teléfono móvil es una preocupación creciente en la sociedad. Las aplicaciones y los juegos explotan técnicas psicológicas para mantener a los usuarios enganchados, afectando su bienestar y su salud mental.
A pesar de los efectos negativos del uso excesivo de los teléfonos móviles, no se debe olvidar que las redes sociales también satisfacen la necesidad humana de intercambiar ideas y establecer vínculos sociales. Sin embargo, es esencial mantener un equilibrio saludable y consciente en la relación con los dispositivos móviles, evitando caer en la espiral adictiva que pueden generar.
Consejos para evitar la adicción en los niños
Algunas de las recomendaciones que hacen los expertos para prevenir casos de ansiedad y adicción hacia los dispositivos móviles en menores de edad son:
- Los padres deben poner el ejemplo de uso responsable. Es necesario que los padres también dejen o disminuyan considerablemente el uso de los dispositivos móviles en presencia de sus hijos.
- Designar límites y tiempos para su uso. Se debe diferenciar cuándo es necesario su uso (motivos escolares, por ejemplo), y cuándo no se permite el uso de estos dispositivos (a la hora de la comida, por ejemplo). Asimismo, se recomienda poner límites de tiempo en su uso y cero contacto de estos dispositivos a menores de 2 años; de 15 a 45 minutos en niños de menores de 12 años; mientras que 90 minutos a niños mayores de 12 años.
- Explorar alternativas. Se puede crear una lista de las cosas que les gustan hacer a los pequeños. Esta no puede incluir nada de tecnología. Una vez hecha, se pueden designar tiempos para realizar las actividades en familia.
- Hacer la transición poco a poco. El tiempo en que los niños usan dispositivos móviles debe disminuir progresivamente. Si se elimina bruscamente, alimentaremos la ansiedad infantil en lugar de mejorarla.
- Buscar ayuda profesional en caso de ser necesaria. Si la situación se ha vuelto incontrolable y la ansiedad es muy alta, lo mejor es buscar un profesional en psicología infantil que ayude a averiguar cuál es la raíz del problema y cómo se puede solucionar.