Selva Marion Álvarez afronta una absurda paradoja: esta científica de datos paisa que, por su trabajo, ha aprendido a conocer por dentro, mejor que nadie, el sistema de salud, dice estar entre la vida y la muerte: completa más de un mes esperando a que Sanitas, su EPS —intervenida por el Gobierno nacional desde el pasado 2 de abril— le autorice una cirugía urgente, con la técnica de sugarbaker, como parte de su tratamiento para un agresivo cáncer gástrico.

El devastador diagnóstico le llegó en noviembre del año pasado, después de que comenzara a sentir una masa en el ombligo. “Había hecho una mala postura en el gimnasio y sentí un tirón, y a los días advertí una bolita allí y pensé que me había salido una hernia. Pero esa masa comenzó a crecer cada vez más y a ponerse roja. Me asusté. Un médico diagnosticó efectivamente una hernia y me programaron una cirugía para eso”, relata Selva Marion.

Selva Marión junto a su padre, Carlos Álvarez, su gran soporte en este duro proceso. | Foto: Archivo Personal

Pero, al operarla, los médicos quedaron sorprendidos: Selva no solo estaba mal diagnosticada, sino que le descubrieron un tejido extraño que, después de varios exámenes, advirtieron que estaba asociado a un cáncer.

Un cáncer que actualmente se encuentra en estadio cuatro y está haciendo metástasis en la pared abdominal. “Con las terapias el tumor se ha ido reduciendo, pero la cirugía es vital para completar el tratamiento. Supongo que la EPS inexplicablemente se toma su tiempo. Pero es un tiempo que yo no tengo para mi vida. Mi cáncer no da espera a trámites administrativos, no se me está garantizando el derecho a la salud”, relata Selva en SEMANA.

Cuenta que en medio de este tortuoso camino, Sanitas le gestionó una cita “con un médico de una clínica en Pereira distinta a donde me deben operar y ese médico no tenía información de nada de lo que me pasaba. Y tuve yo misma que contarle mi condición de salud a través de mi historia clínica y los resultados de exámenes de apoyo diagnóstico; al final, él determinó que no era apta para esa cirugía”.

Desde ese momento, relata la mujer de 33 años, “comenzaron a ponerme trabas y más trabas”. Todo esto a pesar de que un equipo de especialistas, semanas atrás, ya había evaluado su caso. “Fue en una junta médica en la que están once profesionales, entre ellos un oncólogo clínico, un hematólogo, un cirujano. Todos coincidieron en que sí era candidata. El otro médico lo que hizo fue invalidar esa medida”, asegura la paciente con resignación.

En vista de la negligencia que sintió en su caso, Selva no tuvo más camino que interponer una tutela que un juez falló a su favor. Y el 7 de junio, según la paciente, inició el incidente de desacato ante el no cumplimiento de la medida. Por ello, el pasado lunes 24 de junio, se emitió la sanción con una orden de captura y una multa por casi 20 millones de pesos.

“Esa orden de captura es para un representante legal y para personas con otros cargos dentro de Sanitas, a ver si con eso reaccionan. Lo que creo es que ahora que están intervenidos por el Gobierno, ellos deberían resolver estos casos con mayor celeridad, sobre todo en el caso de una paciente tan grave como yo”, dice Selva.

Asegura que cada día que pasa es una carrera contra la muerte. “Cuando me diagnosticaron, mi oncólogo me explicó que me realizarían cuatro ciclos de quimioterapias, una cirugía y luego otros cuatro ciclos. Cuando iba en el tercer ciclo, me dijo que era mejor ir alistando lo de la cirugía y tuve una cita con un gastroenterólogo cirujano”.

Pero este médico le advertiría que era mejor que “me viera otro especialista porque mi cáncer había migrado a la pared abdominal y lo más adecuado era descartar que no hubiera compromiso en otros órganos. Y ahí empecé a padecer. Porque me tocaba salir a buscar especialistas a Medellín, a Bogotá, a Cali. Y tuve que empezar a buscar la autorización para esa cirugía oncológica. Me la autorizan y me mandaron para una clínica que se llama Soma, pero allá me explican que ellos no prestan ese servicio. Volví a Sanitas a contarles eso. ¿Ustedes es que no saben qué tipos de contratos manejan?, les pegunté. Es un verdadero carrusel de la muerte lo que están haciendo conmigo”, relata la paciente con angustia.

Mientras aguarda a que su EPS finalmente resuelva su caso y autorice una cirugía que cuesta cerca de 200 millones de pesos, Selva ve disminuida su calidad de vida: “Mi movilidad se ha reducido mucho. He perdido sensibilidad con las manos, no puedo estirarlas. Vivo con calambres, que son neuropatías periféricas. Además de los impactos de las quimios, como la pérdida de cabello. Me siento fatigada a todo momento, no puedo caminar ni una cuadra. Solo como lo que me pase, lo que mi cuerpo tolere debido a las náuseas. Ya no soy capaz de estar sentada en una silla para trabajar y por eso dejé de hacerlo hace tres semanas. Esto me cambió la vida por completo”, cuenta Selva.

No niega que todo el tiempo piensa en la muerte: “Temo que primero me vaya a matar el cáncer antes de que me autoricen esta cirugía. Esto ha sido una lección de vida. Me ha enseñado a disfrutar de las pequeñas cosas, solo me queda tener fe, he luchado hasta donde he podido”.