Una amenaza poco mediática, pero ampliamente dañina en Colombia es, sin lugar a dudas, la malnutrición. La doctora Claudia Sánchez conversó con SEMANA sobre el impactante panorama de esta situación.
La doctora Sánchez es gerente médica de Abbott en Colombia, médica de la Universidad Nacional de Colombia, especialista en pediatría y cuenta con un posgrado en Gastroenterología Pediátrica de la Universidad de El Salvador. Desde hace más de una década es parte del programa de investigación del Grupo de Colciencias Unal de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátrica.
Según el Instituto Nacional de Salud de Colombia, de enero a mayo de 2023 hubo 7.976 casos de desnutrición infantil. De estos, el 73 % eran desnutrición aguda moderada y el 27 %, desnutrición aguda severa. El grupo de edad con mayor incidencia de desnutrición infantil fue el de menores de un año (33 %), seguido del grupo de edad de un año (28 %).
La malnutrición es un importante reto de salud a nivel mundial. Según Unicef, uno de cada cinco niños en América Latina está malnutrido, lo que puede manifestarse en forma de desnutrición (no obtener suficientes nutrientes) o sobrenutrición (ingresar demasiadas calorías o nutrientes). Ambos pueden ser particularmente perjudiciales para el crecimiento y desarrollo de los niños.
Uno de los efectos consecuentes de la malnutrición es el retraso en el crecimiento, lo cual significa estar por debajo de la altura saludable para la edad, emaciación (estar por debajo de un peso saludable para su altura), o sobrepeso. En cuestión, estos son tres consecuencias importantes, en especial cuando los menores de edad se ven afectados.
“La malnutrición puede impactar el desarrollo del cerebro de un niño en crecimiento y su capacidad para aprender y desempeñarse en los estudios. Los niños severamente malnutridos pueden experimentar desafíos adicionales, como deformidad ósea, problemas neurológicos, visión comprometida y sistemas inmunológicos debilitados”, afirmó Sánchez.
Los menores de edad que experimentan sobrenutrición pueden tener sobrepeso y obesidad. Las cifras frente a este asunto son particulares, dado que en Bogotá cada siete de cada 100 menores entre cinco y 17 años viven con obesidad. Las consecuencias de esto es la aparición de enfermedades crónicas, del calibre de la hipertensión, condiciones hepáticas o diabetes; sin tener en cuenta los efectos sociales, como el desarrollo de ansiedad o probabilidad de ser víctima de acoso.
Los niños malnutridos, a menudo, pero no siempre, tienen bajo peso. Los signos de desnutrición incluyen piel o cabello secos, atrofia muscular, retraso en el crecimiento y pérdida de peso. Sea cual sea la condición, ambos casos son perjudiciales y deben ser tratados por una política pública.
Con respecto a los factores de riesgo, la experta señaló que se tiende a pensar que son controlables por uno, sin tener en cuenta el escenario externo del medio ambiente, el cual tiene una influencia igual de significante. Por ejemplo, el cambio climático desemboca que la disponibilidad de alimentos sea carente, lo cual determina que la poca producción de las cosechas no cuenta con la capacidad suficiente de abastecimiento.
“Todo esto influye directamente en la disponibilidad de alimentos en la diversidad e incluso en los precios”, acervó la doctora, al indicar que el cambio climático también afecta la variabilidad económica de los alimentos, lo cual impide con más creces que lleguen a la cantidad de personas requeridas. “Hay que reconocer las causas que están a nuestro control, pero también hay muchas cosas que no”, declaró.
Este asunto va de la mano con la cantidad de información presente de la malnutrición. Al no ser un tema presente en la opinión pública, se tienden a desconocer el panorama completo de la situación. La especialista señala, por ejemplo, que asuntos externos como la inflación tienen una relación directa con el correcto crecimiento de los menores de edad en la malnutrición.
De igual forma, la pandemia fue un escenario que afectó el contexto de la malnutrición, concretamente en los tratamientos. Si bien la virtualidad amplió la baraja de posibilidades, no será igual al contacto físico para dar con certeza en las zonas con mayor afección por esta condición médica. Con el confinamiento, la virtualidad tomó más fuerza a la presencialidad, generando que los diagnósticos fueran difíciles.
Volviendo a los asuntos ambientales, la doctora Sánchez sostuvo que “el impacto es más notable cuando es la temporal el fenómeno del niño o es más fuerte en el fenómeno de la niña o se mantienen por igual; claro, creo que eso, digamos, lo puede ir viendo en las evoluciones epidemiológicas en los reportes, por ejemplo, de magnetización”. Esto genera que los efectos climáticos incidan en el auto o baja de los casos reportados.
Otro asunto en el cual la experta hace hincapié es en distinguir los niveles de malnutrición, debido a que no todos los casos son iguales ni tienen el mismo procedimiento correspondiente. Por ejemplo, la desnutrición no es la única forma de ver esta situación, a pesar de ser la común. “Siempre pensamos que el niño mal nutrido es el niño que está muy delgadito y muy flaquito y se ve chiquito. Resulta que no, que la malnutrición implica la desnutrición, pero también implica el sobrepeso, también implica la obesidad, implica una cosa que es muy silente”, explica al señalar que la nutrición en exceso es también perjudicial.
Cuando se hace mención a la malnutrición aguda, corresponde a un déficit de micronutrientes, lo cual está en una etapa de poco tiempo de evolución. En cambio, los pacientes en estado crónico llevan un periodo demasiado prolongado padeciendo esto, sea en la falta o exceso de alimentos.
La desnutrición puede ser leve, moderada o severa, dependiendo principalmente de cuan comprometido está el peso para la talla del menor de edad, lo cual, en consecuencia, termina afectando la salud de los pacientes, tanto en corto como largo plazo. Aparte del peligro respecto al bienestar de ellos, también hay un efecto negativo económico, por el hecho que las hospitalizaciones y tratamientos implican un gasto importante dependiendo del grado de desarrollo.
A nivel social, hay otra serie de efectos. La doctora Sánchez describe que un menor con malnutrición tiende a tener mayores obstáculos a la hora de conseguir empleo en su adultez. En caso de conseguirlo, su salario será 20 % al del resto de la población. Sin ir más allá, su rendimiento académico se verá comprometido, dado que un peso o estatura irregular impedirán el correcto desarrollo cognitivo y fisiológico.
“Lo que pasa con la desnutrición crónica es que es ese sobreviviente de la desnutrición aguda, entonces el niño que supera, que sobrevive a mal nutrición aguda, pero que quedará con la secuela si no se corrige en sus condiciones de desnutrición”, apunta la experta al señalar que la malnutrición no se soluciona con acciones leves, sino que debe haber un accionar para que el entorno del menor de edad no conlleve nuevamente a ser un factor inminente de riesgo.
En ese orden de ideas, es importante prestarle atención a esta situación, debido a que plasmada en una lectura macro, termina generando un problema en materia de salud pública representado en las tasas de desarrollo en menores de edad. En pocas palabras, es un problema que, de no ser atacado de raíz, puede volver a crecer.
“Lo importante es que eso sea el espacio que ellos aprovechen y que tengamos la oportunidad de llegar a ellos para que [conozcan] qué deberían comer y poder compararlo con lo que sus hijos comen, y saber que siempre es importante ir al profesional de la salud para que corrobore que eso que ellos están haciendo con todo su cariño y amor [es oportuno], porque pues uno siempre trabaja en sus hijos”, indica.
Uno de los aciertos que destaca la experta radica en los avances que ha tenido Colombia, lo cual hace que sea referente en América Latina: “Hemos dado pasos gigantes en lograr estar y en poder evidenciar que de otra manera incluso en el resto del mundo no se ha dado en cómo las buenas intervenciones nutricionales están demostrando en Colombia no solamente el beneficio clínico, [sino que] la persona realmente mejora en sus parámetros nutricionales, en su calidad de vida, en que tienen una buena intervención nutricional, las personas pueden lograr mejorar su estado nutricional, [y] así mejorar su capacidad vital, su capacidad funcional, que es esa capacidad de hacer las cosas”.
Actualmente se pueden encontrar varios estudios en relación con este punto, lo cual ha hecho que desde la ciencia sí se haya investigado en pro de solucionar este fenómeno. Si bien todavía hay cierta lejanía con Europa, tener ventaja en la región es clave para seguir dando pasos importantes en este asunto.
Sea cual sea el tipo de malnutrición o el grado de desarrollo, la doctora Sánchez da una luz de esperanza al señalar que ningún caso es imposible. Siempre es posible actuar con pequeños o grandes gestos.
Además de ofrecer alimentos nutritivos, los padres y cuidadores pueden dar un buen ejemplo demostrando patrones y comportamientos alimentarios saludables, así como fomentando las comidas familiares. Por ejemplo, compartir las tres comidas del día es clave para el desarrollo del organismo. De igual medida, estar presente con ellos en estos momentos es crucial para el componente social.
“La mejor defensa contra los efectos de la malnutrición infantil es la identificación temprana”, explica la experta. Los chequeos de bienestar pediátricos son una de las primeras líneas de defensa contra la sobrealimentación y la desnutrición. Cuando un proveedor de atención mide la altura y el peso de un niño, a menudo traza el crecimiento del niño en un gráfico y lo compara con otros niños de la misma edad (así como con el historial de crecimiento del propio niño).
En ese orden de ideas, el cuidado prematuro es crucial para aportarle a la contracción de la cifra de malnutrición. Con estos chequeos frecuentes, sumado a un mejor suministro de información, serán dos factores que ayudarán a iniciar un tratamiento antes de que se torne difícil. Por lo cual, la búsqueda de apoyo, tanto para aprender de esta condición médica, como para los procedimientos médicos, es vital para darles bienestar a los menores de edad.