Nadie escapa a una crisis emocional. En mayor o menor grado, todas las personas pueden experimentar un estado temporal de trastorno y desorganización, que se caracteriza principalmente por la incapacidad del individuo para afrontar ciertas situaciones.
Dentro de estas situaciones se encuentran las catástrofes, las muertes, los accidentes, los desastres naturales, las pérdidas, el diagnóstico de alguna enfermedad o los incidentes críticos. Todas estas circunstancias generan confusión, ansiedad y desorganización.
Es en dichos momentos de crisis que se recurre a los primeros auxilios psicológicos. Se trata de una intervención psicológica de primera instancia, que se aplica de manera inmediata durante la crisis. Su objetivo es proporcionar apoyo breve para estabilizar emocional, física, cognitiva y conductualmente a quien los sufre.
De acuerdo con Luna Medina, psicóloga clínica y directora de Bienestar Institucional en UNINPAHU, los primeros auxilios psicológicos se dirigen a personas que han sido afectadas recientemente por un evento que las ha puesto en una situación extrema. Suelen estar tan alteradas, que no pueden ocuparse de sí mismas o de sus seres queridos. También quedan expuestas a situaciones en las que podrían hacerse daño a sí mismas o a otros.
Generalmente, esta intervención se aplica de manera inmediata durante o después del evento, aunque en algunas ocasiones puede llevarse a cabo días después, dependiendo de la duración o gravedad del suceso. Sin embargo, se recomienda su aplicación dentro de las primeras 72 horas.
Esta corta intervención, busca proteger a la persona del daño físico y psicológico que puede generar la crisis y su meta principal es ayudar en el enfrentamiento inmediato, ya que en estos momentos se produce un colapso en la capacidad de resolución de los problemas. Por ello, se asiste a la persona para que dé los pasos concretos hacia el manejo de la situación, brindando información y contención para prevenir daños secundarios.
Los primeros auxilios psicológicos se pueden aplicar en cualquier espacio que sea lo suficientemente seguro. Idealmente, deberían realizarse en un lugar que ofrezca privacidad, especialmente en situaciones relacionadas con violencia sexual, donde la confidencialidad y el respeto por la dignidad de la persona son esenciales.
¿Qué hacer cuando hay una persona desbordada y en crisis?
Lo ideal es ofrecer ayuda y apoyo práctico de manera no invasiva, evaluando las necesidades y preocupaciones de quien se encuentra en crisis. Se debe asistir a la persona en sus necesidades básicas, como comida, agua o información.
Es importante escuchar a la persona sin presionarla para que hable. Lo mejor es reconfortarla y ayudarla a sentirse calmada, modelando respuestas y facilitando el acceso a información, servicios y apoyo social, o ayudando en la comunicación.
Medina explica que “ser empáticos, escuchar de manera cuidadosa, reflejar los sentimientos, comunicar aceptación y comportarnos con respeto, teniendo en cuenta la cultura, edad y género de las personas”, es lo aconsejable en estos casos.
“También es esencial evaluar conductas de riesgo e indagar de forma no intrusiva sobre sus necesidades y preocupaciones, establecer prioridades, alentar la lluvia de ideas y proporcionar información clara y sencilla”, agrega.
En ese sentido, la escucha activa juega un papel determinante. Según Mary Luz Gómez, psicóloga clínica de los Centros Médicos Colmédica, existen varias claves para desarrollar esta habilidad en los diferentes escenarios de la vida:
- Desarrolle la empatía: es la capacidad de ponerse en el lugar del otro y comprender sus emociones y perspectivas. Intente imaginar cómo se siente la otra persona y qué podría estar pensando. Esto le ayudará a responder de manera más comprensiva y conectada.
- Escuche con atención y sin interrupciones: prestar atención a lo que la otra persona está diciendo sin interrumpir es fundamental. Evite distraerse con su teléfono u otras preocupaciones y mantenga el contacto visual para demostrar que está escuchando.
- Fomente la libertad de expresión: permitir que la otra persona exprese sus pensamientos de manera libre y sin juicios es vital. Fomente un ambiente donde las personas se sientan seguras para compartir sus ideas y sentimientos, sin temor a ser criticadas.
- Reconozca que todos merecen atención: cada persona debe ser escuchada y respetada en sus opiniones y sentimientos. En cada interacción que establezca procure valorar cada palabra sin importar si está de acuerdo o no.
- Evite juzgar: enfóquese en comprender y aceptar lo que la otra persona está diciendo, en lugar de analizarlo o criticarlo ya que esto suele cortar la comunicación y generar desconfianza.