El hígado es uno de los órganos que cumple con múltiples funciones, entre las que se destacan limpiar el organismo de toxinas, digerir los alimentos y contribuir con el almacenamiento de energía, como muchas más. Sin embargo, por sus funciones se enfrenta a la ingesta regular de alimentos grasosos y procesados, y de sustancias químicas como fármacos, que lo van cargando y generan afectación.
El portal especializado en temas sanitarios Healthline precisó que cuando estas sustancias “grasosas” se acumulan, genera una enfermedad a la que se le denomina esteatosis hepática, que es conocida polarmente como el hígado graso. Condición que suele estar bastante relacionada con el sobrepeso, la obesidad, la diabetes tipo 2 y otros trastornos que se caracterizan por la resistencia a la insulina.
El hígado graso es una condición que influye negativamente en la salud del organismo. Según información de la Biblioteca Nacional de Medicina de los Estados Unidos, Medline Plus, el hígado graso corresponde a la acumulación de exceso de grasa en las células hepáticas presentes en el órgano. En condiciones normales, no hay problema en tener un poco de grasa en estas; el problema radica cuando los niveles están disparados, a tal punto de cubrir el 5 % del hígado.
Si bien la causa más común para padecer hígado graso es el consumo desmesurado de alcohol, esta no es la única causa. Varias afecciones relacionadas entran en la amplia categoría de enfermedades del hígado graso no alcohólico (EHGNA), que es la enfermedad hepática más común en adultos y niños en los países occidentales.
El hígado graso no alcohólico (EHGNA), según los expertos, responde a otras causas, aunque su diagnóstico es difícil y cuando el daño está desarrollado, termina ocasionando afecciones hepáticas de mayor gravedad, como esteatohepatitis no alcohólica. Además, involucra mayor acumulación de grasa e inflamación que daña las células hepáticas. Esto puede provocar fibrosis, o cicatrización tisular, a medida que las células hepáticas son lesionadas repetidamente y mueren.
Al ser tan similar con su contraparte alcohólica, el diagnóstico tiende a ser similar, por lo que dar con las causas termina siendo igual de complejo. Asimismo, esta enfermedad silenciosa es reversible en una etapa temprana, pero en ocasiones progresa hasta convertirse en enfermedad hepática avanzada.
Por lo anterior, muchos nutricionistas y expertos insisten con frecuencia en la importancia de llevar un plan de alimentación sano y saludable para limpiar el hígado graso, donde se destaca el consumo constante de vitaminas. Las vitaminas son nutrientes indispensables para el buen funcionamiento del organismo y para la prevención de enfermedades. Además, se pueden adquirir por medio de alimentos como los lácteos y derivados; carne, huevos y pescado; tubérculos, legumbres y frutos secos; verduras y hortalizas; frutas; cereales, entre otros.
Según Medline Plus, las vitaminas son moléculas orgánicas imprescindibles que, al ser ingeridas de forma equilibrada y en dosis esenciales, promueven el correcto funcionamiento del metabolismo y el organismo. “Existen 13 vitaminas esenciales, lo que significa que estas se requieren para que el cuerpo funcione apropiadamente”.
Un estudio publicado en la plataforma LiveMed valoró la relación que existe entre el hígado graso no alcohólico (HGNA) y el sistema hormonal de la vitamina D. “La prohormona D necesita metabolizarse en el hígado para pasar de colecalciferol o ergosterol a 25(OH) vitamina D o calcifediol. Desde este punto de vista, una enfermedad hepática grave puede interferir este proceso y causar insuficiencia o deficiencia en hormona D que debe tratarse preferencialmente con calcifediol para evitar la aparición de osteoporosis, osteomalacia o raquitismo en niños”.
La fuente citada agregó, del especialista en Endocrinología y Nutrición, el Dr. Esteban Jódar Gimeno, que “el sistema endocrino de la vitamina D puede influenciar la aparición de hígado graso no alcohólico de forma directa por sus propiedades antiinflamatorias y antifibróticas (evidentes en diferentes modelos experimentales de hígado graso no alcohólico)”.
Es decir, la deficiencia de vitamina D aumenta situaciones como la inflamación y la fibrosis hepática, así como la acumulación de lípidos hepáticos y empeora la sensibilidad a la insulina en el hígado y otros tejidos.
“Aunque los estudios de intervención no han demostrado un efecto claro de los suplementos del sistema hormonal de la vitamina D, sí que parece razonable recomendar que se mantengan concentraciones séricas de 25(OH) vitamina D de al menos 30 ng/ml, como en otras enfermedades, con posible relación con la insuficiencia en el sistema endocrino de la vitamina D. El calcifediol es preferible a vitamina D3 o D2 en casos de enfermedad hepática grave o malabsorción”, agregó la plataforma citada.