Los productos médicos de calidad subestándar y falsificados son, por naturaleza, muy difíciles de detectar, dado que a menudo están diseñados para que parezcan idénticos a los productos genuinos.
No obstante, hay indicadores que podrían ayudar a su identificación, como revisar el estado del envase y posibles errores gramaticales o de ortografía; constatar las fechas de fabricación y caducidad, verificando que los datos del envase exterior correspondan con los del envase interior; comprobar que el aspecto del medicamento es el esperado y que no muestre cambios de color, signos de degradación, ni olores extraños; notificar los productos médicos sospechosos al organismo nacional de reglamentación farmacéutica.
La conferencia de expertos sobre uso racional de los medicamentos, convocada por la Organización Mundial de la Salud (OMS), indicó que el uso racional significa que “los pacientes reciban fármacos apropiados para sus necesidades clínicas, a dosis ajustadas a su situación particular, durante un período adecuado de tiempo”.
Es de considerar que estos productos pueden causar reacciones adversas obvias, dadas las malas condiciones en su producción, lo que implica mala higiene e intervención de personal no calificado, originando impurezas desconocidas o incluso estar contaminados por bacterias.
Las consecuencias son significativas, los medicamentos vendidos ilegalmente pueden ser completamente distintos a lo que los compradores creen que están adquiriendo, lo que puede traer serios daños en la salud de las personas.
Pese a que, hoy en día, la utilización de medicamentos es cotidiana en la vida del paciente y en la población en general, su uso inadecuado puede convertirse en un verdadero peligro para la salud. Así como lo determinan ciertos de artículos, la automedicación constituye un problema a nivel mundial por su alta incidencia y el riesgo que representa en el bienestar de quienes la practican.
El uso adecuado de los medicamentos se convierte en un parámetro fundamental cuando se piensa en la salud individual y colectiva; tanto los médicos como los pacientes deben cumplir su rol, a fin de que los beneficios de su uso superen los riesgos.
El problema de los medicamentos falsificados afecta a todas las regiones del mundo; de este modo, es primordial trabajar en la educación y concientización sobre esta situación, que pone en riesgo la vida de los pacientes. Es de suma importancia que esos esfuerzos no se limiten a consumidores, pero también incluyan a todos los profesionales que comprende el ecosistema de salud.
La prevención, vigilancia y combatir contra los medicamentos falsificados es necesaria, así como la cooperación, colaboración y participación entre las agencias reguladoras nacionales e internacionales, según expertos.
Cabe destacar que el sistema de la OMS recibe notificaciones de todas las regiones del mundo sobre productos médicos de calidad subestándar y falsificados, lo que evidencia claramente que el problema es mundial. Según la Organización Mundial de la Salud, se estima que uno de cada diez productos médicos que están en circulación en los países de ingresos bajos y medianos es subestándar o está falsificado.
De hecho, a nivel global, el equipo de Seguridad Global de Pfizer ha ayudado a evitar que millones de dosis falsificadas lleguen a los pacientes. De igual manera, los pacientes pueden implementar medidas para asegurar el buen uso de los medicamentos, como sugiere el Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas de Estados Unidos:
- Seguir las instrucciones indicadas en la etiqueta o dadas por el especialista.
- Conocer cuáles son las posibles reacciones con otros fármacos y con el alcohol.
- No suspender el medicamento, ni modificar la dosis, sin consultar antes con el médico.
- No tomar medicamentos usados previamente por otra persona, ni compartir los suyos.