Yokoi Kenji es un reconocido escritor colombo-japonés que se dio a conocer en el país gracias a sus conferencias y análisis sobre las costumbres de Colombia y de Japón. Y en los últimos meses, ha estado hablando sobre la salud mental. Por ello, el conferencista habló en SEMANA de la importancia que tiene este asunto en la sociedad moderna.
Yokoi explica que las personas deben tratar su salud mental, aunque aún haya tabú al respecto: “Socialmente, yo entiendo que la gente piense todavía que ir al psicólogo es ‘el loquero’, ‘qué miedo ir por allá’, ‘un ser humano qué me va a ayudar a mí’; porque las personas quieren es un héroe con poderes especiales (por ejemplo, si es un líder espiritual o alguien que me diga qué tengo) y que es superior a mí para que me pueda guiar y no otro ser humano”.
En medio de la conversación, Yokoi manifiesta que sigue a una mujer que con frecuencia, en su cuenta de Instagram, publica frases referentes a la salud mental y se hace llamar ‘coach de vida’; al hablar con ella se da cuenta que realmente es una psicóloga, pero no se denomina así ante el mundo porque sabe y entendió que la profesión aún está –de algún modo– satanizada.
El conferencista sugiere que lo que debe pasar en la sociedad es que “debemos crear la cultura de la salud mental y crear cultura se demora, no podemos solo aprovechar una pandemia y ya. Esperemos que pase algo grave... no”.
Las patologías y conductas
Asimismo, comenta que esto se puede cambiar al “generar una cultura, hablándoles a nuestros niños de manera normal, para normalizar nuestras patologías y poderles decir como: ‘hijo, recuerde que yo soy así porque sufro cierto cuadro de ansiedad, entonces por eso comienzo a hablar así, pero tiene razón, escoja lo que quiera’, y ya cuando un hijo escucha eso dice: ‘okay, mi papá habla normal de su patología’”.
Además, menciona otros casos: “Si, por ejemplo, soy supremamente agresivo, es por la falta de afecto. Entender que la falta de afecto genera agresión y hablar de esto me pone en una situación donde no pierdo autoridad y ellos van a decir: ‘claro, tiene patologías y las asume, las identifica y eso es más de la mitad del camino’”.
“No somos malos, pero estamos mal, somos imperfectos”, puntualiza, enfatizando en que eso es lo que hace que los humanos sean humanos.
Yokoi cita un ejemplo: si a alguien le molesta que le toquen el brazo. “Hay que identificar las falencias. No es exactamente su culpa que esa persona tenga ahí un dolor específico, la culpa está en no entender que lo está asociando y que pueda decir ‘cuidado, porque ese brazo está herido desde mi infancia, por eso lo tomo personal, lo asocio y pienso que me está agrediendo como me agredieron en mi infancia’, pero no es así. O ‘el hecho de que no me responda a tiempo a mí una pregunta rápido, me va a generar sensación de abandono’. Y esto luego desencadena la agresión”.
En este hilo sugirió que un profesional de la salud debe estar todos los días documentándose y aprendiendo cómo transmitir esto en redes sociales. “Es paradójico que personas que no estudiaron la salud mental están hablando de esto”, indica.
Debemos aprender de las cosas buenas de las personas que aportaron. Las personas que hablan de la salud mental deberían ser premiadas por el Estado y esto también requiere que se publicite y se elogie todo lo que aporte a la salud mental, y debería reconocerse así como ocurre, por ejemplo, con el fútbol; entender que así como el deporte es bueno, prestar atención a la salud mental también es bueno.
La diferencia entre la guerra de Japón y la de Colombia
Respecto al caso de Japón, Yokoi menciona que ellos “sufrieron un cáncer contundente con su guerra que los mató y tuvieron que resucitar”. Y comparó la guerra de Colombia con un cáncer lento “que no nos mata, pero tampoco nos deja vivir en paz. Porque nuestra guerra es muy lenta y se va extendiendo a otros órganos, pero en el caso de Japón es algo que no se puede repetir, ni se debe repetir”.
“Paradójicamente, todo tiene su lado que comienza a jugar a favor de manera contundente, porque ellos dijeron: ‘Perdimos. Lo único que queda es resucitar’; y empezaron a enfocarse en la tecnología, en la educación, porque a ellos los afectó mucho que el emperador los mandara a matar como kamikazes y luego llega de Estados Unidos y eso cambia con el general McCarthy”, afirmó.
“Eso hace que yo sepa que mis hijos piensen diferente, porque para que ellos sepan todo lo que yo sé, tendrían que vivir todo lo que yo viví y yo no quiero que mis hijos pasen todo eso. Es muy poco similar (historia de Japón y de Colombia) y cada quien debe labrar su historia en el caso de Colombia si son los factores”, agrega.