Descubrir los misterios de la mente humana ha sido uno de los desafíos que ha desvelado por décadas a la comunidad científica de todo el mundo. Y en ese largo camino se recuerda el trabajo que adelantó, desde los años 30 el neurocirujano canadiense Wilder Penfield, quien curó a miles de la epilepsia o de tumores a través de complejas cirugías cerebrales, en las que aplicaba descargas eléctricas en distintas áreas mientras les preguntaba a los pacientes qué sentían para observar así sus reacciones.
Fue de esta manera que pudo crear un complejo mapa con las funciones motoras de la corteza cerebral y ambos hemisferios.
Dicho mapa le entregó a la comunidad médica una serie de hallazgos que no han dejado de sorprender desde entonces: por ejemplo, el dedo índice derecho se mueve estimulando un punto contiguo al que mueve el dedo corazón. O los movimientos de boca, labios, dentadura o laringe están agrupados.
Este descubrimiento y su representación gráfica han estado en los manuales de neurociencia desde entonces, pero un grupo de neurólogos quiso ir más allá.
Así lo recoge un trabajo reciente de la revista científica Nature. Evan Gordon, neurocientífico de la Universidad de Washington (Estados Unidos) y primer autor de esta investigación, ha realizado miles de horas de resonancias magnéticas a varias personas mientras estaban en reposo o realizando algún movimiento.
“Esto nos permitió mapear la organización del cerebro con gran detalle. Esperábamos encontrar muchas características interesantes de la organización cerebral de las partes más complejas, responsables de la memoria, la planificación y el pensamiento abstracto. ¡Lo que no esperábamos era encontrar un nuevo sistema cerebral en la corteza motora primaria!”, asegura en declaraciones recogidas por el diario El País de España.
“Ni siquiera consideramos buscar en esta área porque, desde el trabajo de Penfield hace 90 años, todos ya saben cómo se supone que debe ser la corteza motora”, añadió el científico.
Sin embargo, lo que hallaron Gordon y su equipo fue una red dentro de otra red que reescribe lo descubierto por el neurocirujano canadiense. “Fue tan sorprendente que por un tiempo no nos lo creíamos y tuvimos que trabajar mucho para convencernos de que era real”, dice Gordon.
En su intento de replicar los mapas de Penfield, los investigadores confirmaron que el control de los pies estaba en el lugar que el científico canadiense había identificado.
La corteza motora se halla en la parte más exterior del cerebro y es una especie de franja que empieza justo sobre una oreja y se despliega hasta llegar a la otra. Esta banda se ve interrumpida por la separación que, a lo largo, divide el cerebro en dos partes a izquierda y derecha (la cisura interhemisférica).
El movimiento del pie derecho, por ejemplo, activa la porción de franja situada justo en el borde izquierdo de esta falla. Comprobaron lo mismo para las manos (por la mitad de la superficie cerebral) y para la cara (ya cerca del pabellón auditivo).
“Penfield no estaba equivocado, pero estaba limitado por la tecnología disponible en su época”, aclara Gordon.
Nico Dosenbach, colega de Gordon en la Universidad de Washington y autor sénior de esta investigación, califica esta red, SCAN, “como una importante interfaz mente-cuerpo, quizás la más importante que conocemos hasta ahora”.
Según Dosenbach, “parece vincular los planes abstractos, los objetivos, con todas las funciones corporales relevantes para la acción: movimiento del músculo esquelético (motricidad gruesa), control del músculo liso (órganos), tono autónomo (por ejemplo, la liberación de adrenalina)”.
La SCAN, agrega el investigador, “está conectada funcionalmente a las regiones de la corteza frontal que hacen los planes, toman decisiones e inician acciones, y también está conectada a los músculos del cuerpo a través de la médula espinal”.
La existencia de esta especie de interfaz, explicaría, según los autores, que tantas funciones y trastornos de la mente tengan manifestaciones corporales. “Cuando pienso en cómo resolver un problema, empiezo a caminar. O antes de dar una conferencia, siempre tengo ganas de orinar. Hay un millón de ejemplos de cómo tus pensamientos afectan tu cuerpo. Creemos que la SCAN es la estructura física que hace que pase todo esto”, puntualiza el neurocientífico.