Cuando se habla de covid, generalmente se asocia con congestión nasal, dificultad para respirar, pérdida del olfato o gusto, o en una gripa ‘rompehuesos’, pero pocas veces se piensa que el virus que paralizó el mundo hace cuatro años pueda llevar a que una persona sufra de debilidad extrema, pierda su pelo, su masa muscular y tenga problemas neuronales. Mucho menos que sufra todos esos síntomas desde 2020.

Esa es la historia de Ericka Olaya, una bogotana que lleva 28 años viviendo en Italia, uno de los diez países más afectados por esta enfermedad en el mundo y uno de los primeros de Occidente que tuvo que recurrir a las cuarentenas y aislamientos para tratar de contener la pandemia.

Ericka, hoy de 47 años, vivió hasta sus 43 una vida supremamente activa, desarrollando una exitosa carrera de diseñadora y relacionista pública en el Viejo Continente. Vivía sola en un apartamento cómodo en Milán e incluso se podía dar el lujo de tener una persona que le ayudaba con el aseo y todos los temas domésticos (algo muy común en países como Colombia, pero muy costoso en Europa).

En enero de 2020 estaba estrenando trabajo en una multinacional alemana, en la cual, de entrada, se sintió incómoda por la absoluta carencia de medidas de bioseguridad y la poca empatía de los jefes.

Ericka Olaya en la redacción histórica del Corriere della Sera en Milán. | Foto: Ericka Olaya

Ella recuerda que Alemania fue el foco de entrada del coronavirus a Europa y en ese momento ya se conocía lo que estaba pasando en China; sin embargo, sus jefes iban y venían de ese país, sin siquiera usar tapabocas. Es más, cuando en Italia declararon la cuarentena y los confinamientos, les exigieron a sus empleados seguir yendo a la oficina, con la excusa de que tenían un seguro que pagaba mil euros a quienes fueran diagnosticados con la enfermedad y 10.000 a quien falleciera. Subestimaron el coronavirus, pese a que en ese momento ya estaba matando a muchas personas.

En esas idas a la oficina por las calles vacías de Milán fue que Ericka se contagió. Inicialmente, no tuvo congestión nasal ni tos, solo una gran debilidad y una terrible migraña, que poco a poco la fue hundiendo hasta que tuvo que salir de su casa en ambulancia directo a la clínica. Esto fue el 9 de marzo de 2020. El problema es que para esa época no había pruebas de covid.

Allí le descubrieron que sus pulmones estaban a punto de colapsar, tenía una hemorragia y una neumonía avanzada. Estuvo 20 días, nunca intubada, pero recuerda que no ‘pegó el ojo’ porque compartía la habitación con otros enfermos de covid, muchos de avanzada edad, que se quejaban demasiado y ella se sentía como en el pabellón psiquiátrico de un ancianato.

Los enfermos seguían llegando a la clínica en donde estaba Ericka y dado que su situación era menos crítica, la trasladaron a un hotel de Milán, el Michelangelo, que por la crisis sanitaria adecuó sus 200 habitaciones para aislar a los enfermos. Ericka llegó allí y solo pudo salir meses después, cuando su prueba dejó de dar positivo.

La oficina donde Ericka Olaya se contagió de covid, en su último día de trabajo. | Foto: Ericka Olaya

Aunque su condición mejoró frente a lo que vivió en la clínica, tenía una habitación con tina y todas las comodidades, pero las fuerzas no le daban, no podía hacer tareas simples como peinarse y empezó a perder pelo de forma acelerada. De la misma manera se fueron esfumando sus ahorros, porque salió con lo que tenía puesto el día que la recogió la ambulancia y tuvo que comprar ropa, comida y las demás cosas que necesitaba para vivir en la clínica.

“Con el perdón de los secuestrados, pero yo ahí me sentía así, retenida en un cuarto del que no podía salir. Me puse a pensar: si yo la estaba pasando así, cómo sufrirán todos los colombianos que han pasado por el secuestro”, relató.

Finalmente, la prueba de Ericka dio negativo y pudo salir de la clínica, pero ya no tenía trabajo, pues la empresa la despidió por su larga incapacidad. Esa, sin embargo, no fue la peor noticia, lo más grave lo empezó a vivir al intentar subir las escaleras de su apartamento, ubicado en un edificio antiguo de Milán. Literalmente no tenía fuerzas. Hacer cualquier actividad física, por pequeña que fuera, la agotaba en extremo.

El día en que Ericka Olaya salió del COVID hotel en Milán después de dos meses y medio. | Foto: Ericka Olaya

“Yo salí un jueves de la clínica y el lunes siguiente ya estaba en el médico. Necesitaba saber qué me estaba pasando, porque no era solo el cansancio, tengo muchos problemas de motricidad, neuropatías que hacen que se me caigan las cosas de las manos, no puedo agarrar una olla, estoy en un estado torpe, todo lo chorreo, lo derramo, he perdido motricidad fina”, explica.

Esa primera médica que la vio tras su salida del hotel-covid le dijo que los síntomas se debían a que estaba superando una infección muy grave, que simplemente necesitaba reposar, pero esa respuesta no le servía, pues ella seguía acumulando síntomas: le cambió el color de los dientes, le aparecieron manchas cutáneas, su piel pasó de seca a grasosa y viceversa, el estómago vive inflamado. En total son más de 100 síntomas, que ya incluyen el de la pérdida del olfato, el cual no ha recuperado bien.

Como perdió el trabajo y está en medio de un pleito con su empleador, pues le atribuye la responsabilidad de su enfermedad, tuvo que recurrir a la sanidad pública, pero al igual que en Colombia, las citas son demoradas, en especial con especialistas.

A finales de 2020, metida en internet y en redes sociales, supo que lo que ella tiene es ‘long covid’ (covid prolongado), el cual se refiere a una serie de síntomas persistentes que experimentan pacientes de covid después de haberse recuperado de la infección.

Estos síntomas pueden variar ampliamente e incluir fatiga extrema, dificultades respiratorias, dolores musculares o articulares, niebla mental, dificultades para concentrarse, dolores de cabeza, pérdida del olfato y del gusto, entre otros, es decir, todo lo que Ericka padece. No obstante, solo hasta abril de 2021 un papel certificó su condición y dejaron de tratarla como “una loca que se inventaba males”.

Según el Dane, 24 por ciento de las mujeres y 14 por ciento de los hombres en el país sufren de covid prolongado. | Foto: 2020 Getty Images

Desde entonces, ha intentado con varios tratamientos y esa es una de las razones por las que no quiere irse de Italia, pues sabe que la comunidad médica está investigando el covid prolongado y necesita estar lo más cerca posible de los nuevos desarrollos. Además, necesita avanzar en la demanda laboral, ya que busca acceder a una pensión por incapacidad, teniendo en cuenta que toda su vida laboral la ha hecho en Italia, país al que llegó cuando tenía 18 años.

En su caso, lo que se sabe por ahora, es que el virus le provocó una deficiencia en una proteína (llamada retrovirus herv-v) que es la misma que activa la esclerosis múltiple, por lo que su daño es principalmente neurológico.

Fue cofundadora, en enero de 2023, de la asociación italiana de pacientes de long covid, que tiene más de 60.000 inscritos. Sus gastos los solventa con ayudas de amigos y familiares, al tiempo que ha contado con el respaldo del consulado en Roma y de la Asociación de Colombianos en Milán.

Desde octubre de 2023 participa en un ensayo clínico con el medicamento Temelimab, el cual se usa para la esclerosis múltiple y se está experimentado con los pacientes de covid prolongado; así mismo, aspira a poder intentar un tratamiento con células madre que hace una clínica de Medellín. Este se lo recomendó otro paciente con su condición que estaba en silla de ruedas y salió caminando. El problema es que vale 23.000 dólares.

Con su cuerpo y salud mental muy golpeados, pero con el espíritu fuerte, Ericka está convencida de que esta enfermedad va a servir para algo, por eso quiere trabajar para ayudar a otros en su condición, creando contenido sobre covid prolongado, del cual hay muy poca información en español. De hecho, quiere recordar que marzo es el mes de sensibilización del covid persistente.