Una nueva esperanza se abrió este martes para millones de pacientes oncológicos en todo el mundo, especialmente aquellos que tienen un glioma de grado 2 con mutación en el gen IDH. Se trata de un tumor cerebral maligno para el cual se ha descubierto un tratamiento oral que consigue detener varios años su evolución.
En el marco del congreso anual de la Sociedad Americana de Oncología Clínica (ASCO, por sus siglas en inglés), que se desarrolla desde el pasado viernes y hasta este martes en la ciudad de Chicago, Estados Unidos, fueron revelados los resultados del ensayo en fase III Indigo, diseñado para probar un nuevo fármaco en pacientes que no habían recibido más tratamiento que la cirugía. Los mismos fueron publicados en la revista científica The New England Journal of Medicine.
En esta investigación, liderada por científicos de Estados Unidos, contó con la participación de 331 pacientes en 10 países.
Los resultados de este medicamento suponen un gran avance toda vez que los gliomas de bajo grado con mutación del gen IDH representan cerca del 30 por ciento de los tumores cerebrales en todo el mundo. Dichos gliomas crecen de forma continua, aunque lentamente. Además, se sabe que se infiltran en el cerebro y finalmente se convierten en tumores agresivos con crecimiento acelerado y síntomas graves.
Esos tumores se caracterizan por tener una mutación en los genes IDH 1 y 2. Esta alteración genética, hallada gracias a los proyectos de secuenciación masiva de los genomas de decenas de tipos de cáncer lanzada en 2008, cambia la actividad de dos enzimas esenciales en el funcionamiento del organismo, que siguen haciendo su tarea, pero empiezan a generar un metabolito tóxico que daña el ADN. Con el paso del tiempo, el daño se acumula y proliferan las mutaciones que azuzan el crecimiento del cáncer.
En cuanto a los pacientes, los científicos han establecido que se trata en su mayoría de personas jóvenes, entre los 25 y los 50 años. Y su tratamiento actual pasa por una intervención quirúrgica para extirparlo, además de procesos de radioterapia y de quimioterapia para tenerlo bajo control. Pero estas dos últimas alternativas tienen una toxicidad significativa.
Desde hace décadas, las personas con esta dolencia se someten a una cirugía para extirpar el mal y después reciben quimioterapia y radioterapia para controlarlo.
De acuerdo con lo revelado por la revista The New England Journal of Medicine, los enfermos que participaron en este importante estudio solo habían sido operados.
Índigo es el primer estudio de fase III que se ha podido efectuar en ese tipo de pacientes que no habían recibido ni radio ni quimioterapia. Aunque la quimiorradiación puede prolongar la vida en buenas condiciones, en un periodo entre 5 y 20 años, al cabo de ese tiempo sus efectos secundarios se traducen en un severo deterioro cognitivo y varias dificultades motoras y de concentración, entre otras consecuencias.
La pastilla que logró hacer la diferencia
Una terapia dirigida multiplica por más de dos el tiempo sin progresión de un tumor cerebral que solo se abordaba con tratamientos agresivos.
El inhibidor vorasidenib, protagonista del ensayo, ha demostrado que consigue que se preserven y mejoren las capacidades cognitivas y funcionales y, por ende, la calidad de vida de los pacientes durante varios años, al detener la progresión del tumor y retrasar los tratamientos agresivos.
Esa pastilla prolongó una media de 27,7 meses la supervivencia libre de progresión de la enfermedad, frente a los 11,1 meses de quienes tomaron placebo, y pospuso más de 40 meses la necesidad de tratamiento agresivo, siendo en algunos casos indefinida.
ASCO precisa en su página web que los efectos secundarios negativos más comunes con el vorasidenib fueron niveles elevados de las enzimas transaminasas y diarrea. Salvo eso, el tratamiento resultó bien tolerado.
“La eventual aprobación de vorasidenib podría retrasar la necesidad de terapias más agresivas, marcando un cambio de paradigma en esta enfermedad. Realmente es un paso importante hacia una terapia contra el cáncer menos tóxica y más precisa para esos pacientes jóvenes”, apunta el neuroncólogo del Memorial Sloan Kettering Cancer Center de Nueva York Ingo Mellinghoff, principal autor del estudio.