En un mundo donde la apariencia juvenil y la salud de la piel son cada vez más valoradas, los tratamientos estéticos con toxina botulínica y ácido hialurónico se destacan como las soluciones más eficaces y seguras para combatir los signos del envejecimiento.

Lo que muestran los resultados de la más reciente encuesta global anual de la Sociedad Internacional de Cirugía Plástica Estética (ISAPS), revelados en 2023, dan cuenta de que de los 266.330 procedimientos no quirúrgicos que se realizaron en el país, un total de 168.702 corresponden a la aplicación de toxina botulínica (96.368) y de ácido hialurónico (71.734).

Los avances en la aplicación de toxina botulínica han permitido un enfoque más personalizado. | Foto: Getty Images

Según la doctora Katherine Gerena Castro, experta en medicina estética, este auge obedece a la evolución de estas técnicas que apuntan hacia resultados cada vez más naturales y duraderos, lo que los aleja de las temidas “caras congeladas”. Con ello se promueve una estética que respeta la expresividad facial.

Además, los avances en la aplicación de toxina botulínica han permitido un enfoque más personalizado, lo que asegura que incluso los pacientes más jóvenes puedan utilizarla como medida preventiva contra las arrugas prematuras. Zonas como la frente, el entrecejo y las patas de gallo son tratadas para suavizar la intensidad muscular sin eliminar el movimiento, logrando así una apariencia más suave y relajada.

Por otro lado, el ácido hialurónico se ha posicionado como un aliado esencial para rellenar arrugas y restaurar volúmenes perdidos en áreas como pómulos, labios y mentón. Su capacidad para retener agua en la piel no solo combate la flacidez sino que también mejora significativamente la hidratación y elasticidad cutánea, factores claves para un rostro rejuvenecido.

Ambos tratamientos, cuando se combinan, ofrecen un enfoque integral que no solo mejora las líneas de expresión sino también la calidad y textura de la piel, extendiendo los beneficios mucho más allá de lo cosmético.

Según datos proporcionados por la doctora Gerena, los efectos de la toxina botulínica pueden durar entre tres y seis meses, mientras que los del ácido hialurónico pueden mantenerse hasta 24 meses, dependiendo de la zona tratada y del producto utilizado.

El auge obedece a la evolución de estas técnicas que apuntan hacia resultados cada vez más naturales y duraderos, lo que los aleja de las temidas “caras congeladas”. Con ello se promueve una estética que respeta la expresividad facial. | Foto: Procedimiento con ácido hialurónico- Freepik

La doctora también recalca la importancia de acudir a profesionales calificados para minimizar riesgos y maximizar resultados, enfatizando que los tratamientos deben ser tan individuales como los pacientes mismos.

Los precios de estos procedimientos varían en función de numerosos factores, pero siempre se busca ofrecer un plan que se ajuste tanto a las expectativas estéticas como al presupuesto del paciente.

En el futuro, la especialista anticipa una expansión en la disponibilidad y la popularidad de estos tratamientos, así como una continua innovación en las técnicas utilizadas, lo que promete no solo mantener sino mejorar la calidad de vida de los pacientes a través de mejoras estéticas que refuerzan la confianza y el bienestar.

Dentro de los resultados de la encuesta global anual de la Sociedad Internacional de Cirugía Plástica Estética (ISAPS), cabe subrayar que Colombia volvió a estar dentro de los diez países del mundo con más procedimientos estéticos practicados y se ubica en la novena posición en una lista que lideran Estados Unidos, Brasil, Japón, México y Turquía.

Y así mismo, se ubicó en el segundo país del mundo donde más personas del exterior se practicaron estos procedimientos, en una categoría que se conoce como turismo médico. En promedio, en el 2022 uno de cada tres pacientes atendidos era del exterior (30,9 por ciento).