De entrada es necesario aclara que los trastornos del espectro autista (TEA), más que aparecer en la edad adulta, estuvieron siempre en la persona, pero se diagnostica años después. Por eso, según explica la Dra. Valeria Fiorenza Perris, Psicoterapeuta y Directora Clínica del servicio de psicología online Buencoco, es común asociar la enfermedad a los más pequeños de la sociedad. “Tendemos a pensar automáticamente en los niños, olvidando que los trastornos del espectro autista son una condición que, en la mayoría de los casos, acompaña al individuo a lo largo de todo su ciclo vital”.
También se refieren a la dificultad de diagnosticar el autismo. “A menudo los rasgos son diferentes o menos evidentes, o el individuo ha desarrollado habilidades de enmascaramiento que le permiten hacer menos visibles los síntomas”.
Respecto a síntomas más usuales del TEA durante la edad adulta, señala que están los tics peculiares, tener dificultad para enfrentarse a lo inesperado, fobia social, dificultad para socializar, antifobia, ataques de ansiedad, hipersensibilidad a los estímulos sensoriales o depresión, entre otros.
“Puede darse el caso que los elementos típicos de la condición autista se expresen exclusivamente en soledad y, por lo tanto, sean poco visibles para los demás”, agrega.
En ese sentido, es usual que el TEA no se identifique o se diagnostiquen otras afectaciones como los trastornos de la atención y del aprendizaje, la adicción a sustancias, el trastorno obsesivo-compulsivo, la psicosis, trastornos de la personalidad, bipolarismo, trastornos alimentarios o depresión.
Estudio afirma que los niños con autismo tienen mayor riesgo de padecer depresión y ansiedad
Un estudio del grupo de investigación Nutrición y Salud Mental de la Universidad Rovira i Virgili (URV) señaló que los niños con trastorno del espectro autista (TEA) tienen hasta tres veces más riesgo de sufrir problemas emocionales, como depresión y ansiedad.
El trabajo, llevado a cabo con cerca de 800 escolares y preescolares de la demarcación de Tarragona, apuntó que si además los niños tienen déficit de atención con hiperactividad (TDAH), una comorbilidad que muchas veces no se detecta a pesar de que afecta el 40 %, este riesgo aumenta hasta cuatro o cinco veces.
“La posibilidad de desarrollar síntomas de ansiedad y depresión aumenta hasta tres veces en los niños y niñas que presentan una de las dos condiciones, pero si tienen el doble diagnóstico, TEA y TDAH, presentan una vulnerabilidad sensiblemente más grande”, afirmó la investigadora del estudio, Paula Morales.
La experta destacó que muchas veces, cuando se hace un diagnóstico de TEA, no se evalúan específicamente las dificultades en la regulación de la atención y de la conducta, más característicos del TDAH, porque se superpone la sintomatología de los dos trastornos o porque solo se considera el diagnóstico principal “como un cajón de sastre en que cabe todo”.
En este sentido, el estudio deja claro que es clave afinar mucho más en el diagnóstico y precisar si, por ejemplo, los pacientes también tienen TDAH, porque hay mucho más riesgo de presentar problemas emocionales. “Si no se detecta, no se puede tratar adecuadamente. Hay que ser más rigurosos, puesto que, si ajustamos la intervención y el acompañamiento, esta persona tendrá un mejor pronóstico y una mejor evolución”, añadió Morales.
Según el estudio del grupo de investigación Nutrición y Salud Mental de la URV, el 32 % de los niños y niñas en edad escolar con TEA tienen problemas emocionales clínicamente significativos, sobre todo ansiedad y depresión, un porcentaje que es del 38 % en los que tienen TDAH y que sube hasta el 57 % en los que tienen el doble diagnóstico.
El estudio forma parte del proyecto EPINED (Estudio Epidemiológico de los Trastornos del Neurodesarrollo) y ha sido liderado por la catedrática de la URV Josefa Canals, junto con Núria Voltas, Carmen Hernández y Paula Morales.