“Que mueran en el mundo casi 20 millones de personas cada año por enfermedades cardiovasculares y que en su mayoría sean por hipertensión, debe alertar no solo a los entes de salud, sino principalmente al enfermo, el primer implicado en que aumenten esas cifras”.
Quien lo dice, en el Día Mundial de la Hipertensión, que se recuerda cada 17 de mayo, es el doctor Luis Moya Jiménez, médico internista, cardiólogo y hemodinamista, además de expresidente de la Sociedad Colombiana de Cardiología y autor de varios libros, entre ellos, Consejos para controlar la hipertensión.
Esos cerca de 20 millones de personas —prosigue el especialista— mueren por estas patologías: infarto cardiaco, accidente cerebrovascular, insuficiencia cardiaca e insuficiencia renal. Y el común denominador es la hipertensión arterial: “la responsable, por sí sola, del 50 por ciento de estas muertes”.
Sin embargo, se trata de enfermedades que son fácilmente prevenibles si se diagnostican, se tratan a tiempo y se evitan factores de riesgo como el colesterol, el cigarrillo, la obesidad, el sedentarismo, la diabetes y la grasa abdominal.
Tal como lo explica este médico, la hipertensión arterial es el factor de riesgo más frecuente en el mundo y Colombia no está ajena a esa realidad.
“Es una patología que puede afectar al ser humano en todo su ciclo vital, desde la niñez hasta la vejez. Además —y es lo más peligroso— puede ser asintomática en gran parte de la población hipertensa, lo que hace que el reto sea mayor”.
¿Qué es la hipertensión arterial?
Es una enfermedad crónica en la cual aumenta la presión con la que el corazón bombea sangre hacia las arterias.
En su opinión, de 100 hipertensos, el 50 por ciento se diagnostica; solo el 40 por ciento inicia tratamiento y, de ese grupo, el 50 por ciento lo abandona. En otras palabras: de 100 pacientes, solo 10 son controlados y 90 están en riesgo.
“Y el hipertenso sin tratamiento no tiene salida”, asegura el doctor Moya Jiménez. “Se infarta, tiene un derrame cerebral, entra en insuficiencia cardiaca o renal, rompe alguna arteria (aneurisma) o, como diría uno de mis pacientes: ‘Si tengo que morir prematuramente que vivir con las secuelas que deja esta enfermedad, con una pésima calidad de vida, diálisis, silla de ruedas, parálisis, todo por descuido’”.
El paciente, agrega Moya, tiene razón. “Los servicios de consulta externa, de urgencias y de cuidado intensivo de cualquiera de nuestros hospitales, están llenos de estos pacientes que nos llegan por cualquiera de las complicaciones mencionadas. Porque suspendieron el tratamiento o lo toman irregularmente o no cambiaron sus malos hábitos de vida. Siguen fumando, no guardan dieta, son sedentarios, obesos y manejan estrés severo. O, lo que es más grave, no sabían que eran hipertensos. Nunca se habían hecho un chequeo”, relata el doctor Moya.
De acuerdo con este especialista, no hay que esperar a “sentir algo” para acudir al médico. Porque ese “algo puede ser un infarto cardiaco o cerebral.
Hay que perder esa costumbre y tomar como norma un chequeo preventivo anual. ¿Desde qué edad? Esa respuesta nos la dan los factores de riesgo que tengamos. Si, por ejemplo, tengo 15 años, pero soy obeso, sedentario y mi padre murió de un infarto cuando era joven, necesito un chequeo regular desde temprana edad”.
El doctor Moya enfatiza que la hipertensión tiene mucho que ver con el estrés, el sobrepeso y la falta de ejercicio.
Y es una patología, dice, “que debe ser corregida en cuanto aparece, pues puede derivar en complicaciones cardiovasculares graves, ya que el corazón debe hacer un gran esfuerzo al bombear sangre hacia unas arterias rígidas”.
En estos casos, se debe entender —explica— por qué resulta tan importante no añadir sal a las comidas y evitar el consumo de alimentos como embutidos, enlatados, encurtidos, conservas y caldos conservados en pastillas.
Las posibles consecuencias
- Ataque cardiaco o accidente cerebrovascular: La presión arterial alta puede endurecer y engrosar las arterias (ateroesclerosis) o romperlas, lo cual puede ocasionar un ataque cardiaco, un accidente cerebrovascular u otras complicaciones como infarto o derrame cerebral.
- Aneurisma: El aumento de la presión arterial puede causar el debilitamiento de la pared de los vasos sanguíneos y la aparición de protuberancias, por lo delgada de su pared, lo cual provoca la formación de un aneurisma que, con un aumento brusco de la presión, puede llevar a que se rompa la arteria, y es mortal en la gran mayoría de los casos.
- Insuficiencia cardiaca: Para bombear sangre con mayor presión en los vasos sanguíneos, el corazón debe realizar mayores esfuerzos. Esto hace que los músculos de las paredes de la cámara de bombeo del corazón inicialmente se engruesen (hipertrofia ventricular). Con el tiempo este músculo se adelgaza y se dilata, perdiendo su fuerza de contracción y ocasionando más dificultades para bombear la cantidad suficiente de sangre para cubrir las necesidades del cuerpo.
- Vasos sanguíneos debilitados: además de estrechos en los riñones, puede provocar el funcionamiento anormal de estos órganos y llevar a una insuficiencia renal que agrava todo y puede terminar en diálisis permanente.
- Vasos sanguíneos engrosados: o estrechos o rotos en los ojos, lo que puede generar ceguera.
- Síndrome metabólico: Grupo de trastornos del metabolismo que incluye aumento del tamaño de la cintura, niveles altos de triglicéridos, niveles bajos de colesterol de alta densidad, presión arterial alta y niveles altos de azúcar. Trastornos que pueden incrementar las posibilidades de desarrollar diabetes, enfermedad cardiaca o accidente cerebrovascular.
- Demencia: El estrechamiento o bloqueo de las arterias puede limitar el flujo sanguíneo al cerebro y ocasionar la llamada demencia vascular.