Decenas de médicos y estudiantes se dieron cita este lunes en la plazoleta de la Universidad Javeriana de Bogotá para rendir homenaje a la doctora Catalina Gutiérrez Zuluaga, residente de cirugía de esta institución, quien falleció el pasado miércoles 17 de julio. El evento se cumple en medio de un álgido debate nacional sobre las condiciones en las que se forman los profesionales de la salud en esta institución educativa.
Algunos de ellos, vestidos con sus batas y otros más portando velas, se acercaron a esta velatón y aseguran en SEMANA que los casos de acoso y maltrato en esta universidad no son nuevos, “solo que se han normalizado absurdamente, porque según muchos de los profesores, es una manera de formar el carácter. Yo creo que la doctora Catalina Gutiérrez murió sola, sin que nadie la escuchara, en medio de un entrenamiento y una formación médica deshumanizada”, sostiene Carlos David, quien prefiere omitir su apellido “por miedo a represalias”.
A su lado, Daniela, otra estudiante, con el rostro bañado en lágrimas, critica la “tibia reacción” de la universidad en este caso. “Solo vinieron a emitir un comunicado el día domingo, cinco días después de la muerte de Cata, debido a la presión mediática. Antes de eso, no les interesó pronunciarse sobre lo ocurrido. Debe ser que en Colombia toca pasar por lo que le pasó a ella para que digan que van a tomar medidas. Puras palabras vacías”.
Mariana Rodríguez, a su turno, dice que además de los abusos, especialmente verbales, se estudia en medio de una carrera contra el tiempo y la presión de no “saltar del barco”, pues cuenta que no son muchas las plazas que se abren anualmente para la residencia de cirugía.
Y denuncia una situación que considera aún más grave: “Luego de que se conociera la muerte de la doctora Catalina, muchos, oígase bien, muchos de los docentes de la facultad han salido a excusarse de sus abusos con el argumento de que están formando a una generación de cristal a la que no se le puede decir nada. Entonces, ¿de qué sirve que la Javeriana diga en un papel que va a tomar medidas, si los propios profesores desestiman lo que pasó y creen que no es necesario cambiar? Les debe parecer normal que una residente se quite la vida por la presión de ellos”.
La doctora Cindy Rodríguez, presidenta de la Asociación Nacional de Internos y Residentes (Anir), entidad que convocó a esta jornada de solidaridad, manifestó que se trata de “una situación sumamente dolorosa”.
Y reiteró lo que ya públicamente han expresado muchos de sus colegas: “Los residentes en algún momento hemos sido víctimas de maltrato y hemos tenido situaciones de salud mental que en algunos casos nos han llevado a abandonar la residencia, o que hemos pedido darnos de baja de manera temporal o en algunas veces permanente”.
Diana Nossa, médica de la Javeriana, cuenta que en su caso pasó “varios días sin poder dormir”, y recuerda que hasta le quitaban la hora del almuerzo. Narra que denunció todo ante las directivas de la universidad, pero que en su caso “no se hizo nada al respecto”.
Joaquín Celis, estudiante, aseguró que es hora de que se hable “en voz alta” sobre cómo se “vulnera la salud mental de los estudiantes con este tipo de tratos por parte de los docentes. No es justo, sobre todo porque lo que nos espera allá afuera no es fácil, con un sistema de salud roto que espera que salvemos vidas, pero con sueldos miserables”.
En medio de la dolorosa jornada, muchos aplaudieron que el Ministerio de Educación se pronunciara e incluso anunciara que visitará la Javeriana en los próximos días para revisar las condiciones de los residentes. Esta cartera subrayó “la importancia del sistema de alertas frente a señales de angustia o malestar de los jóvenes al interior de las Instituciones de Educación Superior”.
“A Catalina hoy le decimos que estamos reunidos en la Javeriana pensando en ella. Le decimos que no será en vano su muerte y que no permitiremos más maltrato en la formación médica. La letra con sangre no entra”, dice otro estudiante.
En la plazoleta de la Javeriana se podían leer pancartas con sentidos mensajes como: “Que nuestra vocación no nos cueste la vida”; “Siempre con nosotros, Cata”; “Es una pestilencia, no una residencia”. Y junto a las escaleras que conducen a los edificios de la institución educativa se improvisó una suerte de altar en el que la comunidad de estudiantes fue dejando flores y velas en honor a la médica fallecida.