El Día Mundial del Cerebro, que tiene lugar cada 22 de julio, es una valiosa oportunidad para recordar la importancia de mantener este importante órgano en condiciones óptimas. Según los expertos, este consume cerca del 20 por ciento de la energía y el oxígeno del cuerpo, es el epicentro de las emociones, funciones cognitivas, motoras y sensitivas. La prevención de enfermedades cerebrales, un diagnóstico temprano y el cuidado son esenciales para su buen funcionamiento.
Actualmente, en parte por el estilo de vida que se ha impuesto en el día a día, el cerebro enfrenta diversas amenazas: el poco control de los factores de riesgo cardiovascular, el estrés, la exposición excesiva a pantallas y la falta de un sueño reparador. Otros factores relevantes son los antecedentes familiares de afecciones neurológicas y malformaciones anatómicas.
En todo el mundo, se estima que aproximadamente el 13 por ciento de las enfermedades están vinculadas a trastornos neurológicos y mentales. Entre las condiciones más comunes se encuentra migraña, epilepsia, Alzheimer, ataques cerebrovasculares y Parkinson, así como esclerosis múltiple y otras enfermedades neurológicas.
Para promover la salud cerebral, la doctora Daniela Duque, neuróloga de la Clínica Avidanti Manizales, cuenta cuáles hábitos se deben adoptar:
- Mantener una actividad física regular.
- Seguir una dieta balanceada.
- Interactuar socialmente.
- Evitar el consumo de cigarrillo, licor y/o sustancias psicoactivas.
- Tener un estilo de vida en donde el estrés sea poco y el sueño sea adecuado.
Para la doctora Duque, es vital estar atentos a los signos de alarma para evitar problemas cerebrales como asimetría facial, debilidad de una extremidad, alteraciones del lenguaje o el habla, todo de aparición súbita, cefalea con una severidad 10/10, acompañado de fiebre, pérdida visual, fallas de memoria u otras funciones cognitivas que afectan la independencia en las actividades diarias.
Reducir el riesgo de enfermedades neurodegenerativas como Alzheimer y Parkinson implica aumentar la reserva cognitiva, controlar los factores de riesgo cardiovascular, estimular el cerebro con actividades lúdicas y académicas, y mantener una dieta saludable y una actividad física regular. Evitar la exposición a pesticidas y metales pesados es esencial para prevenir el Parkinson.
“Cuidar de nuestro cerebro es fundamental para asegurar una vida plena y activa. Consumir frutas, vegetales y carnes magras, y baja en grasas saturadas, no sólo protege nuestra salud cerebral, sino que también mejora nuestra calidad de vida y ayuda a reducir el riesgo de eventos cerebrovasculares” enfatiza la doctora Duque.
El estrés y cómo afecta al cerebro
El estrés crónico desencadena una serie de procesos sistémicos y neuronales ante situaciones potencialmente amenazadoras. Este estado eleva los niveles de adrenalina, cortisol, citoquinas proinflamatorias y otras hormonas metabólicas que pueden alterar los circuitos y funciones neuronales.
Si se mantiene en el tiempo, puede empeorar cualquier patología neurológica, ya sea aguda o crónica, llevando a una respuesta pobre a los tratamientos. Para manejarlo, se recomienda la terapia psicológica, técnicas de psicoterapia y, en caso necesario, el manejo farmacológico.
La importancia del sueño en la salud del cerebro
El sueño es un factor fundamental. Sin embargo, la tendencia hoy en día muestra una reducción en el tiempo total de descanso. Por ende, los trastornos asociados han incrementado, especialmente entre los jóvenes debido a factores sociales, ambientales y hábitos como el consumo de alcohol, tabaco y cafeína.
El descanso tiene múltiples funciones como el restablecimiento de energía, eliminación de radicales libres, regulación de la actividad eléctrica cortical, regulación térmica y metabólica, homeostasis sináptica, activación inmunológica, consolidación de la memoria y crecimiento en los más pequeños. Además, el sistema glinfático, encargado de eliminar desechos cerebrales como el beta amiloide, se activa durante el sueño, reduciendo el riesgo de deterioro cognitivo.
Asimismo, el uso de pantallas afecta la actividad cerebral, alterando los ritmos circadianos y causando trastornos del sueño. Además, pueden llevar a afecciones crónicas como obesidad, diabetes o depresión, y afectar el desarrollo cerebral, aumentando el riesgo de trastornos cognitivos, emocionales y conductuales.