El cáncer de pulmón es una enfermedad grave que puede impactar profundamente en la calidad de vida de los pacientes que reciben ese diagnóstico. Por ello, es fundamental que las personas tengan en cuenta algunas medidas que se pueden tomar para prevenir y tratar este padecimiento.
Según cifras de American Society of Clinical Oncology de Estados Unidos, se trata del segundo tipo de cáncer más diagnosticado a nivel mundial, pues cada año se registran más de dos millones de casos nuevos.
“La tasa de supervivencia a 5 años indica el porcentaje de personas que vive al menos 5 años una vez detectado el cáncer. El término “porcentaje” significa cuántas personas de cada 100. Para todas las personas que tienen cualquier tipo de cáncer de pulmón, la tasa de supervivencia a cinco años es 21 %. Para los hombres, la tasa de supervivencia a 5 años es del 17 %. Para las mujeres, la tasa de supervivencia a 5 años es del 24 %”, advierte Cancer.Net, el sitio web de la citada sociedad científica.
En esa medida, esa fuente informativa señala que las tasas de supervivencia están directamente relacionadas con algunos factores específicos. Por ejemplo, cita el subtipo del cáncer de pulmón y el estadio en el que se encuentra el paciente.
Entre otras cosas, menciona que algunas personas presentan una condición conocida como cáncer de pulmón de células pequeñas (NSCLC, por sus siglas en inglés) de forma localizada. Esto se presenta cuando las células malignas no se han dispersado por fuera del pulmón. En estos casos, la tasa de supervivencia podría incrementarse hasta el 63 % cinco años después, según ‘Cancer.Net’.
No obstante, cuando se trata de un NSCLC regional (lo cual implica que el cáncer también está en los ganglios linfáticos) la tasa de supervivencia a cinco años cae al 35 %. En caso de que haya cáncer de pulmón metastásico, que ya se diseminó en otras partes del cuerpo, la tasa de supervivencia baja al 7 %.
No obstante, estos subtipos no son los únicos factores que inciden en la posibilidad de sobrevivir. Según la fuente citada, también es clave tener en cuenta los avances que ha conseguido la ciencia en los últimos años.
“Es importante señalar que los tratamientos más nuevos como las terapias dirigidas e inmunoterapias permiten que las personas con cáncer de pulmón metastásico vivan mucho más tiempo que antes”, señala Cancer.Net.
Además, indica que cada caso es distinto, pues hay pacientes cuyo cáncer era aparentemente más grave y acaban viviendo más años que otros que tenían un diagnóstico que resultaba más leve.
“Lo importante es recordar que es posible tratar el cáncer de pulmón en cualquier estadio, y que se ha demostrado que estos tratamientos ayudan a que las personas con cáncer de pulmón vivan más tiempo con mejor calidad de vida”, agrega la fuente académica.
A su vez, anota que en ocasiones las tasas de supervivencia no se compadecen con los avances científicos de los últimos años debido a que los expertos realizan sus pronósticos a cinco años.
Todo esto apunta a que una de las medidas más importantes es conseguir un diagnóstico oportuno. “La detección con tomografías computarizadas en espiral en personas con alto riesgo de cáncer de pulmón (debido a un historial de fumador) reduce el riesgo de morir a causa de esta enfermedad cuando se compararon con las radiografías de pecho”, señala, por su parte, American Cancer Society, otra organización estadounidense sin ánimo de lucro.
Por último, es fundamental que los pacientes tengan en cuenta algunos factores que pueden incrementar el riesgo de que padezcan de este tipo de cáncer.
Para empezar, está el hecho de fumar, que es tal vez la principal causa de cáncer de pulmón en todo el mundo y provoca casi el 90 % de los casos. Si las personas no fumaran, el cáncer de pulmón sería un padecimiento poco común.
Esto conlleva otro factor de riesgo que es la exposición pasiva al humo, que afecta a las personas que están cerca del fumador: no solo inhalan el humo del cigarrillo, sino también el que expulsa el consumidor.
Otros factores que inciden con menos frecuencia es la exposición a radiación, los antecedentes familiares y haber estado en presencia de elementos como el asbesto, el arsénico, el cromo, el berilio, el níquel o el hollín. Esto puede presentarse, por ejemplo, en los lugares de trabajo.