El permafrost es una capa compacta de hielo, rocas, sedimentos y tierra que ha permanecido congelado más de dos años y que está presente en las zonas más cercanas a los polos del planeta.
Como hay sectores de permafrost que han permanecido congelados durante miles de años, hay kilómetros enteros que esconden secretos que estuvieron ocultos a la humanidad, al menos hasta ahora.
Entre otras cosas, podrían reactivarse virus que habían quedado congelados, incapaces de seguir circulando en la Tierra. Se calcula que un cuarto del terreno del hemisferio norte es permafrost, por lo cual hay muchos virus que podrían permanecer en el mismo estado.
“Están sucediendo muchas cosas con el permafrost que preocupan, y esto demuestra por qué es muy importante que mantengamos la mayor cantidad posible de permafrost congelado”, le dijo Kimberley Miner, científica climática del Laboratorio de Propulsión a Reacción de la NASA a la cadena estadounidense CNN.
Ese medio señaló que el permafrost no solo permite que los virus se mantengan allí debido a las bajas temperaturas, sino que también son capas de terreno que no tienen presencia de oxígeno y, además, están ocultos de la luz, lo cual genera un efecto de refrigeración, como si se conservara un alimento en la nevera. La diferencia es que los virus no permanecen en el permafrost por un par de semanas, sino durante miles de años.
Por ello, investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Aix-Marseille de la ciudad de Marsella, Francia, se dedicaron a estudiar los terrenos de permafrost de la región de Siberia, en la zona norte de Rusia.
El objetivo era encontrar muestras de virus y determinar si seguían teniendo la capacidad de infectar a seres vivos. CNN reseñó la historia de Jean-Michel Claverie, un profesor de Medicina de la Universidad de Aix-Marseille que aseguró que ya han encontrado varios “virus zombi”, que han vuelto a activarse después de permanecer congelados durante miles de años.
Durante varios años logró identificar virus y hacer que contagiaran células cultivadas. En 2014, por ejemplo, logró que un virus volviera a ser infeccioso 30.000 años después de tener 30.000 años de inactividad. En esa ocasión decidió usar un virus que solo infectara sistemas unicelulares, pues consideró que era riesgoso hacer el mismo experimento con virus capaces de infectar organismos pluricelulares como los animales.
Estos virus, indicaron en CNN, son especiales debido a que su estructura es más grande y pueden ser visto a través de microscopios regulares.
En febrero de este año que Claverie y otros científicos publicaron una nueva investigación en la revista científica Viruses en la cual describieron los avances en la identificación de nuevos virus que habían estado congelados.
“Si bien la literatura abunda en las descripciones de los ricos y diversos microbiomas procarióticos que se encuentran en el permafrost, no se ha publicado ningún informe adicional sobre los virus “vivos” desde los dos estudios originales que describen pithovirus (en 2014) y mollivirus (en 2015). Esto sugiere erróneamente que tales ocurrencias son raras y que los “virus zombis” no son una amenaza para la salud pública”, indicaron los autores de la investigación en la introducción del artículo.
Para aportar mayor evidencia a la discusión, los investigadores aislaron 13 virus identificados en siete muestras tomadas directamente de los terrenos de permafrost de Siberia.
“Como era de esperar de la especificidad del huésped impuesta por nuestro protocolo, estos virus pertenecen a cinco clados (grupos) diferentes”, señalaron. Entre ellos había ejemplares de pandoravirus, cedratvirus, megavirus y pacmanvirus. Incluso aseguraron que encontraron una nueva cepa de pithovirus.
Uno de los virus más antiguos que encontraron durante sus investigaciones tenía cerca de 48.500 años y lo encontraron en una muestra que se había tomado de un lago subterráneo en suelo siberiano, que estaba a unos 52 metros debajo de la superficie.
Claverie le indicó a CNN que sus hallazgos muestran que estos virus podrían convertirse en un riesgo de salud pública. “Nuestro razonamiento es que si los virus que atacan las amebas todavía están vivos, no hay razón por la que los otros virus no sigan vivos y sean capaces de infectar a sus propios anfitriones”, concluyó.