El consumo de cigarrillo es uno de los principales factores que producen enfermedades pulmonares en las personas que consumen frecuentemente este producto. Según un estudio revelado por la Universidad de Pennsylvania en Estados Unidos y que fue publicado en el medio Cancer, Epidemiology, Biomarkers and Prevention, el primer cigarrillo que consumen las personas en la mañana es el que más daño causa debido a que aumenta las probabilidades de desarrollar cáncer de pulmón o cáncer oral.
La investigación encontró que los fumadores que apenas se levantan y consumen un cigarrillo presentan niveles en sangre más altos de NNAL que los que esperan entre media hora y una hora para fumar el primero. Cabe mencionar que el NNAL es un metabolito del NNK, el cual es un carcinógeno del tabaco cuyo nivel en la sangre sirve para predecir el riesgo de padecer cáncer que tiene un fumador constante.
Abandonar este hábito es lo que más se recomienda por los médicos especialistas. Según los expertos, el abandono del tabaco es un proceso que puede tardar meses e incluso años, que puede generar agobio entre los consumidores, sin embargo, si se piensa como un reto de día a día, el fumador puede sentir motivación por cada día que no consumió este producto.
Al estar sometido en el proceso de abandono del tabaco, es común que las personas experimenten ansiedad, pero estas ganas de fumar podrían disminuir notoriamente entre cinco a diez minutos, según los especialistas.
Los riesgos de aspirar el humo del cigarrillo
Antes tabaquismo pasivo, ahora fumadores pasivos. Así se le llama a quienes, a pesar de no consumir cigarrillo o vaper, sí pueden resultar afectados. “El humo que inhala el fumador pasivo es el de la corriente secundaria, que contiene hasta tres veces más nicotina y alquitrán que la corriente principal que aspira el fumador y unas cinco veces más de monóxido de carbono”, señala la Universidad de Navarra.
Agrega la institución española que un fumador pasivo expuesto al humo de tabaco durante una hora, “inhala una cantidad equivalente a dos o tres cigarrillos”.
Además, desde el Hospital Alemán, la doctora Elisa Behrmann señala que por más pasivo que pueda parecer estar cerca del humo, esta acción está relacionada con “graves enfermedades cardiovasculares y respiratorias, entre ellas la cardiopatía coronaria, el cáncer de pulmón y el síndrome de muerte súbita en el lactante”. Asimismo, los efectos inmediatos incluyen irritación de los ojos, la nariz, la garganta y los pulmones. También dolor de cabeza, náuseas y mareos.
En cifras, la institución española recalca que un fumador pasivo tiene un 20 a 30% más de riesgo de padecer una enfermedad coronaria y cáncer de pulmón. “Los hijos de padres fumadores tienen un 20% más de riesgo de padecer asma, infecciones respiratorias (30%), otitis (50%), catarros frecuentes, tos persistente, etc.”, adicionan.
Cuentan también que en la mujer, el tabaco, reduce la fertilidad, genera mayor riesgo de tener abortos prematuros y espontáneos, produce hemorragias durante el embarazo y complicaciones en el parto. Cuando una mujer fuma durante el embarazo, el feto debe ser considerado fumador pasivo.
Volviendo al humo directo, su afectación a la salud, es una de las razones por las que se han creado zonas libres de humo y en ambientes cerrados. “Al fumar en un ambiente cerrado, las sustancias del humo ambiental de tabaco quedan en suspensión y permanecen por muchas horas e incluso días o semanas. Ventilar abriendo puertas y ventanas no es suficiente”, detalla la doctora Behrmann.
Adiciona que se necesitaría la potencia de un huracán para remover estas partículas, por lo que tampoco sirven los extractores de aire y aunque el olor se vaya al ventilar, “las sustancias quedan en suspensión, pegadas a cortinados, muebles, alfombras, la ropa y el cabello”.