La depresión es una “enfermedad que se caracteriza por una tristeza persistente y por la pérdida de interés en las actividades con las que normalmente se disfruta, así como por la incapacidad para llevar a cabo las actividades cotidianas, durante al menos dos semanas”, según informa la Organización Panamericana de la Salud.
MedlinePlus informa que esta enfermedad de salud mental, “puede ser desencadenada por un hecho estresante o infeliz en la vida”, así como puede ser transmitida de padres a hijos. Así como el alcoholismo o consumo de drogas y las afecciones médicas, como cáncer o dolor (crónico) a largo plazo, pueden generar depresión.
De acuerdo con cifras de la OMS (Organización Mundial de la Salud) 8 % de la población experimenta depresión, incluido el 5 % de los adultos (4 % entre los hombres y el 6 % entre las mujeres) y el 5,7 % de los adultos mayores de 60 años. A escala mundial, aproximadamente 280 millones de personas sufren depresión.
Dicho esto, el consumo de alimentos ultraprocesados estaría directamente relacionada con la depresión, el volumen de sustancia gris del circuito cerebral mesocorticolímbico y parámetros de inflamación.
Así lo reveló un estudio liderado por el Centro de Investigación Biomédica en Red y el Instituto de Investigación Biomédica de Girona Dr. Josep Trueta.
Estos alimentos son los que han sido “procesados industrialmente y contienen ingredientes artificiales y aditivos para mejorar su sabor, textura, apariencia y durabilidad”, de acuerdo con la Revista Ialimentos.
La mayoría de los ultraprocesados tienen una densidad de nutrientes más baja, pero una concentración energética más alta en comparación con los alimentos no procesados. Además, son ricos en ácidos grasos saturados y trans, azúcares añadidos y sal, y son pobres en proteínas, fibra dietética y micronutrientes.
Este tipo de productos suelen contener aditivos para intensificar sus cualidades sensoriales e imitar la apariencia de los alimentos mínimamente procesados, lo que los hace comestibles, sabrosos, altamente atractivos y potencialmente adictivos.
Los investigadores también buscaron explorar los efectos de interacción con la obesidad, así como evaluar si los biomarcadores inflamatorios median estas asociaciones previas.
Uno de los resultados principales es la asociación entre un mayor consumo de ultraprocesados y una mayor presencia de síntomas depresivos, así como un menor volumen en regiones cerebrales implicadas en procesar la recompensa y monitorizar el conflicto, aspectos esenciales en la toma de decisiones, incluyendo las alimentarias.
Asimismo, el estudio destacó la mediación de la cantidad de glóbulos blancos en la asociación entre el consumo de ultraprocesados y los síntomas depresivos.
La asociación entre el consumo de estos productos y los síntomas depresivos fue especialmente notable en el grupo con obesidad (58,6 % de los participantes), que partían de una mayor presencia de síntomas depresivos en comparación con el grupo sin obesidad.
En conclusión, la investigación respalda la evidencia previa que vincula el consumo de ultraprocesados al riesgo de padecer un trastorno depresivo, y proporciona nuevos datos que lo asocian con cambios en la estructura de redes cerebrales concretas.
En la investigación se utilizó el sistema de clasificación de alimentos Nova para identificar los alimentos y bebidas ultraprocesados en función de su grado de procesamiento. Finalmente, también se calculó el porcentaje de consumo de ultraprocesados en la dieta global.
Por otro lado, se evaluaron los síntomas depresivos y se realizaron imágenes de resonancia magnética estructural. Finalmente, se midieron varios parámetros metabólicos y biomarcadores inflamatorios, como el recuento de glóbulos blancos, la proteína de unión a lipopolisacárido y la proteína C reactiva.
*Con información de Europa Press.