Las cifras son preocupantes: según datos de la Organización Mundial de la Salud, OMS, y Unicef, unas 2.200 millones de personas carecen de acceso a servicios de agua potable gestionados de forma segura. Además, casi 2.000 millones de personas dependen de centros de atención de la salud que carecen de servicios básicos de agua.
En marzo pasado, la ONU advirtió que el creciente consumo y el cambio climático están generando un “riesgo inminente” de crisis mundial del agua, alerta un informe del organismo: unos 2.000 millones de personas no tienen acceso al agua potable y 3.699 millones no tienen acceso a servicios de saneamiento seguros, señaló el informe de la ONU-Agua y de la Unesco
Esto, indica la OMS, supone graves riesgos para sus medios de subsistencia, en particular la seguridad alimentaria y el acceso a la electricidad. Y ha señalado que, a nivel mundial, se ha incrementado la cantidad de químicos de agricultura e industriales que se filtran hacia los suministros de agua. Para producir más comida, más fertilizantes y pesticidas se han utilizado, muchos de los cuales terminan en los mantos acuíferos, lagos y ríos.
Movidos por esta preocupación, un grupo de científicos se dio a la tarea de investigar qué alternativas existen para mitigar la crisis. Y su hallazgo fue revelador: sustituir la mitad de la carne y los lácteos de origen animal en la dieta por frutas y verduras desde hoy hasta el año 2050 tendría un impacto muy positivo en el medioambiente.
De acuerdo con los investigadores, con esta medida las emisiones relacionadas con la producción de alimentos caerían un 31 % a mediados de siglo, y la demanda mundial de agua se reduciría un 10 por ciento.
Así lo pone de manifiesto un estudio realizado por el Instituto Internacional de Sistemas Aplicados de Viena (IIASA), en colaboración con el Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT) y la agencia estadounidense para el Desarrollo Internacional (USAID), que publica la revista científica Nature Communications.
Actualmente, la producción de alimentos es responsable de entre un 25 y un 30 por ciento de las emisiones mundiales, y buena parte de ellas se atribuyen al uso de tierras para la ganadería o para alimentar el ganado.
Los autores del estudio han trabajado con diferentes escenarios de sustitución de consumo de carne de vacuno, cerdo y pollo, y de lácteos procedentes de animales por vegetales.
En sus modelos, tuvieron en cuenta recetas vegetales que fueran equivalentes, desde el punto de vista nutricional, a los productos proteínicos de origen animal por los que los estaban sustituyendo.
Las conclusiones apuntan a que un escenario de sustitución de alimentación de origen animal por vegetal del 50 por ciento reduciría sustancialmente los crecientes impactos del sistema alimentario sobre el medio natural en 2050, en comparación con 2020.
Entre otros, han visto que la superficie agrícola mundial disminuiría hasta en un 12 por ciento en 2050 —respecto a 2020— en lugar de aumentar, que es la tendencia actual; que la pérdida de ecosistemas y de biodiversidad se detendría; que el consumo de agua mundial caería un 10 por ciento (respecto a 2020); y que las emisiones asociadas al sistema alimentario se reducirían en un 31 por ciento.
Consumir menos carne no solo tendría un impacto positivo en la reducción de emisiones asociadas a la crisis climática, también en la restauración de ecosistemas, ya que reforestar las tierras que queden potencialmente liberadas de actividad ganadera podría ayudar a lograr el 25 por ciento de los objetivos mundiales en materia de restauración ambiental para 2030.
“Aunque los cambios dietéticos analizados constituyen un instrumento muy potente para alcanzar los objetivos climáticos y de biodiversidad, deben ir acompañados de políticas de producción específicas para desarrollar todo su potencial. De lo contrario, sus beneficios se perderán”, advierte, no obstante, Petr Havlik, director del Programa de Biodiversidad y Recursos Naturales del IIASA y coordinador del estudio en un comunicado.