Tras la pandemia por la covid-19, un número alarmante de estadounidenses adoptó un hábito perjudicial que, con el tiempo, ha persistido y comenzado a generar serias preocupaciones entre los médicos y expertos en salud pública.

Este hábito no es otro que el aumento en el consumo de alcohol, un comportamiento que, según estudios recientes, ha sido una respuesta frecuente al estrés y la ansiedad generados por los efectos de la pandemia.

Una investigación publicada en la revista Annals of Internal Medicine subraya que, a pesar de la llegada de las vacunas y el levantamiento de las restricciones sanitarias, los niveles elevados de consumo de alcohol observados entre 2018 y 2020 no solo se mantuvieron, sino que en algunos casos incluso aumentaron.

Los resultados de este estudio reflejan una realidad preocupante: el alcohol se ha convertido en un recurso ampliamente utilizado para manejar la ansiedad y el estrés, un hábito que se ha afianzado con el tiempo.

La mayoría de los pacientes que presentan dificultades para dormir no asisten a médicos especialistas en sueño. | Foto: Cortesía

Para llevar a cabo esta investigación, los expertos utilizaron datos del National Health Interview Survey (NHIS), una encuesta anual que recoge información de más de 20.000 adultos mayores de 18 años en todo el país. Este amplio conjunto de datos permitió a los investigadores realizar un análisis detallado sobre los patrones de consumo de alcohol antes, durante y después de la pandemia.

Lo que se encontró fue una tendencia consistente hacia el aumento del consumo de alcohol, especialmente entre aquellos que ya estaban lidiando con problemas de salud mental, como la depresión y la ansiedad.

Lo que se encontró fue una tendencia consistente hacia el aumento del consumo de alcohol. | Foto: Manuela Weschke

Una de las razones principales que explican esta persistencia es la normalización del alcohol como una forma de lidiar con las emociones negativas. Durante la pandemia, cuando las personas se vieron obligadas a enfrentar largos períodos de aislamiento social y la incertidumbre sobre la salud y la economía, el alcohol se convirtió en una vía fácil para afrontar el estrés. Esta estrategia, si bien puede proporcionar un alivio temporal, tiene consecuencias perjudiciales para la salud tanto física como mental a largo plazo.

Los expertos advierten que este patrón de consumo elevado de alcohol es un problema de salud pública que requiere atención urgente. El abuso continuo de alcohol está relacionado con una serie de trastornos de salud graves, como enfermedades del hígado, trastornos cardiovasculares y un mayor riesgo de desarrollar problemas de salud mental más graves, incluidos trastornos de ansiedad y depresión.

Además, el alcoholismo también aumenta el riesgo de accidentes, violencia doméstica y otros problemas sociales, creando un círculo vicioso que es difícil de romper.

Es esencial que los profesionales de la salud y las autoridades tomen medidas para abordar esta situación. Los médicos instan a que se fortalezcan las estrategias de intervención y prevención, brindando apoyo adecuado a aquellos que siguen luchando con el estrés pospandemia. Además, es necesario promover alternativas más saludables para gestionar el bienestar emocional y mental, como el ejercicio, la meditación y el apoyo social.

El hábito de recurrir al alcohol como mecanismo para enfrentar el estrés no solo está afectando a millones de personas en Estados Unidos, sino que también podría tener repercusiones a largo plazo para la salud pública en general.

Por ello, es crucial que tanto los individuos como las instituciones tomen conciencia de los riesgos asociados a este comportamiento y trabajen en conjunto para fomentar una cultura de bienestar que prevenga el abuso de sustancias y promueva soluciones más saludables para afrontar los desafíos de la vida diaria.

El estudio establece que el consumo excesivo de alcohol se define como ingerir cuatro o más bebidas en una sola ocasión para las mujeres, y cinco o más para los hombres. Además, se considera abuso de alcohol cuando el consumo semanal supera las ocho bebidas para las mujeres y las quince para los hombres.