De acuerdo con los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) el hígado es un órgano que cumple con muchas funciones como almacenar nutrientes, filtrar y procesar sustancias químicas, tales como, las que se encuentran en bebidas alcohólicas e incluso participar en la producción de bilis, un líquido que ayuda a la digestión de grasas y eliminación de otros productos.
Al igual que otras partes del cuerpo, se enfrenta a ciertas complicaciones de salud, como:
Hepatitis
La Organización Mundial de la Salud (OMS) explica que es una enfermedad en la cual el hígado se inflama y causa otros problemas de salud.
Las cinco cepas más conocidas de hepatitis son la A, la B, la C, la D y la E. Sin embargo, cada una de ellas se transmiten de manera distinta, por lo cual sus tratamientos y métodos de prevención son diferentes.
“En particular, los tipos B y C provocan enfermedad crónica en cientos de millones de personas y, en su conjunto, son la causa más común de defunciones relacionadas con cirrosis hepática, cáncer y hepatitis viral”, precisa en su página oficial.
Cáncer de hígado
Si bien la OMS expresa que el cáncer es una causa de muerte alrededor del mundo, que en el 2020 reportó casi 10 millones de casos, el cáncer de hígado tuvo 830.000 defunciones.
La Clínica Mayo explica que esta enfermedad inicia en la estructura de las células hepáticas, teniendo en cuenta que tiene varios tipos, siendo el más común el carcinoma hepatocelular que inicia en los hepatocitos. No obstante, se debe tener en cuenta el cáncer de colangiocarcinoma intrahepático y el hepatoblastoma.
Para los CDC, los factores de riesgo que causan cáncer de hígado son el consumo de cigarrillo, de alcohol, un plan de alimentación desequilibrado que repercute en el peso corporal, una infección del virus de hepatitis B o hepatitis C, diabetes, entre otros.
Cirrosis
El centro médico manifiesta que esta enfermedad “es la formación grave de cicatrices en el hígado” que es causada generalmente por un alcoholismo crónico o hepatitis.
La entidad señala que el hígado cuando está lesionado se auto regenera, pero en este proceso deja cicatrices, y es allí, en donde “la cirrosis empeora” impidiendo el trabajo óptimo del hígado. “El daño hepático causado por la cirrosis no se puede revertir”, agrega.
Hígado graso
La Biblioteca Nacional de Medicina de los Estados Unidos (MedlinePlus) explica que la enfermedad de hígado graso no alcohólico “es la acumulación de grasa en el hígado, que no es causada por consumir demasiado alcohol.”
De ahí que sea provocado probablemente por diabetes tipo 2, colesterol alto, hipertensión, triglicéridos elevados, entre otros.
Los síntomas más comunes de hígado graso cuando hay cirrosis, según la enciclopedia médica son: fatiga, náuseas, pérdida de apetito, debilidad, sangrado gastrointestinal, entre otros. Y aunque la manera más práctica para reducir el riesgo de la afección es manteniendo un peso saludable, realizar ejercicio regular y tener una alimentación equilibrada, la Clínica Mayo comenta que una vitamina es esencial para ello, ¿cuál es?
La vitamina que reduce el riesgo de hígado graso
La Clínica Mayo precisa que algunos estudios de investigación demuestran que la vitamina E alivia los síntomas de la enfermedad de hígado graso no alcohólico; sin embargo, “tomar vitamina E por vía oral para estos fines durante dos años está relacionado con la resistencia a la insulina”, señala.
No obstante, estudios como “Correlación entre la expresión sérica de 25-OH vitamina D y la enfermedad del hígado graso no alcohólico”, publicado en Experimental and Therapeutic Medicine, destaca que los niveles bajos de vitamina D inciden en hígado graso, por lo cual es fundamental incluirla en un plan de alimentación.
Cabe recordar que este nutriente es importante para el cuerpo, ya que colabora con la absorción de calcio, que ante una deficiencia provocaría también osteoporosis.
La forma más fácil de obtenerla es tras la exposición moderada al sol, y el consumo de pescado, hígado, cereal, entre otros productos como suplementos, indica MedlinePlus.