Aunque el envejecimiento es un proceso natural de todos los seres vivos, la ciencia ha encontrado cada vez más evidencia de que hay múltiples factores que pueden incidir en el ritmo al que una persona se envejece.
Recientemente, investigadores de la Escuela de Medicina de Harvard se trazaron el objetivo de identificar algunos aspectos que pueden acelerar el proceso de envejecimiento en los seres humanos. Los hallazgos fueron publicados a finales del mes pasado en la revista académica Cell Metabolism.
“Tradicionalmente, se ha pensado que la edad biológica simplemente sube y sube, pero planteamos la hipótesis de que en realidad es mucho más dinámica”, dijo el autor principal de la investigación, Jesse Poganik, de la División de Genética del Hospital de Brigham, quien fue citado por un artículo del medio oficial de la Unviersidad de Harvard, The Harvard Gazette.
“El estrés severo puede desencadenar el aumento de la edad biológica, pero si ese estrés es de corta duración, los signos del envejecimiento biológico pueden revertirse”, agregó Poganik.
Los autores del estudio consiguieron datos sobre la reacción de las personas a situaciones que se caracterizan por provocar niveles de estrés severos.
A su vez, realizaron un experimento y recogieron varios exámenes de sangre de personas adultas mayores que tuvieron que someterse a una cirugía de emergencia justo antes de que tuvieran que entrar al quirófano, un par de días después de que surtieron el procedimiento quirúrgico y poco antes de que les dieran de alta en el hospital.
The Harvard Gazette también informó que los investigadores recogieron exámenes de otras poblaciones, entre las cuales estaban las mujeres embarazadas y ratones hembras que también estaban en estado de gestación. Estas muestras, a su vez, fueron recolectadas en las fases temprana y tardía del embarazo y después de que las participantes dieran a luz.
Por último, el equipo de investigadores recogió las muestras de pacientes que habían dado positivo para covid-19 y luego acabaron en una unidad de cuidados intensivos a raíz de su deteriorado estado de salud. Las muestras de esos pacientes fueron tomadas justo cuando los individuos entraron a la UCI y durante su estadía en la misma.
“El estrés severo puede desencadenar el aumento de la edad biológica, pero si ese estrés es de corta duración, los signos del envejecimiento biológico pueden revertirse”, fue una de las conclusiones que citó Poganik en The Harvard Gazette.
También dijo que usaron unos “relojes biológicos” que les permitieron a los investigadores medir cuál era el estado de salud de las células y los tejidos de los pacientes. Así, se dieron cuenta de que la gran cantidad de estrés a la que estaban sometidos los individuos implicó que su organismo envejeciera a un ritmo más acelerado.
“Nuestros hallazgos desafían el concepto de que la edad biológica solo puede aumentar durante la vida de una persona y sugieren que es posible identificar intervenciones que podrían retrasar o incluso revertir parcialmente la edad biológica”, señaló el autor principal de la investigación, Vadim Gladyshev, de la División de Genética de Brigham.
“Cuando se alivió el estrés, se pudo restaurar la edad biológica. Esto significa que encontrar formas de ayudar al cuerpo a recuperarse del estrés podría aumentar la longevidad”, agregó.
Pero esta no es la única investigación que han realizado científicos de Harvard sobre el envejecimiento y, a su vez, el estrés no es el único factor que tiene implicaciones profundas en el ritmo al cual este proceso se desarrolla.
El medio estadounidense Harper’s Bazaar advirtió que una investigación de esa universidad se centró en determinar las razones por las cuales algunas personas envejecen menos que otras.
Para descubrirlo, analizaron los casos de 350 mujeres. Así, advirtieron que algunas de ellas tenían una piel que se conservaba mucho mejor en comparación a las demás participantes, lo cual fue una muestra de que, en efecto, el paso del tiempo no producía el mismo impacto en distintos organismos.
Cuando investigaron a qué se debían estas diferencias encontraron que el secreto estaba en el ADN. Entre otras cosas, constataron que hay múltiples factores genéticos que están presentes con mayor frecuencia en algunas personas y que hacen que las células tengan un mejor nivel de energía y estén protegidas por antioxidantes.
Y concluyeron que las mujeres que tenían una ascendencia africana mostraron signos de envejecimiento que se desarrollaban mucho más lento en comparación a sus pares de origen caucásico.